Dejémonos de cuentos: el tan popular término “posverdad” es
solamente un eufemismo para no decir “mentira” o “falsedad”; su uso,
ciertamente, da un toque de elegancia y de aire intelectual.
Veamos estos casos. Cierto: “Da Vinci pintó La Monalisa”;
posverdad: “Rafael pintó La Monalisa”. La segunda premisa es, en buen
cristiano, falsa, pero suena “cool” llamarla con la palabra de moda. ¿Por qué
no llamar mentira a la mentira, y falsedad a la falsedad? ¿Lenguaje
políticamente correcto, simple esnobismo intelectual o descarada
intencionalidad política?
Resulta a todas luces conveniente a quien falsea los hechos
o miente descaradamente que sus patrañas sean llamadas “posverdades” porque a
cierto público afín le sugiere algo más allá de la verdad o una segunda verdad
en disputa con el hecho real. Buen negocio político este de la mentira en
píldora dorada.
La mentira más exitosa de los últimos tiempos es la que,
con toda su artillería jurídico/político/mediática, puso a circular el régimen
de Morales Ayma con el Gobierno de Arce Catacora como operador de la misma. Me
refiero, por supuesto, a la peregrina idea de un golpe de Estado supuestamente
perpetrado por “la derecha” que habría usado a las FFAA para tal cometido,
cuando lo que en realidad pasó es que se la cadena de renuncias, se generó un vacío
de poder que fue resuelto, en estricta sucesión constitucional, en la persona
de la segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, una parlamentaria
relativamente desconocida hasta entonces, sucesión luego avalada por el
Tribunal Constitucional. La aplicación constitucional dejó, además, intacta la
conformación del Congreso en sus dos cámaras.
El constructo de la mentira ha sido revelado por el
ministro de Justicia quien, en un arranque de franqueza o en una traición de su
inconsciente, dio detalle de cómo se armó la misma. Pero no contaba con que
testimonios del propio Presidente y del ministro de la Presidencia daban fe de
la constitucionalidad del gobierno transitorio y con que, de mano propia, Morales
Ayma escribiera que decidió renunciar antes de la sugerencia que le hiciera el
comandante (“su” comandante) de las FFA a la que siguieron otras como la de su
Defensora del Pueblo y la de su Secretario General de la Central Obrera.
Con este antecedente, ahora saltamos a lo manifestado por
el vicepresidente Choquehuanca en sentido de que el régimen pretende ir “más
allá de la democracia”, o sea llevarnos a una “posdemocracia” que, por el
razonamiento previo no es más que una democracia de mentira o, en buen
cristiano nuevamente, una vulgar autocracia totalitaria –estilo Corea del
Norte, digamos, linda “posdemocracia”-.
Habrá que recordarle al señor Canciller que,
independientemente de las formas que cada Estado adopte –presidencialismo,
parlamentarismo, representativa, semidirecta, etc.- hay ciertos pilares, principios
y valores democráticos; y que cuando alguno es cercenado –el debido proceso
judicial, por ejemplo- se está poniendo en cuestión a la democracia misma, y
que cuando lo son varios, prácticamente estamos en lo opuesto a la democracia.
¿Es esa la “posdemocracia” que se nos ofrece?
Resulta paradójico que en pleno siglo de la información y
el conocimiento estemos a expensas de iluminados que proclaman que en
democracia las minorías deben someterse a la mayoría como si la mayoría
transitoria perdiera automáticamente sus derechos al instaurarse otra mayoría
transitoria.
Sabemos que el Canciller no es amigo de la lectura, pero
bien haría, por una vez en su vida, en leer a Montesquieu (división e
independencia de poderes), a Sartori (problemas de la democracia), a Bobbio
(superioridad moral y política de la democracia) y a Morlino (indicadores de la
calidad de la democracia), entre otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario