“Once bitten, twice shy” es una frase en inglés a la que no encuentro una equivalente en nuestra lengua –podríamos equipararla con “no tropezar dos veces con la misma piedra”, sin embargo-. El sentido de la misma tiene que ver con el sentimiento de rechazo que surge cuando uno es impelido a hacer algo por segunda vez no obstante haber sido mala la experiencia la primera que se la hizo.
Aquella vez ya había advertido sobre la aberración conceptual de elegir vía voto universal a los magistrados judiciales. Algo hiperbólicamente, sostuve que es como convocar a elecciones para elegir a los miembros del Alto Mando militar y que, como resultado de las mismas, un soldado raso, el más votado en tales comicios, fuese investido como Comandante en Jefe.
Presentada por el régimen como “la solución” a la problemática de la justicia en el país, la dichosa elección, en su primera versión, no sólo que no fue tal sino que agravó la crisis a extremos nunca antes sufridos por la ciudadanía, víctima del vergonzoso servilismo de los “masistrados” hacia sus patrocinadores gubernamentales. Apartarse un milímetro de la línea oficial significó para algunos de ellos ser sometidos al escarnio público orquestado por los operadores del régimen.
Cuando Cristina Kirchner quiso aplicar la gracia en Argentina se encontró con que la Corte Suprema de su país le recordó que tal cosa es inconstitucional –a diferencia de lo que sucede en Bolivia, donde el régimen la introdujo en la Constitución-. Y el tener cualidad constitucional, dado el estrepitoso fracaso del burdo experimento, complica la situación para extirparlo de raíz: se necesita abrir la CPE para hacerlo.
Nos encontramos entonces, para seguir con otra expresión en inglés, ante una situación “Catch 22” –jodidos si lo hacemos, jodidos si no lo hacemos-. Abrir la Constitución para eliminar el absurdo sería también darle al régimen la oportunidad de introducir su anhelado artículo de reelección indefinida para habilitar al caudillo a las próximas y subsiguientes elecciones generales. No hacerlo, condena a la ciudadanía a repetir la barbaridad de votar por operadores del régimen “seleccionados” para seguir cometiendo toda suerte de actos de obsecuencia para con éste.
La primera vez, el régimen actuó con la delicadeza de un jugador de rugby; ahora se muestra más sofisticado pero su esquema es el mismo: masistrados al fin y al cabo. Por benevolencia podría alegar que se le dé el beneficio de la duda, pero ya lo tuvo en la primera y nadie es tan ingenuo como para tropezar con esa misma piedra. Once bitten…
Es más, el régimen perdió la votación. Tal resultado implicaba anular ipso facto aquellos comicios, pero el MAS decidió, contra el sentido común, imponer a sus operadores quienes, salvo un par de excepciones, habían obtenido ridículos guarismos electorales. Dicho cuoteo ha sido, recientemente, admitido por García, el Vicepresidente.
En esencia, aunque esté mejor maquillada, la convocatoria actual es MAS de lo mismo porque, insisto, la aberración es la propia elección. El régimen necesita tener a la justicia prosternada a sus designios y, ya ha dado muestras de ello, tiene un esquema ya planificado para que ello suceda.
¿Qué nos queda? ¡Anular! y que, a diferencia de lo ocurrido hace años, exigir, si es que el régimen vuelve a perder –cosa muy probable; incluso con mayor diferencia- que la próximas elecciones judiciales, que le van a costar al erario nacional la desproporcionada suma de 150 millones de bolivianos, sean declaradas sin efecto.
Por todo esto, sumado otros argumentos que varios ciudadanos están esgrimiendo es este sentido, yo votaré Nulo… ¿Y usted?