miércoles, 16 de junio de 2021

De Bono, el sombrerero loco

 



Muy poca tinta, a mi juicio –tan poca que yo, que me considero medianamente bien informado, me enteré tres días después- ha corrido luego del deceso de Edward de Bono, por lo que hoy he decidido salpicar con un chorrito en tributo suyo a esta columna.

Probablemente uno no esté muy consciente de ello, pero muchas de las acciones que uno realiza en los diferentes ámbitos de desempeño, tengan relación, más próxima o más remota, con los frutos de la cosecha del maltés que partió a la eternidad el 9 de junio.

Edward Charles Francis Publius de Bono nació en 1933 en La Valeta en la isla mediterránea de Malta, entonces una posesión británica. Su padre, Joseph Edward De Bono, era profesor de medicina. Josephine, su madre, era una periodista que desempeñó un papel destacado en la campaña por el sufragio universal en Malta (donde finalmente se concedió el voto a las mujeres en 1947). 

Edward Jr. Siguió los pasos de su padre y mentor. Entonces, ¿estamos hablando de un médico? En principio, sí; pero su aporte fundamental no vino de este campo. En el mejor sentido, De Bono era un polifacético, una suerte de renancentista que se coló en el siglo XX.

Uno de sus campos de interés, precisamente el que le otorgó nombradía mundial, fue el del estudio del pensamiento creativo; pero no fue un teórico en la materia –para eso estuvieron Guilford, Csikszentmihalyi, Sternberg, e incluso Gardner-. Fue, más bien, un desarrollador de técnicas, una en particular, para “liberar” el lado divergente del pensamiento.

Su nombre está asociado al concepto “pensamiento lateral” del cual derivan aquellas técnicas. Se le atribuye la invención de tal concepto, aunque, en rigor, lo que hizo fue agrupar una serie de manifestaciones de la creatividad, algunas ya observadas por Aristóteles, y, por supuesto, le puso el nombre -la mejor prueba de los postulados del pensamiento lateral y de sus resultados, sin duda-

Al meter en la misma bolsa al sentido del humor, a la anécdota, a la metáfora, al doble sentido, al sarcasmo, entre otros, De Bono puso en evidencia su utilidad a la hora de la resolución de problemas y de la generación de ideas.

Su marca registrada, la técnica más popularizada, fue “Seis sombreros para pensar”, una manera lúdica de interrelacionar seis distintas formas de pensamiento para considerar situaciones que requieren soluciones no convencionales. A este modo de abordar los procesos de generación/evaluación de ideas se lo denomina “pensamiento paralelo” –en sí mismo, muchas formas de pensamiento en diálogo para explorar diversos caminos, recursos y herramientas que conduzcan a soluciones-. El método tuvo gran acogida en el campo empresarial, permitiendo, además, que los ejecutivos cambiaran la corbata por “el sombrero”. Su legado incluye otros aportes derivados de aquel.

No tuve el gusto de conocerlo personalmente, pero formé parte, durante la segunda mitad de la primera década de este siglo, del grupo “IM-BOOT”, con centro en Alemania, que congregaba a investigadores y a gente involucrada en la exploración de los procesos creativos. De aquel entonces, recuerdo que se nos pidió mencionar, a criterio de cada quien, la innovación más relevante. Si mal no recuerdo, yo anoté la fotografía digital, pero recuerdo muy bien que De Bono puso “el brassiere”. Sorprendente, cuando menos.

Cierro, a la manera que seguramente la hubiera hecho el hombre, con una anécdota: a un grupo de mis estudiantes le tocó la tarea de realizar una exposición sobre el trabajo de De Bono. Llegado el día, ¡sorpresa!, la presentación versaba sobre Bono, el cantante del grupo U2. Pensamiento lateral, digamos.


sábado, 5 de junio de 2021

La noble Amparo


 


No faltan temas para abordar en esta ocasión. El de calamidad que azota al país con uno de los índices de letalidad más altos de la región ante un, por lo menos, cuestionable manejo de la crisis sanitaria por parte del Gobierno, empecinado en monopolizar la adquisición y asignación de insumos, interfiriendo, incluso, en iniciativas de gobiernos locales; el de la detención del exministro Murillo en Estados Unidos bajo cargos de soborno y lavado de dinero que el Gobierno usa para cargarse de medallas y para forzar un vínculo –inexistente, por cierto- con lo que llama “golpe”; la insistencia del Gobierno en negar el grosero fraude de octubre de 2019, y otros asuntos dignos de mayor extensión.

Sin embargo, hay que elegir, y he optado por dedicar –justamente en tono de dedicatoria y homenaje- la presente entrega a un anuncio no menor dada su significación simbólica: la propuesta, cuya campaña se lanzó hy, 5 de junio, de postular a Amparo Carvajal al premio Nobel de la paz; noticia grata por donde se la vea.

Comienzo por los versos que Luis Rico hizo para ella: Tu vocecita pequeña/

Te hace decir palabras gigantes/Democracia, Derechos Humanos/Solidaridad, Mujer/Tu vocecita pequeña/Te hacer evitar el lenguaje del odio/Guerra, Dictadura, Muerte/Infanticidio, Dolor, Feminicidio/Tu vocecita pequeña/Te hace callar de modo prolongado/para escuchar las palabras:/Necesito, Ayuda, Justicia, Útil,/lo necesario para encontrar vida/Es posible que tengas/Que agrandar tu voz/cuando tengamos que aprender/las palabras gigantes,/las palabras evitadas,/las palabras calladas,/para escuchar tu grito necesario,/tu grito dicho con Coraje/en la cara de los nuevos dictadores. Un retrato poético que la pinta de cuerpo entero.

 

Hacia finales de 2018, Página Siete convocó a sus colaboradores a mencionar el nombre de quien consideraban el “personaje del año” de aquel año. Prácticamente por unanimidad, Amparo resultó la merecedora de tal honor. Recalco lo del año para que a nadie se le ocurra señalar que la postulación obedece a hechos más recientes, Carvajal lleva décadas en incansable actividad por la democracia y por los derechos humanos ¡Cuán insultante resultaría para ella la vez que un abusivo que se creía insustituible hizo declarar que la reelección indefinida es un derecho humano!

 

Aquella ocasión, el fallecido fotoperiodista Samy Schwartz, quien compartió con ella las jornadas de terror en las que el régimen del “insustituible” reprimió a los marchistas del TIPNIS, saludó a su amiga: “Es para mí un honor contar con la amistad de una de las personas que más admiro por su perseverancia y valentía en este planeta. Pasamos muchos momentos críticos, pero nunca mirando atrás. Amparo, tú eres un ángel en la Tierra. Te deseo salud y felicidad. Shalom”.

 

Amparo también estuvo presente reclamando el derecho de la mayoría ciudadana que voto contra la reelección en el referéndum del 21 de febrero de 2016. Su defensa de la democracia, le valió ser descalificada, amenazada y acosada por los autoritarios desde 1971 –vuelvo a señalar un año específico para, nuevamente, recalcar la larga data de su apostolado-. Fue figura clave para la liberación del médico Jhiery Fernández, víctima, entre otros, de quien ahora ostenta el cargo de juez. Igualmente, intercedió por la liberación de Franclin Gutiérrez, otra víctima del régimen autoritario pasado.

 

Sus buenas acciones podrían llenar cientos de páginas, como seguramente ocurrirá con los argumentos que el CONADE remitirá a la Academia, pero, aunque finalmente no obtenga el Nobel, nadie le quitará lo noble.