miércoles, 2 de noviembre de 2022

Santa Cruz, epifanía ciudadana

 




En sentido filosófico –porque en origen es religioso y místico, aunque lo que voy a exaltar tiene mucho de éste- una epifanía es, según Andrea Imaginario, “una profunda sensación de realización al comprender la esencia o la naturaleza de las cosas”.

Cuando veo la manifestación de la ciudadanía cruceña traducida en un paro por una causa tan cara a su historia y a su porvenir, no puedo pensar en otro término que no sea ese, epifanía.

Solo en tal estado, el conjunto de ciudadanos que la enarbolan puede sostener durante un tiempo tan prolongado una medida de tal naturaleza. A escala nacional, experimentamos al similar en 2019 ante la serie de aberraciones constitucionales cometidas por el régimen de Morales Ayma, siendo el fraude colosal la gota que derramó el vaso. Aquél se había mofado de las sogas que usaba la gente para “clausurar” el paso vehicular y sus adláteres apostaban a que dicha expresión de protesta no duraría ni dos días –Putin también pensó que en dos días acabaría con Ucrania- y luego de veintiuno terminó huyendo como buen pusilánime que cuando tenía todo el poder aseguraba que “solo muerto dejaría el palacio”.

Reza el dicho popular, atribuido por unos a Tamayo y por otros a Salamanca, que “se pueden sembrar nabos en las espaldas del pueblo”, pero cuando la ciudadanía se percata de las protuberancias brotando en su lomo señalará a los causantes de éstas y pedirá las cuentas respectivas.

Una vez más, el régimen salió a ningunear la acción ciudadana focalizada esta vez en Santa Cruz y su lectura de la situación no podía estar más errada. Hasta en declaraciones recientes –las del extraviado ministro de Gobierno, por ejemplo- se apunta al “capricho de una persona”, en referencia al actual Gobernador del departamento. ¡Pero qué visión más chata! El sustrato de la causa cruceña es mucho más profundo que el de un liderazgo circunstancial.

Ocurre que para que dicha causa vuelva a manifestarse de manera explícita hace falta, de tanto en tanto, un catalizador y, para el caso, se trata de la gambeta que hizo el régimen para postergar el censo hasta quién sabe qué fecha de 2024 –curioso decreto que no especifica una, sino un rango-.

La intencionalidad política (y económica, pero sobre todo política) del régimen al intentar engañar de forma tan grosera a Santa Cruz hizo que moros y cristianos de la sierra y el llano, olvidando toda clase de diferencias, se unieran y, al unísono, le plantaran al régimen la abrogatoria del malhadado decreto.

Lejos de dar una explicación coherente sobre el porqué de la postergación para el largo plazo del verificativo censal, luego de asegurar que prácticamente todo estaba listo para hacerlo este 16 de noviembre, el régimen respondió movilizando a sus esbirros hacia la zona del conflicto –haciendo una pantomima de cumbre para legitimar su postura- y haciendo lo que mejor hace: generar violencia –al extremo de utilizar a la institución policial para tal efecto, al igual que lo hizo para atacar al mercado de coca legal-.

Pero ni así lograron reducir al ciudadano. Una causa compartida por todos genera cohesión social; pero lo visto en Santa Cruz va más allá de eso y, en mis términos, se convierte en epifanía ciudadana.

Desde los ocho departamentos que junto al agredido conforman Bolivia debemos expresar, en sendos actos, el más enérgico desagravio a Santa Cruz y expresar el más vehemente repudio al régimen fascistoide por su miserable accionar ante la justa causa de no postergar más allá de 2023 el Censo Nacional de Población y Vivienda.

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