En sentido filosófico –porque en origen es religioso y
místico, aunque lo que voy a exaltar tiene mucho de éste- una epifanía es,
según Andrea Imaginario, “una profunda sensación de realización al comprender
la esencia o la naturaleza de las cosas”.
Cuando veo la manifestación de la ciudadanía cruceña traducida
en un paro por una causa tan cara a su historia y a su porvenir, no puedo
pensar en otro término que no sea ese, epifanía.
Solo en tal estado, el conjunto de ciudadanos que la
enarbolan puede sostener durante un tiempo tan prolongado una medida de tal
naturaleza. A escala nacional, experimentamos al similar en 2019 ante la serie
de aberraciones constitucionales cometidas por el régimen de Morales Ayma,
siendo el fraude colosal la gota que derramó el vaso. Aquél se había mofado de
las sogas que usaba la gente para “clausurar” el paso vehicular y sus adláteres
apostaban a que dicha expresión de protesta no duraría ni dos días –Putin
también pensó que en dos días acabaría con Ucrania- y luego de veintiuno
terminó huyendo como buen pusilánime que cuando tenía todo el poder aseguraba
que “solo muerto dejaría el palacio”.
Reza el dicho popular, atribuido por unos a Tamayo y por
otros a Salamanca, que “se pueden sembrar nabos en las espaldas del pueblo”,
pero cuando la ciudadanía se percata de las protuberancias brotando en su lomo
señalará a los causantes de éstas y pedirá las cuentas respectivas.
Una vez más, el régimen salió a ningunear la acción
ciudadana focalizada esta vez en Santa Cruz y su lectura de la situación no podía
estar más errada. Hasta en declaraciones recientes –las del extraviado ministro
de Gobierno, por ejemplo- se apunta al “capricho de una persona”, en referencia
al actual Gobernador del departamento. ¡Pero qué visión más chata! El sustrato
de la causa cruceña es mucho más profundo que el de un liderazgo
circunstancial.
Ocurre que para que dicha causa vuelva a manifestarse de
manera explícita hace falta, de tanto en tanto, un catalizador y, para el caso,
se trata de la gambeta que hizo el régimen para postergar el censo hasta quién
sabe qué fecha de 2024 –curioso decreto que no especifica una, sino un rango-.
La intencionalidad política (y económica, pero sobre todo
política) del régimen al intentar engañar de forma tan grosera a Santa Cruz hizo
que moros y cristianos de la sierra y el llano, olvidando toda clase de
diferencias, se unieran y, al unísono, le plantaran al régimen la abrogatoria
del malhadado decreto.
Lejos de dar una explicación coherente sobre el porqué de
la postergación para el largo plazo del verificativo censal, luego de asegurar
que prácticamente todo estaba listo para hacerlo este 16 de noviembre, el
régimen respondió movilizando a sus esbirros hacia la zona del conflicto –haciendo
una pantomima de cumbre para legitimar su postura- y haciendo lo que mejor
hace: generar violencia –al extremo de utilizar a la institución policial para
tal efecto, al igual que lo hizo para atacar al mercado de coca legal-.
Pero ni así lograron reducir al ciudadano. Una causa
compartida por todos genera cohesión social; pero lo visto en Santa Cruz va más
allá de eso y, en mis términos, se convierte en epifanía ciudadana.
Desde los ocho departamentos que junto al agredido conforman
Bolivia debemos expresar, en sendos actos, el más enérgico desagravio a Santa
Cruz y expresar el más vehemente repudio al régimen fascistoide por su
miserable accionar ante la justa causa de no postergar más allá de 2023 el Censo
Nacional de Población y Vivienda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario