Entre las muchas consignas que quien luego habría de
desempeñarse como Vicepresidente de Bolivia, propalaba con su estilo
deslumbrante, sobre todo para los menos avisados, aprovechando el espacio que
el canal PAT le brindaba, estaba aquella de raigambre gramsciana de que “la ley
es la voluntad del poderoso hecha norma” –además de otras por estilo-. Me
refiero, por si no quedó claro, al Sr. Álvaro García.
Analizando el proceder de este individuo desde que se hizo
poderoso, hace más de diez años, resulta obvio que el régimen, a instancias
suyas, aplicó a rajatabla aquella prescripción. No obstante, los resquicios que
dejaban algunas de tales normas jugaron también en contra del propio régimen.
“Voluntad del poderoso” quiere decir imposición, vale decir todo lo contrario
del “gobernar escuchando” que la propaganda masista quiso hacer creer. ¡Las
winflas!
La mayor parte de las veces que normas impuestas por el
régimen –tener dos tercios en el Congreso permite imponer cualquier barbaridad-
cuya verificación quedaba en manos de la decisión del soberano, el régimen
sufrió reveses vergonzosos de los cuales comienza a pagar factura. Repitiendo
recetas de regímenes afines, sin embargo, se las ingenió para salir
deshonrosamente del fango mediante la emisión de otras leyes –“correctivas”,
llamémoslas- que compusieran las anteriores. Este método es particularmente
notorio –por su propio peso- en los mecanismos que utilizó para prologarse en
el poder más allá de los límites constitucionales –establecidos en “su”
Constitución-.
Para el caso, el mecanismo más efectivo a su disposición fue
la consulta al Tribunal Constitucional Plurinacional, criatura hecha a su
medida para satisfacer la voracidad de poder del régimen encabezado por el Sr.
Morales Ayma. La retorcida imaginación de sus operadores ha llegado a inventar
un “derecho humano a la reelección indefinida” que su brazo político de control
de constitucionalidad, el susodicho TCP, ha dado por bendecido yendo contra
toda doctrina en la materia y contra el propio sentido común solo con el
propósito de burlarse del resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016,
que le fue adverso e intentar forzar la habilitación, por parte del Tribunal
Supremo Electoral, del Sr. Morales Ayma, a las próximas (y sucesivas)
elecciones.
Otro mecanismo “correctivo” de su derrota del 21F, ha sido
utilizar la Ley de Organizaciones Políticas para el mismo propósito. Tal norma
preveía la realización de elecciones primarias desde la subsiguiente elección
general (hacia finales de 2024) – así lo manifestaron la expresidenta del OEP,
Katia Uriona y uno de los consultores a cargo de la redacción de dicha ley,
Carlos Hugo Molina-.
Curiosamente luego de una reunión en la residencia
presidencial, en flagrante transgresión a la independencia de poderes, el
propio tirano anunciaba la realización de tales comicios para este año,
reglamento de convocatoria de por medio, acelerando tiempos y desactivando una
formidable movida ciudadana en torno al 21F, ya que, dada la premura electoralista,
algunas plataformas se entregaron al primer canto sirenas que escucharon.
Ahora bien; comprendo que la maniobra que pretende legitimar
la candidatura del sujeto que no quiere dejar el poder haya puesto a los
actores políticos en una situación “Catch 22” (interpretación al uso: “te jodes
si no lo haces; te jodes si lo haces”). Y bien, optaron por hacerlo –entrar al
juego del régimen- a un costo altísimo en cuestión de lealtad para con el voto
del soberano emitido el 21F. Y los primeros tropiezos están a la vista
(continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario