En tiempos de triste
recuerdo, circulaba un chiste -los bolivianos le encontramos gracia hasta a las
desgracias- que decía así:
- ¿Por qué los coroneles se cuadran ante el hambre cuando
lo ven pasar?
- Porque el hambre es General.
Ciertamente, en tales
términos, ya no es tan así -podríamos decir, para seguir con el chiste que
ahora el hambre sólo es “Mayor”-
Lo que sí ascendió a
General es la desinstitucionalización por lo que hoy todos los grados
inferiores se cuadran ante ella.
La expresión más grosera
-y las ha habido otras de grueso calibre en lo que va del régimen masista- de
tal estado de la no-institucionalidad ha sido el brulote que se despachó el
excomadante del Ejército, Juan José Zúñiga, quien ha llegado a afirmar que las
FFAA son “el brazo armado del Gobierno” (a efectos de amedrentar, perseguir y,
en ultima instancia disparar contra quienes no comulguen con el régimen).
Cierto es también que,
desde tiempos del gobierno del señor Morales Ayma, los militares jugaron a la
política de forma explícita -adoptando el eslogan del régimen, “¡Patria o
muerte, venceremos!”, en lugar del institucionalista “Subordinación y
constancia”- pero no llegaron tan lejos como Zúñiga. Este personaje, le debe el
cargo al MAS, que lo promovió a la Comandancia, a pesar de no calificar para la
misma dado que era uno de los peores de su tanda -es como que el burro del
curso fuera presidente del mismo-. Lo que le faltó en capacidad quiso
compensarlo con extremo llunkerío, pero, en tal afán, se pasó de revoluciones.
Aunque en nuestra historia
no ha sido infrecuente -durante décadas fue más bien “la regla”- la incursión
de militares en política, inclusive con denominaciones propias (RADEPA, “Vivo
rojo”), durante las dos primeras décadas de la democracia, los militares se
replegaron a los cuarteles cumpliendo el rol que la Constitución les asigna -en
determinado momento, tuvieron que ocuparse de ejecutar un estado de sitio,
confinamiento incluido-.
Alguna vez observé que la
palabra “militar” es unas veces sustantivo y otras, verbo -no debe haber muchas
así-. Pues bien, durante el tiempo en el que el régimen masista ejerce el
poder, los nuestros antes que militares los jefes de las FFAA son militantes
(del “proceso de cambio”) y no hicieron nada por disimularlo.
Pero, sin ser “brazos
armados”, otras instituciones empuñan otro tipo de armas para la persecución y la
penalización (cárcel) contra ciudadanos y autoridades que cuestionan el
accionar del régimen. Los órganos de la justicia, en general, están al servicio
de éste.
Mención aparte merece el
Tribunal Constitucional (al que le aumentaron lo de “plurinacional”). Este
órgano fue incorporado en la reforma constitucional de 1994, bajo la
consideración de que la interpretación y control constitucionales, ejercidos por
el Parlamento hasta entonces, no debían realizarse en esa instancia de carácter
político. El supuesto era que con una instancia independiente se evitaría la
“politización” en las resoluciones y fallos constitucionales. La idea funcionó
relativamente bien hasta que el MAS cooptó (elecciones judiciales incluidas)
dicha institución. Y, ya sabemos, hoy se debate en una crisis de legitimidad y
legalidad por la autoprórroga que se regalaron sus miembros y que cuenta con la
“bendición” del ala ”arcista” del régimen.
La desinstitucionalización
es General y amenaza con liquidar a la democracia, a tiros o a fallos.