jueves, 20 de noviembre de 2014

Regentes plurinominales

De amplia aplicación, aunque la palabra suene algo añeja, “regente” es la persona que ejerce cierta autoridad en nombre y con el consentimiento de una tercera. Así pues, la referencia más próxima que se nos viene a la mente es la del regente de una escuela que, evidentemente, ejerce autoridad en nombre del director quien, más abocado a tareas de orden académico-administrativas, deja para aquel el trabajo menos amable, generalmente el disciplinario. Antes que respetada, su presencia es, más bien, temida.


Ocurre que, con cada vez mayor evidencia, se está revelando que el Estado Plurinominal tiene, delegados en diversos ámbitos, a sujetos en calidad de regentes para, según el caso, evitar disidencias, censurar, disciplinar, intervenir, espiar, atemorizar o, finalmente, castigar. Todo ello en nombre del Jefazo.

El primer indicio de la presencia de regentes plurinominales lo sacó a luz Raúl Peñaranda, en su libro sobre los medios paraestatales, detallando la acción de uno cuyo trabajo excede el del dictado de contenidos e incursiona en los “negocios” de “adquisición” de alguno de ellos y la cooptación de otros.

Más evidente es el papel del regente del órgano electoral –mismo al que debemos la denominación de “Estado Plurinominal”-, compañero de aventuras, desventuras y disfrute del poder del Khananchiri y hombre de entera confianza del mismo. Cuentan buenas y malas lenguas que nada se hace al interior del TSE sin su venia y que está obsesionado con, algún día, poder censurar contenidos en las redes sociales, con lo que agradaría infinitamente a su (co)mandante.

Y sin estar hasta ahora muy conscientes de ello, nos venimos a enterar que la cultura había tenido también un regente pluri, quien tiene por misión aplicar mordaza (censura) a aquellas manifestaciones que a su juicio disgustarían al capo de tutti capi.

Tengo la impresión de que utilizando métodos disuasivos –premios, contratos, viajes- la regencia plurinominal mantiene satisfecha a una buena parte de los actores culturales del país que, complaciente, mantiene un silencio cómplice ante la frecuentes restricción a las libertades impuesta por el régimen, una de ellas –la de expresión- cara a artistas e intelectuales.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Olivia

Como para ratificar que en nuestro país pasa todo y no pasa nada, el dichoso Tribunal Supremo Electoral ha dado por cerrada la página de las pasadas elecciones y, sin ponerse colorado por la magnitud de sus deficiencias –expiadas, a entender de sus operadores, con la destitución de un subalterno- apunta a arbitrar las elecciones subnacionales supeditando la fecha de su verificativo a una ambiciosa demanda presupuestaria, como si la calamitosa falta de preparación de sus miembros se solucionara con un jugoso cheque.

La cuestión es que quien escribe no está dispuesto a dejar pasar como anécdotas –como lo hace el régimen-, así fuera sólo testimonialmente, la serie de barbaridades cometidas por el órgano electoral en la gestión del proceso recién pasado. En particular una de ellas, para lo que recurriré a un par de casos análogos.

Es de norma que si en un cheque girado a su nombre, estimado(a) lector(a), éste está mal escrito, el cajero del banco va a rechazar la transacción. No importa cuán apurado(a) se encuentre usted o que el error sea “mínimo”.

Más dramático es el caso de un mal registro en Derechos Reales; por ausencia de una tilde, la propiedad de su inmueble podría quedar en entredicho y salvar el entuerto podría tomar un tiempo indefinido.

Me estoy refiriendo, claro, a la denominación de “Estado Plurinominal” impresa en la papeleta en la que los electores emitimos el voto. El asunto ha sido calificado como un simple “error de dedo” sin mayores consecuencias jurídicas, cuando tratándose de un acto legal, como lo es el electoral, su efecto es el de nulidad de los sufragios emitidos en tales papeletas, ergo, al haberse empleado las mismas para todos, la nulidad del acto electoral del 12 de octubre. Pero, ya se sabe, no va a pasar nada.

En mi anterior entrega planteé la necesidad de una remoción total de los vocales del TSE (inclusive de algunos TDE’s) para ser sustituidos por notables. Me han preguntado qué es un “notable”. Un(a) notable es una persona que no necesita ser vocal electoral para “ser alguien”, en virtud a que sus logros y méritos le han otorgado un reconocimiento académico y social que va más allá de cargos transitorios.

Respecto al título, me comí la “B”. Usted dispense…