Si, desde siempre, soy enemigo de los bloqueos porque los
considero la forma más ruin de reclamar una demanda –por muy justa que éste
fuera-, ¿debo, ahora que se los hace contra un gobierno cuya impostura no
comparto, aplaudirlos?
He tenido tal sensación a partir de algunas reacciones de
quienes comulgan conmigo en la postura crítica al régimen. Ciertamente, muchos
opositores están aplaudiendo que el régimen se encuentre en figurillas ante la
“contundencia” de los bloqueos.
Pregunto: “¿y los principios?”. ¿Puede uno acomodarlos a
conveniencia?... decididamente no; y me ratifico en la repulsa más absoluta a
la práctica del bloqueo, venga de donde venga.
Y viceversa. Ahora que están en la acera de enfrente, los
poderosos de hoy se rasgan las vestiduras vociferando maldiciones contra los
bloqueadores y repitiendo a pie juntillas los argumentos que otrora denominaban
“neoliberales” –que no son otra cosa que producto del sentido común y de la
razón- para condenarlos. Más aún, los califican como “golpistas” y les aplican
la coacción “neoliberal” que repudiaban cuando eran objeto de la misma.
¿Acaso no fueron los “movimientos sociales” azuzados por Evo
Morales y compañía quienes tuvieron al país en vilo durante diez años a punta
de bloqueos? En los mismos términos en los que suelen responder a nuestras
observaciones sobre sus actos, podríamos decirles: ¡Con qué moral se atreven a
descalificar a los bloqueos!.
El bloqueo es un acto cuasi delincuecial que afecta al
conjunto de la sociedad, primero coartando el derecho, constitucionalmente
consagrado, a la libre circulación y causando un descomunal daño a la economía
del país –hay quienes aseguran que mayor al que supone la mediterraneidad-.
En la pasada década, el entonces diputado Jaime Paz Pereira
elaboró un proyecto de ley que lo penalizaba. Demás está decir que fueron los
“movimientos sociales” quienes, violencia mediante, obligaron al parlamentario
a retirarlo.
La protesta es legítima mientras no afecta al conjunto de la
sociedad y al bien común -¿con qué derecho hacen “volar” un puente-. Hay formas
universalmente aceptadas de ejercerla: la huelga, la marcha, incluso el paro
local con servicios de emergencia activos… pero el bloqueo es, vuelvo a
reiterarlo, criminal.
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