No es necesario ser entendido en fútbol
para estar familiarizado con la popular expresión inglesa hat trick, que indica que un jugador ha marcado tres goles durante
un solo partido, algo no muy frecuente, aunque tampoco extremadamente inusual.
De esto último sabía muy bien la clientela
política del dictador atrincherado en Argentina que aplaudía a rabiar, y con
dianas de fondo, los goles que éste marcaba –al por mayor- en partidos
propagandísticos diseñados –y transmitidos- para elevar su aura de portentoso semidiós.
Desde que se afincó en la tierra de Charly
García, gozando de la generosa protección del régimen kirchnerista, el aludido
está jugando otro encuentro y, como de costumbre, lo hace con rodillazos de
antología.
La diferencia con sus anteriores jugadas es
que en el nuevo escenario ya no maneja los hilos del poder y lo que antes eran
goles se han convertido en autogol(p)es. El sujeto sigue introduciendo tantos
al arco, pero al propio. ¿Qué otra cosa sino un hat trick a la inversa es el conjunto de autogol(p)es que el hombre
se ha metido? Uno a uno, iremos analizando dichos tantos en contra.
Apenas comenzado el juego en suelo gaucho, el
terror del área hizo, de panza, el primero de tres gol(p)es a su propio arco.
En un arranque desde media cancha disparó el ya célebre llamado a organizar
milicias armadas a su hipotética vuelta al país en el que es detestado por el
70% de la población. Semejante despropósito se volcó en contra suya causándole
una reconvención –un sonoro jalón de orejas- de parte de su desprendido
anfitrión que le recordó que es libre de hacer campaña siempre y cuando no
comprometa al Estado argentino en sus negociaciones para salir del fango
financiero en el que se encuentra. Como pocas veces en su vida, la situación
obligó al dictadorcillo a tragarse sus palabras. Pero la tribuna ya había
registrado el autogolazo.
Poco le duró al sujeto el arrepentimiento –y.
curiosamente, el régimen “K” esta vez se hizo al desentendido- porque ante su
inhabilitación como candidato a senador –mirando una toma de la silla
presidencial por la vía de la sucesión, en un plan perversamente urdido- el autogoleador
anotó, ahora de nariz, una especie de blooper,
el segundo guarismo a su pórtico: amenazó a Bolivia “revelando” que tiene
amigos militares –“patriotas”, los llamó- que lo tienen al tanto de lo que sucede
y que seguirá en contacto con éstos. Sin duda, su intención es la de sembrar
dudas al interior de las FFAA y provocar una desestabilización del país. Lo que
no parece apropiado es la falta de respuesta –al menos yo no me enteré de
alguna, si es que la hubo- de las FFAA
ante la afrenta de que fueran objeto por parte del tirano autodesterrado. Aun
así, el arco del individuo quedó, una vez más, “perforado” (para usar un
término con el que se refería a las mujeres).
Comoquiera que sus bravuconerías ya no impresionaban
ni a propios ni a extraños, este personaje de historieta barata, patrocinado
por sinvergüenzas de toga, intenta recurrir al clásico “le meto nomás”
intentando burlar la ley que ha declarado inapelable su inhabilitación. Como
cualquier parroquiano sabe, la última palabra en materia electoral la tiene el
Poder Electoral, instancia repuesta en la Constitución promovida por el partido
de quien ahora se presenta como víctima del sistema.
Con esta acción, “el que no puede entender”
encaja otro autogol(pe) a su valla y agota su munición menuda –la gruesa ya la
gastó en octubre- y se convierte en un invitado apestoso para la Casa Rosada.
Bolivia, democrática y libre, ya no está
para aguantar rodillazos.