miércoles, 22 de septiembre de 2021

Operación "Plátano maduro"




 En los cálculos previos a las elecciones autonómicas (“subnacionales”), el régimen de Morales Ayma, erróneamente, las tomó como un correlato de las generales y las supuso en el bolsillo pensando en el ejercicio del poder total(itario). Su campaña se basó en amenazas de cortar ingresos y proyectos a ciudades y departamentos si acaso sus habitantes osaban dar la victoria a candidatos de oposición, sobre todo cuando las encuestas, luego ratificadas en los resultados electorales, mostraban mayor intención de voto hacia candidatos no oficialistas en las grandes urbes y en varios departamentos –esto, sumado la imposición de candidatos en el MAS, causante de fisuras en su seno-.

Durante la fase de impugnaciones, se puso en cuestión la habilitación, por motivos de residencia, de dos candidatos a alcaldías: César Dockweiler a la de La Paz y Manfred Reyes Villa a la de Cochabamba. Si se inhabilitaba al segundo, por analogía, tendría que inhabilitarse al primero; por tanto, el régimen tomó la decisión política para que su instrumentalizado Poder judicial diera luz verde al señor Reyes Villa, quien, como se sabe, corrió mejor suerte que el señor Dockweiler en los comicios.

Si Morales Ayma y su pandilla querían sacarse de encima al actual alcalde de Cochabamba, el momento era aquel; el argumento jurídico era sólido. En cambio, la forma en la que se lo quiere apartar del cargo ahora es absolutamente absurda, y los es más aún cuando el burgomaestre goza de una legitimidad indiscutible y que, en el breve tiempo que tiene de gestión ha demostrado estar a gran distancia, en términos positivos, de sus desastrosos antecesores recientes (Castellanos y Leyes).

Menciono el asunto porque es el más delicado; pero no es el único, no todos son del mismo tipo. El régimen de Morales Ayma está decidido a destruir lo que queda de democracia para tomar las instituciones a las que no pudo acceder por la vía democrática y, colateralmente, emitir normas cada vez más restrictivas de la libertad.

Luego de una aparente admisión de su catastrófica derrota en las elecciones autonómicas, la arremetida totalitaria es evidente: asedio a la marcha indígena, golpe a la dirigencia de los cocaleros de Los Yungas, elaboración de leyes atrabiliarias, intimidación al alcalde de La Paz y al expresidente Mesa, agresiones a periodistas mientras cumplen sus funciones, insistencia enfermiza en un supuesto “golpe de Estado” y un largo etcétera de acciones de carácter autoritario.

Si bien algunos de éstas se venían gestando anteriormente, ha sido en los últimos 15 días que se han acelerado y agudizado. Y no parece casual que ocurra así. El recientemente elegido por enésima vez como máximo dirigente de los cocaleros del Chapare se reunió con el tirano venezolano –poco antes lo hizo con el cubano-. No fue para jugar badmington, supongo. El caso es que en Cararacas recomendó la ingesta de “plátano maduro” a los revolucionarios, y todo el aparato judicial-político del régimen de Morales Ayma comenzó a apretar el acelerador -¡hay que ver con cuánta diligencia se emiten comparendos y se aprueban leyes de tinte persecutorio!-

Entretanto, los organismos que velan por los derechos humanos expresan su preocupación, lo que parece no hacer mella al régimen, cuyo camino hacia el totalitarismo fue (re)definido fuera del país.

Como otras veces, se precisa de la coordinación entre las fuerzas democráticas ciudadanas para evitar la escalada dictatorial. De no ocurrir esto, los bolivianos acabaremos con un plátano en el cu…ello.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

El MIR ha muerto, ¡larga vida al MIR!

 



Ayer, la expresión más representativa de la lucha por y la posterior construcción de la democracia en Bolivia, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) celebró 50 años de presencia en la historia política del país.

Nació en la clandestinidad y llegó a sus bodas de oro en una especie de clandestinidad. Con su personería jurídica cancelada hace años, una suerte de muerte legal, como salidos de las catacumbas, cientos de militantes –no quiero sobrestimar la cantidad, pero a escala nacional, pudo haber superado el millar- se manifestaron públicamente en plazas y calles de diversas localidades para dejar testimonio del patrimonio político que, por mucho que se trate de ignorarlo o denigrarlo, está más vigente que nunca, no de manera orgánica sino por la necesidad que tiene Bolivia de reencaminar la democracia, cuyo ejercicio se encuentra secuestrado por un proyecto de carácter autoritario y excluyente.

Es decir, puede ser que formalmente no haya MIR, pero hay un mirismo cuya irradiación hacia el campo democrático es lo que se requiere para superar este periodo de déficit democrático. Fíjese que no hablo de personas; mi inquietud se dirige hacia una serie de grupos que emergen en tiempo de elecciones y cuentan con personería jurídica, pero les falta lo que al “muerto” le sobra: una idea de Estado, una explicación del nuestro país, un legado…

Ya fuera en su forma institucional (con sigla vigente y organización activa) o en su manifestación testimonial, la expresión política de la que hablamos es como una rosa de los vientos que puede señalar el camino a organizaciones que oponen resistencia al régimen del jefazo.

Fundado hace medio siglo como resistencia al gobierno de facto que se instauró en agosto de 1971, al MIR le cupo administrar el aparato estatal en diversas circunstancias; la más feliz fue aquella en la que un mirista que, en virtud de la aplicación del artículo 90 de la anterior Constitución, mostrando que se puede concertar entre opuestos, accedió a la Primera Magistratura. En esa misma línea, ya en pleno ejercicio del poder, tuvo la grandeza de involucrar a todos los actores políticos del momento en la firma de un acuerdo nacional por la modernización del Estado y sus instituciones, entre ellas la Corte Nacional Electoral (9 de julio de 1992). Otras participaciones del MIR en la administración pública fueron menos afortunadas.

Lejos del fervor crítico de la oposición de aquel tiempo, la gestión 1989-1993 brilla con la luz de la esperanza en días mejores para Bolivia; yo la denomino “Los años que crecimos en Paz”. En opinión del sacerdote y periodista Eduardo Pérez Iribarne, “Jaime Paz hizo un gobierno serio y responsable; no me atrevería a calificarlo como muy bueno, pero lo hizo responsablemente. Y fue un tiempo de paz social, lo manejó muy bien” (Radio Fides, 30 de julio de 2003). Por su parte, Ricardo Sanjinés, en su texto sobre 25 años de democracia, apunta: “Hay coincidencia en afirmar que el de Jaime Paz fue un gobierno bueno, constructivo, sin traumas ni perseguidos. Pero tuvo mala prensa por algunos estamentos donde hubo corrupción”.

No se puede, en fin, hablar de democracia sin considerar a sus constructores, el MIR, entre los fundamentales. En ese sentido, varios de sus miembros sufrieron el exilio, la persecución, la tortura, atentados contra su vida y la masacre que dejó a mártires. Honor y gloria para ellos.

Hay una profunda huella por retomar, misión que queda en manos de nuevas generaciones que quieran recibir tan inmenso legado. El MIR ha muerto, ¡larga vida al MIR!