viernes, 30 de abril de 2010

Credenciales*




Como decíamos ayer…

Es signo de educación que el recién llegado se acerque a los antiguos moradores del barrio en plan de promover la sana convivencia entre vecinos.

Como si se tratase de una mudanza de domicilio, a partir de hoy me instalo en mi nueva zona y percibo que junto a mí (o, desde su perspectiva, junto a ellos) varios otros provenientes del mismo anterior condominio han sentado sus reales en esta barriada. Se sabe que otro grupo de ex vecinos optó por una urbanización recién edificada.

Así las cosas, podría parecer carente de sentido el gesto mencionado. El terreno es distinto, pero las caras son familiares: esta masiva migración de columnistas no conoce precedentes.

Tal como soy un fabricante de columnas, soy un ávido lector de las que escriben los colegas del rubro. De las noticias no paso del lead, pero a una columna la leo –y, a veces, releo- íntegramente.

A diferencia de otros, el de escribir columnas no es un oficio sacrificado: no he escuchado a ningún colega quejarse porque le toque publicar la suya. Me tomo la libertad, en nombre de todos(as) ellos(as), de decir que disfrutamos el hacerlo, lo que, en mi particular caso, llega a la autotelia, es decir que el solo hecho de concluirla ya me resulta gratificante; publicarla, que sea leída y que sea comentada –en el sentido que fuera- es como un orgasmo. Que sea censurada es como un coitus interruptus.

A todo esto, ¿Qué “siempre” es una columna?: es el espacio de opinión donde, en su redacción, confluyen la literatura y el periodismo. No es lo mismo que un editorial o que un artículo. Me gusta desde el nombre del género pues nos remite a la Grecia clásica; hasta podríamos hablar de columnistas dóricos, jónicos y corintios, en una escala que iría de lo minimalista a lo ornamentado.

Dice Antonio López Hidalgo que: “En la columna todo cabe. No se rige por el estilo conciso y austero de la información, ni por la objetividad del reportaje, ni por la disciplina del editorial o el argumento rígido y eficaz del artículo”.

Entre otras sensaciones íntimas, este texto de presentación de credenciales me ha permitido liberarme, así sea fugazmente, de la tiranía de la coyuntura, mala pécora que me tiene como rehén los últimos años, condición que, insólitamente, solo se disipa momentáneamente escribiendo sobre ella.

Una dosis de “Agua de Mote” los viernes cada dos semanas no le viene mal a nadie. La Prensa así lo entendió y este agente provocador lo agradece.


*Con este texto comienza mi estadía en La Prensa.

5 comentarios:

Hernán dijo...

Bueno, la cosa está muy clara. Gradualmente, casi impercepiblemente LA RAZON, que ahora no tiene razón empieza a deshacerse de toda opinión que incomoda. Es una clara muestra de que cada vez más vamos camino al totalitarismo.
CUIDATE!, eres bohemio, joven y cualquier momento, te pueden atacar.
Un abrazo.

Natalia dijo...

Te doy la razón: es mejor leer las columnas y hasta releerlas.
Sin menoscabar el trabajo de los periodistas, la columna añade muchos más elementos de criterio que los periodistas a veces están impedidos de utilizar por la imparcialidad que deben ejercer.

Miky dijo...

yo deje de leer la razon cuando se la compraron los venezolanos que nos hicieron creer al principio que iban a ser imparciales y obejtivos, pero se ve poco a poco como se van sacanado el disfraz, primero sacando a los columnistas criticos al gobierno uno por uno y ahora desinformando a la poblacion en favor del gobierno
la prensa y los tiempos quedan

Miky dijo...

yo deje de leer la razon cuando se la compraron los venezolanos que nos hicieron creer al principio que iban a ser imparciales y obejtivos, pero se ve poco a poco como se van sacanado el disfraz, primero sacando a los columnistas criticos al gobierno uno por uno y ahora desinformando a la poblacion en favor del gobierno
la prensa y los tiempos quedan

Choquehuanca Müller dijo...

Felicidades!!!