lunes, 7 de julio de 2008
Por la senda de Domínguez
ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO POR EL SUPLEMENTO "FONDO NEGRO" DE LA PRENSA EL DOMINGO 6 DE JULIO, EN LA EDICIÓN DE HOMENAJE A ALFREDO DOMÍNGUEZ.
POR LA SENDA DE DOMÍNGUEZ
Puka Reyesvilla
El autor desglosa las características técnicas del genial músico tupiceño, y refrenda el valor de su legado
Ha querido el azar que mientras me dispongo a escribir unas líneas sobre Alfredo Domínguez, esté puesto en mi equipo de sonido el primer disco de Van Halen. Bien podría haber sido otro, pero es éste el que precisamente comienza a sonar.
Acostumbrado como estoy a la gimnasia auditiva, no me cuesta —créame que no lo encuentro forzado— establecer cierto parentesco entre el guitarrista del grupo —Eddie van Halen— y el nuestro, el tupiceño que por estos días hubiera cumplido 70 años.
Sostengo este curioso nexo porque ambos, en su tiempo y género respectivos, fueron verdaderos innovadores en la ejecución del instrumento. Tengo la fortuna de haberlos escuchado antes de que muchos otros, bajo su influencia, comenzaran a reproducir, con mayor o menor apego según cada caso, el vademécum de tañidos que introdujeron. Así pues, la primera vez que escuché Por tu senda me produjo la misma gratificación sensorial que, tiempo después, tuve con Eruption, ambas son relativamente breves pero revelan tal caudal de recursos, que su legado será objeto de permanente estudio y reconocimiento.
Domínguez incluyó armónicos —infrecuente en la guitarra criolla hasta su irrupción—, su exploración de sonidos fue más allá del rasgueo de las cuerdas: asombró con efectos percusivos como el obtenido al “empalmar” las cuerdas graves (tocadas a la manera de una caja chapaca) mientras continuaba dibujando melodías con las agudas.
Si bien fue con Los Jairas que adquirió popularidad, antes y después de ellos está lo mejor de su obra. El disco Folklore de Cavour, Domínguez y Favre (Campo, 1966) —una suerte de “protojairas”— es una joya. Hay que escucharle cantando “No me hagas eso, Rosendo; toda la gente estaba invitada… no te mueras…”.
Juan Cutipa es su obra cumbre, pero en otras nos ha revelado, también, su lado hualaycho con temas que, salvando distancias, se aproximan a la vena que adoptó Manuel Monroy Chazarreta.
En una de sus canciones nos deleitó con sus anécdotas de viaje, como aquella que ocurrió en Suiza cuando una viejita —“se ha muerto esta viejita”— le pregunta por sus plumas de indio y éste le responde que se las decomisaron en la aduana. En otra ocasión, al identificarse como boliviano, otra viejita le sale con: ¡Ahhh, otro italiano!
Valga su aniversario natal número 70 para apuntar que Domínguez se merece más crédito que el que generalmente se le otorga.
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1 comentario:
Llevo parte de mi vida buscando un disco que hace cuarenta años perdí. Rosendo Villegas Velarde. No me hagas eso Rosendo
¿Sabrías donde lo puedo encontrar o bajar en su caso?
jsoriaestevan@yahoo.es
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