jueves, 4 de diciembre de 2014

El Innombrable, su ego y Mr. Burns

Sólo a un(os) necio(s) se le(s) ocurriría hacer algo que, vistos sus perniciosos efectos en otros, es más probable que produzca un desastre antes que un alivio.

Tal puede ser, por ejemplo, el consumo de drogas. Si bien en cierto momento se tuvo mucha fe en ellas por sus efectos evasivos, con los años se fue acumulando la suficiente información (traducida, eventualmente, en estadísticas de muertes) como para tomar distancia de las mismas. Así pues, quienes a pesar de todo lo que se sabe sobre aquellas optan por consumirlas de todas maneras están, en mi criterio, incurriendo en un hecho de absurda necedad; asunto en principio individual que pasa a afectar al entorno familiar y- por masificación- a la sociedad en general.

Algo así pareciera estar sucediendo, a juzgar por el entusiasta anuncio del régimen, en torno a la instalación de una planta nuclear en territorio boliviano –paceño, para mayor precisión-.

¿Qué extraño designio puede estar influyendo en la mollera de El Innombrable (lo pongo de esta manera para que no se piense que, dado mi penoso anonimato, quiero ganar popularidad mentándolo) para embarcarse en semejante desatino?

“Con la planta nuclear me sentí en la cima del mundo”, dice el inefable Montgomery Burns en un episodio de Los Simpson. ¿Tiene la obsesión de El Innombrable alguna relación con estas palabras?

“¿Eres egocéntrico?” le pregunta a El Innombrable la periodista María de los Ángeles Baudoin  (Suplemento “Ventana”, La Razón 2 de febrero de 1997). Luego de explicarle el significado del término, que El Innombrable desconoce, éste responde “Sí, es un vicio”. Huelgan mayores consideraciones.

Me encuentro leyendo el libro “Los Simpson y la filosofía” (varios autores). De éste extraigo la siguiente descripción de Springfield: “La planta nuclear es una fuente de contaminación y peligro constante, pero al menos pertenece al magnate industrial y esclavista local, Montgomery Burns, y no a alguna remota corporación multinacional”.  ¡Vaya consuelo!

Puestas así las cosas, la conclusión es que, para inflar aún más su ya elefantiásico ego, El Innombrable está dispuesto a convertir nuestra ciudad en el próximo Chernobyl. Burns se frota las manos y murmura “excelente”.

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