Escribo antes de que se lleve a cabo el último de los
foros-debate patrocinados por la Asociación de Periodistas de La Paz, el que
congregará a los aspirantes a la presidencia de Bolivia y, sin dármelas de
adivino, veo que la silla correspondiente al candidato inconstitucional Evo
Morales está vacía, como invariablemente lo estuvieron las correspondientes a
los postulantes de la tienda gobernante. El desprecio por la democracia que
exhiben los operadores del régimen es realmente grosero.
Se puede entender, sin embargo que, debido a sus
limitaciones, el señor Morales Ayma, no quiera exponerse – a sus asesores,
menos aún-. No es lo mismo arengar a multitudes obligadas a asistir a actos
oficiales o de campaña que confrontar dialécticamente la visión propia con las
de otros. El régimen tiene el fundado temor de que exponer a Morales a una
situación tal significaría la caída de toda su estantería sostenida, entre
otras cosas, por una publicidad engañosa y delirantemente onerosa.
En una hipotética comparecencia al debate, el
antidemocrático Presidente tendría que responder acerca de, por ejemplo, la red
gubernamental de extorsión, las ejecuciones extrajudiciales durante su gestión,
los nexos de su gobierno con el narcotráfico (Chapare) y un rosario de hechos
de corrupción.
Lo que no se llega a entender es que un individuo que se
las da de gran polemista y lector de más libros que los que en cinco vidas se
pueden leer haya declinado asistir al debate entre vicepresidenciables. La razón
parece ser que en los pocos que participaron, al comienzo de las campañas,
perdieron –mencionamos a los candidatos al Senado Carlos Romero y José Alberto
Gonzales- los papeles, se salieron de sus casillas, montaron en cólera, cada
vez que algún oponente les encaró la farsa del pretendido país de las
maravillas que la propaganda oficialista imagina.
Así pues, la silla vacía de los debates electorales es el
mejor signo de cuánto respeto por la democracia profesa el régimen, causando gran
desazón entre los electores, aunque no mayor a la que debe sentir el propio
Morales cuando, en ciertos foros internacionales, las sillas vacías son las que
lo aplauden.