lunes, 29 de julio de 2024

¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!

 


Tendría yo diez años y mi hermano, ocho. A mis papás se les ocurrió mandarnos, sin que nadie se hiciera cargo de nosotros (¿se atreverían en estos tiempos los padres a mandar así a sus hijos?), por ferrobús, a Sucre, donde unos tíos nos recibirían -nunca supe por qué mi hermano, de nueve años, no nos acompañó, pero recuerdo que, con el ferrobús en movimiento, él exclamaba “no viajen, no viajen”-

Ya era estronguista -he contado en otros escritos la razón; en resumen: el siniestro aéreo de Viloco- pero nunca había ido a un estadio a ver un partido -mis papás no eran “de ir al match”- y resultó que mi tío y mis primos sucrenses sí lo eran. Ellos, estormistas (del Stormers); nosotros, del Tigre. Fue toda una epifanía -un “insight”, como se dice ahora-. Las figuras del aurinegro eran el boliviano Mario Pariente, el argentino Luis Fernando Bastida, y el aún paraguayo Luis Esteban Galarza. Desde entonces, me convertí en asiduo de las graderías.

De algún modo, conocía a los jugadores. El dueño de la embotelladora de gaseosas “Oriental” era también presidente del club y una de las promociones de sus productos era completar el equipo de entonces con tapitas en las cuales se encontraban los nombres de los jugadores. Justamente, “las claves”, esas tapitas difíciles de conseguir eran… Bastida y Galarza. Ya desde entonces, el arquero-símbolo del equipo era un ídolo. Probablemente, el premio al completar el plantel era una pelota. No la obtuve.

“¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! -declamó con voz potente-. ¿Quién sabe de dónde es este verso? Vamos, ¿nadie lo sabe?”. Así se presentaba ante sus estudiantes el profesor Keating en la película “La sociedad de los poetas muertos”.

“-Pues bien, sabed rebaño ignorante, que este verso lo escribió Walt Whitman en honor de Abraham Lincoln. En esta clase podéis llamarme señor Keating o, si sois más atrevidos, ´Oh, Capitán, mi Capitán´”.

Para mí, y para miles de Tigres, Galarza fue eso: El capitán de capitanes.

El barco sano y salvo ha echado el ancla, el periplo por fin ha concluido;
del azaroso viaje, el barco victorioso regresa logrado el objetivo.


sábado, 27 de julio de 2024

Laudato Si’: pelos y señales (Artículo publicado en la revista "Pluma y Papel" de la carrera de Periodismo de UNIFRANZ)


 

Las encíclicas son los documentos más importantes, en términos de doctrina, que los papas elaboran durante el ejercicio pontificio. Aun siendo muy extendido el tiempo en el que tienen a su cargo el destino de la Iglesia, generalmente emiten una sola, misma que llega a ser una suerte de sello de su administración del Vaticano.

Concebidas, en principio, como cartas pastorales dirigidas a la feligresía sobre temas de la fe, exclusivamente –y, por tanto, de alcance limitado a los fieles católicos-, a partir del siglo XIX dieron un giro hacia “asuntos varios”, como se dice en el orden del día de una reunión. Desde entonces, las encíclicas, si bien se producen dentro del ámbito eclesiástico, suelen abordar, también, temas que van más allá del mismo abarcando un campo de influencia mucho mayor.

Dentro de un año, la primera encíclica del siglo XXI cumplirá diez. Pero antes de ocuparme de ella, objeto del presente artículo, mencionaré, a manera de antecedente, a dos de sus predecesoras, enmarcadas en la Doctrina Social de la Iglesia, correspondientes a los siglos XIX y XX.

Se trata de las célebres “Rerum Novarum” (León XIII, 1891) y “Laborem Exersens” (Juan Pablo II, 1981). La pongo juntas porque ambas se ocupan, en general, de “lo social” y, en particular, del trabajo, abordando asuntos de carácter económico y político. La primera sirvió, inclusive, como inspiradora de corrientes políticas (socialcristianismo, democracia cristiana). Podría decirse que la segunda recoge, en buena medida, preceptos de aquella como la dignidad del trabajo y ambas coinciden en su crítica tanto a los excesos del capitalismo como al marxismo.

Para referirnos a Laudato Si’ (Alabado seas), la encíclica que firma el Papa Francisco I, hay que tener el cuidado de, si acaso uno tuviese reparos respecto al rol que el pontífice dio al Vaticano, de separar una de otra. Independientemente de la persona, el documento es un texto de enorme valía para la humanidad. Una vez más, la carta papal excede el ámbito de lo confesional para tratar asuntos terrenales –en este caso, nunca mejor dicho- apoyada, por supuesto, en la doctrina eclesiástica. Por tanto, su influencia y sus prescripciones son de alcance general al género humano.

Laudato Si’ da la línea para repensar la relación seres humanos – madre tierra y actuar en consecuencia. Tal es su importancia que ha permeado las discusiones medioambientales en todo foro, no siempre acompañadas de la voluntad política para adoptar sus orientaciones.

Así pues, se constituye en un llamado casi desesperado a las personas, instituciones y Estados (a través de sus respectivos gobiernos) a involucrarse en el cuidado y la preservación del planeta como la casa de todos -la Creación, en términos de la fe-; en el mejor sentido de sostenibilidad, integra lo social, lo económico y lo propiamente ambiental.

Aspectos como la contaminación, la deforestación y, fundamentalmente, la explotación irracional e incontrolada de los recursos naturales, tienen preponderancia en “la laudato”. Dicho de manera amplia, todo aquello que ahora es parte de la causa medioambientalista, y su correspondiente “plan de acción”, se encuentra en ella.

Más allá de la reflexión, siempre importante, esta encíclica es un llamado a la acción a los fieles, en primera instancia, y a la humanidad en su conjunto, sin distinción alguna. En este sentido, en más de un análisis de la misma, se la ha calificado como “poderosa”.

Adentrándonos en los fundamentos filosófico-confesionales de la carta, vemos que la misma vuelca la balanza en favor del ecologismo integral en oposición al antropocentrismo –quien piense que las Escrituras contienen un discurso unitario al respecto, está completamente errado. En los textos bíblicos se puede encontrar un sinnúmero de contradicciones, entre la que se encuentra, justamente, la mencionada, repartida en varios libros y versículos, unos más inclinados al antropocentrismo y otros, a lo que llamamos ecología-. Cuestiona, asimismo, con el dualismo cartesiano al ser considerado éste como el causante de la poca consideración que el ser humano para con su entorno.

Laudato Si’ está próxima a cumplir diez años, goza de plena vigencia y señala un camino, arduo pero generoso, para conciliar los intereses personales con la preservación de la casa grande.

miércoles, 24 de julio de 2024

Los aplazados

 


La preselección de candidatos a las elecciones judiciales -más de una vez he argumentado mi posición contraria a éstas, pero mientras permanezcan en nuestro ordenamiento jurídico hay que jugar con estas reglas- nos han traído un espectáculo mucho más entretenido que las dos anteriores veces que esto ocurrió.

Podría decirse que las anteriores eran más previsibles: una simulación de desinterés previo, una avalancha de postulantes y los “números puestos” por afinidad al régimen masista; todo bajo la sospecha de pruebas ya conocidas por los “elegidos”, sin mayor posibilidad de reclamo de fuerzas opositoras ante un esquema de poder secante. La disputa interna del MAS ha hecho más complejo el “cálculo” de intereses para la futura composición magistral del Poder Judicial, lo que le da un ingrediente de mayor suspenso al desarrollo de la carrera hacia el próximo sexenio.

Lo se “sexenio” es un decir porque, como ya sabemos, hay unos personajes que decidieron por sí y ante sí prolongar lo más posible su estancia en las cortes -se me antoja que les puede costar caro cuando, finalmente se vayan-.

Otro aspecto, aunque no nuevo, es la incertidumbre sobre la propia fecha de la elección -finalmente, ¿la habrá este año?- Para la anterior también la había, eso sí, sin el factor “autoprorrogados”. Parecería ser que el Gobierno no tiene la intención de que la haya pero, por otro lado, de no haberla se activan de inmediato las primarias partidarias, en las que, si la cabeza del mismo, Luis Alberto Arce Catacora, se presenta, corre el riesgo de perderlas ante su archirrival, el cocalero. ¿Cuál será para don Tilín “el mal menor”?

Justamente para esquivar posibles juicios, varios autoprorrogados se postularon a cargos en otros órganos del Judicial -no es permitido hacerlo al mismo-. A la mayor parte, el truco les funciono hasta la “no objeción” de sus documentos; ya en la etapa de examen no pudieron pasar a la siguiente, es decir que lo reprobaron o, como se dice acá, se aplazaron -ellos y otros más, pero lo sugestivo, como manifestaré luego, está en sus casos-.

Sin tratarse de un autoprorrogado -el mecanismo de designación de vocales electorales es diferente y, por los tiempos sigue en ejercicio de su mandato- el caso del ciudadano Tahuichi es el más llamativo dado que es el sujeto más mediático de cuantos se postularon. En principio dijo que se sometía a las reglas y aceptaba su aplazo, pero ahora sale con que “He sido víctima porque me han robado mi postulación al cargo del Consejo de la Magistratura” y decidió impugnar su reprobación. Los argumentos que arguye podrían ser válidos, pero los esgrime sólo a raíz de su mala performance. Ya varios aspirantes habían rendido un examen de similares características y el caballero se quedó callado. Seguramente si pasaba, así fuera “raspando”, no diría nada. Pero también está el detalle de que, en las mismas condiciones, algunos precandidatos alcanzaron la nota máxima (100).

A lo que iba: Ahora que nos enteramos de sus escasos conocimientos jurídicos, es por lo menos escandaloso que hayan sido -o lo sigan siendo- autoridades en sus respectivos tribunales. El origen de la depauperación de nuestra justicia se explica también por esto.

Y si de la preselección ya emerge una lista -un ránking, digamos- de los mejor calificados, ¿para qué someterlos a una votación general? La carrera de la judicatura es esencialmente meritocrática y debería bastar con la calificación de competencias -siempre y cuando primen la transparencia y la idoneidad de los examinadores- para que se acceda a los altos sitiales en la misma.