Las últimas dos semanas
fueron, en materia gramatical, las del sustantivo adjetivado y el adjetivo
sustantivado. “Náusea”, “vomitivo”, “asco” y “arcadas” estuvieron entre los
términos más expresados tanto en las calles como en las redes.
En mi anterior columna
caracterizaba como vergonzoso el comportamiento del organismo electoral con la
ingenua esperanza de que pudiera enmendar su grosero proselitismo oficialista.
Lejos de ello –contrariamente, más bien- respondió con dos barrabasadas de
grueso calibre: impuso un calendario de campaña sin la previa –lógica, además-
emisión de un reglamento de la LOP y negó la personalidad jurídica nacional al
partido del alcalde de La Paz.
Respecto al reglamento –que hasta
el momento en que escribo estas líneas no es conocido- el infame TSE no se
decidía si habría de considerar un periodo para las impugnaciones o no. Lo
último que se supo, por declaración del operador del régimen Antonio Costas, a
la sazón vocal electoral, es que lo habrá, pero de “muy corta duración” (como
para que nadie pueda legalizar las pruebas que sustenten las impugnaciones
contra el candidato imposible -por mandato constitucional y por decisión
popular expresada en referéndum-) para apadrinar dicha candidatura contra toda
legalidad y contra el propio sentido común.
En relación al partido del
alcalde, mi observación no se vincula a algún afecto por dicha organización –por
la que más bien siento alguna antipatía precisamente porque anduvo guiñándole
el ojo al MAS, al extremo de recibir halagos vicepresidenciales que la
calificaron como “oposición inteligente”- sino por una consideración de Perogrullo:
el partido del alcalde es una organización viva, presente en la deliberación
pública con innegable influencia, sobre todo en la sede del Gobierno. Digo esto
porque en marzo de este año el mismo tribunal masista otorgó dicha personalidad
a una organización fantasma de nombre “PanBol” cuyo “jefe” duerme el sueño
eterno y cuya “militancia” es invisible -¿Conoce usted algún “panbolista”
medianamente influyente? ¿Cómo pudo este espectro juntar más de cien mil firmas
sin observaciones?-. Una hipótesis plausible alude a un partido “señuelo”
apadrinado por el régimen (incluido el propio TSE), con préstamo de militancia
incluido, para fabricar un oficialismo disfrazado de oposición. Si esta inexistente
agrupación obtuvo la tan codiciada personalidad jurídica, resulta absolutamente
incongruente que el partido del alcalde no lo hiciera.
Si el TSE no siguió siendo el
blanco de las diatribas es porque otro hecho de dimensiones monstruosas conmueve
a la ciudadanía y pone en evidencia lo que todos, excepto el régimen que es su
promotor, saben: desde hace una década, la justicia, nuestra justicia, está
podrida. Ni dos elecciones judiciales en las que el régimen perdió por
abultadas goleadas, sirvieron para que éste se diera por aludido; por el
contrario, siguió “metiéndole nomás” hasta que, gracias a un ciudadano sensible
y con los nervios bajo control, logró obtener un registro/confesión de cómo el
régimen maneja la justicia.
La jueza “suicida” es sólo una
pieza, y no la más importante, en este perverso aparato de corrupción e
injusticia. Las fichas de peso se pavonean en sus puestos de poder y señalan a
la borracha caída en desgracia. ¡Pásenme una bolsa, por favor!
El inocente Jhiery Férnandez
se ha convertido en una víctima/símbolo de la asquerosidad del régimen y no
sólo de quienes, como él, purgan pena siendo inocentes en la vía penal
propiamente dicha, sino de los perseguidos, exiliados, encarcelados y detenidos
domiciliariamente en la vía de la criminalización de la política, como otro
Fernández –Leopoldo- quien, como otros, es víctima de la crueldad del régimen.
¡Podredumbre!