Luego del inicial entusiasmo, “sorpresa” incluida, derivado de los guarismos electorales, sobre todo respecto a la transparencia con la que fue llevado el proceso -resultados previos y oficiales en tiempo récord, entre otras virtudes; ¡Bien merecido el reconocimiento que el GAMLP otorgó al Dr. Hassenteufel!- ingresamos a una etapa de análisis más fino con miras al verificativo de la segunda vuelta, una experiencia inédita en nuestra historia, en la que algunos aspectos, no imputables a la institución rectora, sino al sistema político, llaman la atención.
Se pensaría que la
(aparente) desaparición del instrumento que prácticamente había monopolizado el
poder durante los últimos veinte años -en mi anterior columna me adelanté a
celebrarlo- daría lugar a un régimen postpopulista; sin embargo, viendo la
membresía partidaria de algunos miembros del próximo parlamento, queda la
sensación de que el partido que los auspició permitió que se camuflaran en sus
listas; quedó al descubierto, también, que los votos que alimentaron a la
fórmula ganadora provienen de sectores corporativos que recurrentemente
apoyaron -y se conjuncionaron- al MAS, en las figuras de Morales Ayma y Arce
Catacora.
De ninguna manera estoy
insinuado que ello está mal por definición. A algún lado debían dirigirse esos
votos -si no iban al “nulo”-. Eso es lo que no terminaba de “casar” en las
encuestas que, por otra parte, tampoco estuvieron muy alejadas de la realidad.
La duda que tengo es si tal cosa ocurrió por consigna, es decir por una transferencia
acordada y negociada, o por decantación natural hacia la opción más cercana al
populismo, vía el candidato a la Vicepresidencia-. En cualquier caso, podría
tratarse de un voto “prestado” que en otro momento podría retornar a manos del
franquiciante.
Y, justamente, la
deliberación relativa a la decisión a tomar en octubre se ha centrado no en la
figura de los candidatos a Presidente, sino en sus compañeros de dupla, los
candidatos a Vice, o a uno en particular, aunque la comparación con su par sea
inevitable.
¿Cuánto peso tendrá tal
consideración para inclinar la balanza en favor de uno u otro presidenciable?
En principio, por la importante distancia numérica, al PDC le bastaría con
volcar los “nulos” de la primera vuelta a su favor, dado que responden al mismo
componente político ya citado, con el matiz de que se trata del extremo evismo.
“Libre” lo intenta, pero, definitivamente, su votación de sustento proviene de
un público contrario a esa corriente, público más afín seguramente, al que
respaldó a Unidad y a Súmate en la primera vuelta. Suponiendo que consiguiera
su adhesión, tampoco le alcanzaría para ganar.
Es ahí donde entra el
factor de los “vices”. Por lo que se ha visto hasta el momento, el acompañante
de Paz Pereira es un sujeto de cuidado cuyas desbocadas intervenciones podrían
espantar a una parte -urbana, clase media- de su propio electorado; pero, otra
vez, eso que espanta a unos resulta atractivo para otros -refuerza su gen
populista autoritario-.
Por su parte, el segundo
de Quiroga Ramírez ha dado pasos acelerados hacia la comprensión del rol del
cargo vicepresidencial y ha superado su etapa “frívola”, lo que, eventualmente
le daría una ventaja cualitativa sobre el rival. ¿Podrá convertirla en
cuantitativa?
Haciendo analogía con la
célebre máxima que alude a la honradez de la mujer del César, diríamos que “El
vice del César no solo debe ser virtuoso; sino parecerlo”.
Y al expolicía no lo
siento muy virtuoso y menos me lo parece.