El régimen pretende hacernos creer que va a hacer frente a
lo que viene fomentando con entusiasmo desde sus propias estructuras. Al
conjuro de “causachun coca”, pronunciado por quien ahora ocupa nada menos que
la presidencia del llamado “Estado Plurinacional”. La apología del delito (“le
meto nomás”) ha sido su principio rector.
Para que los hechos de Apolo se hubieran dado como
ocurrieron, necesariamente tuvo que haberse filtrado información “desde
adentro” que diera cuenta de los detalles del operativo que habría de ejecutar
la Fuerza de Tarea Conjunta. No es creíble que unidades especializadas cayeran
tan inocentemente en las armadas manos de los narcotraficantes. Éstos sabían a
la perfección cada movimiento que los uniformados harían y procedieron a
“cazarlos” –con el agravante de la humillación, la tortura y la crueldad-.
La ficción de estar
luchando contra el narcotráfico, que el régimen intenta insertar en el
imaginario colectivo (con actuaciones, en algunos casos, dignas del Oscar), se
contradice con la naturaleza de sí mismo: la de un siniestro sector aupado por
la producción de coca y su derivado más rentable, la cocaína. No puede, pues,
el régimen, enfrentarse consigo mismo, con su “base”.
Desembarazarse de la DEA fue una osada medida para librarse
de todo control a sus negocios ilícitos y así poder ejercerlos a sus anchas.
Los hechos de Apolo dan más elementos para respaldar las
denuncias de Roger Pinto que lo convirtieron en perseguido político y asilado.
Brasil habrá ya tomado en cuenta los mismos para brindarle mayor protección.
La pantomima gubernamental de luchar contra el narco tiene
episodios jocosos inclusive, “descubrimientos” que más tienen que ver con
accidentes y chambonadas de otros que con méritos propios. Eso sí, la eficacia
para interceptar droga peruana en tránsito es admirable. Como me dijo un
policía, la consigna es “proteger la producción nacional” y, si “por error” se
molesta a un “hermano”, basta con una llamada de cierto ministerio para hacerse
el opa. Esto me lo dijo hace tres años, pero no creo que las cosas hubieran
cambiado mucho.
Digamos, al estilo Sprite, las cosas claras: Narco-Estado. Lo
demás es puro eufemismo funcional… y no nos prestaremos a ser apologistas del
delito.