En tiempos tan acelerados como lo es el electoral, un
hecho, una declaración o una denuncia suelen ser rápidamente ensombrecidos por
otros que buscan, precisamente eso. En tal dinámica, es todo un arte el separar
el grano de la paja.
Sin embargo, cuando ciertas acciones o dichos afectan la
sensibilidad pública, de poco sirven las disculpas y las explicaciones, que más
bien complican más a quienes las presentan.
Así pues, prácticamente a dos semanas de haberse
producido –cuando un montón de cosas de esa data ya no merecen mayores
comentarios- nos encontramos todavía condenando, y seguramente lo seguiremos
haciendo dentro de los próximos 20 años, las infelices declaraciones de un
sujeto llamado Ciro Zabala, a la sazón candidato a primer senador por el MAS en
Cochabamba.
Es probable que, así como ocurre con el actual presidente
de la Cámara de Senadores –asociado, haga lo que haga hasta el fin de sus días,
al degüello de canes-, el personaje de marras acabe los suyos como aquel que
quiso “enseñar a las mujeres a comportarse”, haciendo gala de un machismo
rayano en el paroxismo.
Como muchos, puse en cuestión el “consejo” del estulto
candidato a la damas de “no vestirse provocativamente” por, supuestamente,
estar invitando a ser violadas. ¿Se visten provocativamente, acaso, todas las
niñas que a diario son vejadas por machos con la mente podrida al estilo del
masista de marras?
Pero, para alivio del misógino Zavala, el suyo no es un
caso aislado, como puede ocurrir tratándose de cualquier otro grupo. Lo suyo es
una marca, una franquicia si se quiere, consustancial a la tienda política que
lo patrocina. Llamémoslo “Maschismo”.
El de este hombre que, dicho de paso, llegó a la
candidatura luego de dos fallidos intentos del régimen por habilitar a otros
–Adolfo Mendoza, particularmente, redomado pegamujeres- es solamente el más
reciente caso de este tipo. Y no creo que vaya a ser el último; ya nos iremos
anoticiando de otros “maschistas”, caracterización de la que no se libra el
señor Morales, a la sazón Presidente-candidato de contrabando, cuyas frases en
esta materia lo pintan de cuerpo entero.
Lo más llamativo es que, ¡vaya uno a saber por qué
misteriosos designios!, las propias mujeres del régimen defienden a estos
canallas.