viernes, 30 de octubre de 2009

Wiphala, la gran impostura

La introducción de la banderita a cuadros entre los símbolos nacionales en el nuevo pasaporte boliviano ha actualizado las dudas sobre el origen de tan alegre diseño.

No voy a extenderme repitiendo los archiconocidos elementos que descartan la existencia precolonial del banderín en cuestión.

Está claro que no fue sino con la llegada de nuestros antepasados españoles que los habitantes de la actual América indohispana supieron de la utilización de banderas como distintivos. Hasta entonces los símbolos de identidad eran los tejidos en forma de indumentaria o accesorio.


No puede, entonces, insistirse en la "originariedad" del pendón altiplánico.

Dado el uso convencional -de tradición occidental- de banderas para la identificación de colectivos de cualquier naturaleza -países, clubes deportivos, logias, fraternidades folklóricas, comparsas-...





lo honesto hubiese sido admitir que un cierto grupo de indígenas, bien (des)orientados por algunas ONG's ELIGIERON EL VISTOSO DISEÑO DE D. GASTÓN VELASCO para adoptarlo como enseña. hasta los piratas tienen bandera:



Antes que algún grupo aborigen lo hiciera, la comunidad gay ya empleaba una bandera multicolor y la canción Over the Rainbow (sobre el arcoiris).




En cambio, se montó una impostura que procedo a desbaratar, en la línea del etnoantropólogo peruano José Huidobro Bellido quien, en el tiempo en el que las ONG's (finales de los 80's) discutían cuál era el mejor distintivo para los pobladores del campo, se mostraba contrario a la utilización de los colores del arcoiris dispuestos como en un tablero de ajedrez. Finalmente, perdió la batalla.

Según Huidobro, los colores del arcoiris representan a la realeza inka (quechua), imperio que sojuzgó a los aymara:







"De la piel de los vencidos (aymaras) hicieron cuero para sus tambores de guerra", señala. La introducción del sol y sus colores al descomponerse la luz como elemento cultural fue una innovación incaica, al ser la aymara una civilización predominantemente lunar. "El arcoiris real pisoteó a la luna aymara". Entonces, "¿Cómo es que ahora los aymaras flamean los colores de sus opresores?", se pregunta.

Sobre la base de estudios cromáticos y de simbología, propuso que la bandera aymara fuera negra y con la fugura de la luna:





Por tanto, la prescripción constitucional de la banderola a cuadros como símbolo de Bolivia entera es un absurdo, como lo es su uso en el nuevo pasaporte. Los colores de Bolivia son Rojo, Amarillo y Verde, tanto en forma de bandera, estandarte, escudo, escarapela, como de otras.

4 comentarios:

Rene dijo...

Excelente nota,
Felicidades
Rene Ichazo
ichazor.blogspot.com

Anónimo dijo...

Saludablemente informativa esta nota... ¡Ojalá la leyeran quienes solamente leen piedras!

Julio Aliaga Lairana dijo...

No sé catalogar semejante actitud, es como un capricho innecesario. La pulsión imperiosa de mostrarse en su dominio, de mirarse en el espejo y verse fuerte e imparable. Imagino lo que deben sentir un especial placer, un perverso goce que deben llevar dentro, con eso de obligar a un camba, o a un chapaco de cepa, a viajar con la wiphala en el bolsillo, y a tener que enseñarla en cada frontera, como si fuera suya. Deben eyacular ante la sola idea.

Quizás sea lo que oculta detrás de sí toda bandera, todo nacionalismo, todo culto a una identidad forzada. El nacionalismo es una construcción de poder, de unos sobre otros, desde siempre: te impongo este trapo de colores como símbolo. Así lo hicieron los reyes con sus banderas, los emperadores, las dinastías en el mundo, hasta que la modernidad y la democracia crearon lo de la nacionalidad política, que permite adscribirse a los símbolos sin la obligatoriedad de cargarlos siempre, como una marca o una cruz de origen.

Lo de la wiphala es un error, hurga en las heridas, resiente, genera impotencia. En fin, alrededor de peores tonterías se prendió el fuego de la guerra y de la muerte; pero como los machos que gobiernan necesitan sentirse los señores del terror y de la guerra (para que se les pare, dirían las feministas), hasta aplastar al adversario de sus propios fantasmas, seguirán imprimiendo wiphalas e imponiendo rituales, creencias y símbolos.

Es como este empacho de TantaWawas, ahora por todos lados. ¡Qué! ¿Hay que obligar a los de Vallegrande o San Matías a desenterrar y dar de fumar a las calaveras este primero de noviembre? ¿A los de Calacoto también? Por suerte en El Alto se festeja halloween; por suerte a otros les importa un pimiento porque las almas de los muertos no vuelven de ninguna parte. Y no es que me guste lo uno más o menos, sino el derecho de festejar (o no festejar) los muertos como a cada quien le salga de los mismísimos huevos (u ovarios, ¡que sí!, que cada quien está en su derecho).

Mónica Aparicio dijo...

Espectacular PUKA!!!!!, si seguimos así en el país creo que todos nos oiremos al primer mundo!!!!!, salvo que reflexiones los que ven a los innombrales como un nuevo mercado!!!!!!