jueves, 25 de abril de 2013

El "ÚNico habilitado"


Se acaba de producir un hecho insólito en materia de casuística electoral.

Lo voy a poner en términos potenciales: si las elecciones fueran hoy, el único partido habilitado para participar en ellas sería Unidad Nacional (UN); ésto, en virtud a que dicha organización política fue la única que cumplió a cabalidad el requisito legal de presentar estados contables auditados dentro del plazo establecido, mismo que prescribió el 30 de marzo.

En un Estado de Derecho –que no es el caso- tal situación causaría un terremoto político de descomunales proporciones pero, ya vemos, aquí no ha pasado nada, por la simple razón de que todos asumen que en días más, el Tribunal Supremo Electoral ampliará el plazo para que dicha obligación legal sea salvada por los que quedaron, eventualmente, fuera de competencia. ¿Se imagina una elección sin el MAS? Imposible.

Ahora bien, una vez más nos preguntamos de qué sirve ser un correcto cumplidor de los plazos, si después se premia a los omisos otorgándoles el tiempo que sea –extralegalmente, inclusive- acomodando la ley al gusto del cliente, en lugar de que éste se ajuste a ella.

Al menos moralmente, UN ha ganado el reconocimiento público de que se trata de una organización seria y eficaz y que, se supone, cuenta con un staff administrativo ejemplar. Todo lo contrario al resto que, por el contrario, se ha mostrado, cuando menos, negligente.

A quien escribe, le hubiera gustado que, mínimamente, dos partidos hubiesen cumplido con la presentación de sus estados auditados. Así, las “excepciones” estarían por demás. Con dos, la democracia quedaría salvada por la campana. ¡Pero con uno!, no hay manera; a menos que los rivales de UN sean “el pifiado (nulo)”, “el blanco” y “la abstención”.

Mucho premio para los que, por su dejadez y desprecio por la norma, quedaron circunstancialmente al margen de las elecciones de 2014.

Con respecto al MAS, es bien conocida su postura de actuar al margen de las leyes. El presente, será apenas un pequeño escollo –prácticamente superado- como lo es el de habilitación de Morales como candidato a un tercer período consecutivo (re-reelección, expresamente inviable según la CPE). Pero, en el camino, tiene un escollo de grandes dimensiones: el derrumbe del chavismo, sustento político-militar del régimen.

jueves, 11 de abril de 2013

El sozialismo


El régimen acaba de encontrarse con su mejor caracterización hasta la fecha: el sozialismo que, así como la guillotina deriva de Guillotin, este forma de entender la política deriva de Soza, apellido del operador judicial encargado por el Gobierno para sostener un caso insustentable en condiciones normales.

Para ello, el señor dispuso de ingentes recursos que el régimen le brindaba a solo conjuro: vuelos en el acto, escondite, renuncia “irrevocable” y, ahora, vacaciones; en una suerte de paráfrasis de la canción “Ave de Cristal” de Los Kjarkas, el fiscal general considera que no se cae un caso cuando un fiscal se va -¿se va, no se va?-.

La cosa, sabemos, es justamente ésa. Que el caso no se caiga, porque si lo hace, cae Evo, y ya no te cuento la de fichas que caerán junto con él. El sozialismo es, en último grado, el arte de impedir que caiga Evo sin importar que, en el intento, cargues contra todo principio de institucionalidad.

De por medio están el audio sometido a peritaje de manera independiente –dos veces  a falta de una- en el que el ¿ex? fiscal se deslengua con absoluto desparpajo sobre su “íntima” relación (de tú a tú) con los capos del régimen y la emisión de un programa de la cadena Al-Jazzera en la que se sostiene la hipótesis de que no hubo enfrentamiento en el operativo “Las Américas” y, por tanto, lo que hubo fueron ejecuciones extrajudiciales.

Llevado a otros niveles del régimen, el sozialismo se expresa de forma análoga: trampa (admitida y hasta pregonada en el asunto de la re-reelección), leyes restrictivas a la libertad de expresión, extorsión, tráfico de influencias, amedrentamiento, descarado abuso de poder, impostura (“consulta” al Tipnis), irrespeto a las convenciones internacionales (asilo político concedido por Brasil al senador Roger Pinto) y un rosario, más grande que el que ostentaba Soza en su “reaparición”, de licencias para medrar del Estado.

Con semejante aporte a los anales de la política, Soza tiene asegurado un lugarcito en la historia, así fuera la de la ignominia, y su legado será recordado por generaciones de ciudadanos como el ejemplo de lo que no debería ocurrir en nación alguna que se precie de vivir en estado de Derecho.