viernes, 9 de noviembre de 2012

Nos va a costar Caro

De salir, va a salir; ¡pero nos va a costar Caro!. Estoy, por supuesto, hablando del dichoso Censo Nacional de Población y Vivienda a realizarse en breve. 

 Como si de una profecía autocumplida se tratara, este empadronamiento, que debió haberse efectuado hace un año, hará realidad nuestras peores pesadillas sobre la materia. 

 Por fortuna, las cosas que uno escribió previniendo lo que se venía están a disposición de cualquiera a sola pulsación (click) de una tecla. Es así que vuelvo sobre mi texto publicado en 2010 –“Censo 2011”- y encuentro que mis temores –que eran los de muchos- se justificaban a plenitud.  

“El censo 2011, bien hecho, puede resolver tal controversia, mas, temo que al Gobierno no le haga mucha gracia un dato que pondría en entredicho la base de sustento de su discurso”, escribía sobre la inclusión de la opción “mestizo” en la boleta censal. 

 Dicho y hecho. El régimen “le metió nomás” y tendremos un censo político, antes que técnico, destinado a eliminar estadísticamente a la mayoría de la población. 

 Pero, al margen de este medular tema, ni el más recalcitrante opositor imaginó que todo lo que rodearía al verificativo del censo estuviera signado por la improvisación, la mala fe, la desinformación y la sospecha –“virtudes” del régimen todas ellas-. 

 Mi colega Julio Aliaga, como robándome letras, ya escribió una columna –“Mamarrachos”- muy ilustrativa sobre el asunto. Pero si se la pasó, recojo un par de líneas de la misma: “hay preguntas que son innecesarias y otras fundamentales no están” y “la testarudez de no querer enfrentar el tema de nuestra identidad, como país mestizo y transcultural, porque pone en entredicho la fábula del país indígena que la hegemonía aymara quiere instaurar en nuestro imaginario”. 

 Podía haberse supuesto que el año extra que tuvo el régimen para organizar el censo se lo aprovecharía para no dejar sombras de duda sobre la idoneidad del mismo. Contrariamente, este tiempo fue usado para consumar la farsa. 

 Si no fuera que los municipios están en sus propias campañas para que los ciudadanos se empadronen, el fiasco hubiera terminado peor de lo que finalmente lo hará –aunque no faltará quien dirá que fue “el mejor censo de la historia”-. Y el régimen, el mejor censor de la historia, agrego.

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