Ha transcurrido un mes de la gestión gubernamental liderada por Rodrigo Paz Pereira. Le quedan dos, en términos convencionales de “beneficio de la duda” que se suelen considerar en estos trances.
Por tanto, precipitarse a
reclamar por “incumplimientos” o, directamente, descalificar al nuevo gobierno,
no es apropiado, por decir lo menos.
Pero un mes, en las
circunstancias en las que el Presidente asumió el cargo -respaldado por un
equipo competente- parece una eternidad. La relatividad es ley.
Hay tanto por recomponer y
tan grande es el desastre, particularmente económico-financiero, que dejó el
régimen masista que para hacerse cargo de tal situación hay que tener un
sentido muy profundo de compromiso con el país. Se agradece y, en cierto
sentido, resulta hasta desconcertante que haya gente dispuesta a cargar
semejante fardo.
Al mismo tiempo, sin
embargo, se abre una amplia ventana de oportunidades de la que, si las acciones
gubernamentales logran reencaminar el rumbo del país, disfrutará la siguiente
gestión y la población en general.
Esto no quiere decir, como
algunos sostienen, que el actual sea un “gobierno de transición”, puesto que su
misión trasciende el mero hecho de pasar la posta al próximo con una pista
libre de piedras. No se puede realizar dicha proeza si no se logra cambiar
profundamente la estructura institucional -corrupta, prebendalista,
patrimonialista- que dejó el antiguo régimen, Y las primeras señales que dan
Presidente y sus colaboradores van en esa dirección. Eso no es solo
“transición”; es reforma -¿Calificaría usted como “gobierno de transición” al
de Paz Estenssoro entre 1985 y 1989?-
Más allá de lo conceptual,
es perceptible un nuevo aire en la sociedad: un optimismo moderado, consiente
de las limitaciones que la realidad impone, se deja sentir en el ambiente.
Probablemente por ello, la
reciente encuesta del Grupo Mori, difundida por Unitel, otorga a don Rodrigo
Paz Pereira un altísimo grado de aprobación. El dato, por otro lado, implica
una responsabilidad para no defraudar a la ciudadanía que le da este
impresionante voto de confianza.
El tiempo comienza a hacer
su trabajo y la impaciencia puede ser aprovechada por los retrógrados para
calentar el caldo de cultivo de la violencia. La responsabilidad no siempre se
adecúa a las urgencias y eso puede afectar a las decisiones (o a la
administración de éstas).
En la planificación con
enfoque hacia resultados de las empresas privadas se aplican instrumentos que
evalúan el alcance de las acciones en relación al cumplimiento de las metas.
OKR (Objetivos y
Resultados Clave) y KPI (Indicadores Clave de Desempeño) van señalando el
camino de la consecución de logros y de los ajustes que, en su caso, se
requiriesen.
Esto lo conocen, sin duda,
quienes tienen en la actualidad (los que se fueron no tenían idea de nada,
salvo de saquear al Estado) de conducir las diversas áreas del Gobierno, pero
la administración de la cosa pública tiene ciertas distancias con la privada.
No obstante, mientras más se acerque a ésta lo hará con mayor eficacia y
eficiencia.
Lo lamentable es que,
aparentemente, desde otra instancia del Estado, alentado por corrientes
regresivas, inclusive con nombre y apellido de su operador, se está gestando un
boicot para paralizar la gestión gubernamental.
Para superar esta
contingencia quizás sea pertinente que se vaya pensando en acercamientos, sino
alianzas, con elementos más afines que, superando algunos resentimientos, le
den certidumbre a la población. Menudo desafío.



