No. No vamos a versar sobre endocrinología o
neurología.
La intención es algo más pedestre: desentrañar
la relación del régimen con ciertas sustancias que hacen las veces de
mensajeros químico y con las células nerviosas –íntima relación, por cierto-.
Más allá de la clasificación formal de las
mismas, el régimen introdujo la variedad “hormonas amazónicas”, para referirse
al carácter fogoso de un amante en celo. El asunto podría haber sido
considerado anecdótico si no involucrase a figuras poderosas del régimen ya una
femme fatal que hizo de las suyas con
la gracia de éstas, a quienes, por todo lo evidenciado, tenía a sus pies.
O sea, que una buena parte de la parte
masculina del régimen andaba con las hormonas revueltas durante los años en que,
hasta su descubrimiento, un asunto de favores político-sexuales se desarrollaba
bajo las sábanas del poder.
Las revelaciones sobre el tema, que incluyen la
supuesta existencia de un hijo de la noble estirpe orinoquiana, reconocido ante
autoridad competente por el progenitor y luego negado por él mismo. Lo grotesco
del asunto fue que mientras el padre al que se atribuyó la semilla del pequeño,
toda su cohorte señalaba haberlo conocido, pero cuando se supo del “engaño”,
todo el entorno palaciego negaba la existencia del chaval.
Pasados los titulares sobre el hecho y con la
protagonista del culebrón entre rejas, aún hay preguntas en el aire; la más
obvia: ¿Cómo un padre (no padre) puede firmar un reconocimiento de paternidad
sin conocer al supuesto hijo?
Quizás este asunto no hubiese pasado a mayores
si es que no salía a la luz la existencia de CAMC, una empresa de origen chino
que, con un capital irrisorio, obtenía jugosos contratos por la vía directa, en
una evidente comisión de tráfico de influencias cuya cabeza era, precisamente,
la bomba sexual de esta historia.
Tiempo después, un personaje que se las da de
iluminado proclamaba haber sido (infra)dotado por natura con setenta mil
millones neuronas cuando, como se sabe, un cerebro estándar contiene entre
ochenta y seis mil millones a cien mil millones de aquellas. Luego de semejante
admisión, muchas cosas adquirieron sentido, comenzando por los desvaríos del
sujeto en cuestión.
¿Quién habría de imaginar, por entonces, que
tiempo después un tema de neuronas pondría en evidencia, una vez más, el
carácter corrupto del régimen? Me enteré del asunto no por la vía regular de
las noticias, sino por una publicación en red que tuvo su correlato en una
columna de opinión, ambas de Alfonso Gumucio. Rápidamente, los medios
independientes se hicieron eco de la denuncia y al Gobierno no le quedó más que
ordenar una investigación al respecto.
Para ponerlo en simple, salvando distancias
–acá, aparentemente, no hay un componente hormonal-, se trata de un caso
análogo al de CAMC, puesto que la “empresa” involucrada en el escándalo declara
una suma ínfima como capital ($us 5.000) cuyo “cerebro” se pavoneaba por la
vida mostrando sus contratos por aquí y por allá – a estas alturas, ha retirado
hasta los créditos de la película por la que el régimen le abonó un monto
respetable sin que medie invitación pública o cosa por estilo- Para hacer más
surrealista éste y otros robos (doce y medio millones de bolivianos en total) perpetrados
por la “consultora” mexicana con la venia del régimen, dicho filme tiene como
nombre “El Robo”.
Una explicación plausible es que la sección
“Oportunidades” del régimen ha desarrollado un modus operandi para hacer sus
turbios negocios; podríamos decir, sin embargo, por los casos expuestos, que no
hay crimen perfecto.
Ayer fue la Hormona; hoy es la Neurona. ¿Será
mañana la Silla Turca?
No hay comentarios:
Publicar un comentario