Hasta antes de 2016, todo parecía salirle a pedir de boca
al expresidente Morales Ayma. Entre otras cosas, se lanzó a un revocatorio que
consolidó su poder y barrió con todos los entonces llamados prefectos de
oposición, de Cochabamba y de La Paz –y con la propia oposición, podría
decirse-, lo que supuso que gobernase aplicando un rodillo parlamentario
arrasador y con el poder judicial absolutamente cooptado por su régimen (luego,
con la nueva CPE, vendría la toma del poder electoral). En la cima del poder
casi total(itario), convocó a Asamblea Constituyente logrando la mayoría
(aunque no dos tercios) de asambleístas que respondían a sus designios –hay que
recordar que todos los constituyentes de las circunscripciones urbana de La Paz
eran militantes del MSM, de Juan del Granado, entonces incondicional del
denominado “proceso de cambio”-. No sin dificultades para la aprobación del
texto final, sin embargo, el referéndum constitucional arrojó cifras
apabullantes en favor de la CPE –Zaratti la llamó “COPOLMA” (Constitución
política masista)- y fue promulgada con aires de refundación prometiendo Morales
no menos de 500 años de vigencia de la misma. Uno de los acuerdos previos para
su desentrabamiento fue que el siguiente periodo presidencial, en caso de que
Morales Ayma se postulara y ganara sería considerado el segundo, con lo que, de
acuerdo a la nueva CPE, no podría postularse a uno subsiguiente. Pero, hecha la
ley, hecha la trampa- el reelecto se las ingenio, con un TCP a su servicio,
para declarar ese segundo periodo como primero y así poder seguir reeligiéndose
–Declaración Constitucional 003-2013-. Hasta ahí, todo fue color de rosa azul.
Pero tan pronto como asumió su tercer (segundo) periodo, y
ante la imposibilidad de aplicar la anterior receta, comenzó a pergeñar la
manera de reelegirse ad infinitum. Y ahí comenzaron los tropiezos. Seguramente
confiado en que el control absoluto de los poderes volvería a darle gusto –el
pedir y que le cumplan se volvió una costumbre- pidió (o sea, no fue la
oposición la que lo hizo) un referéndum con el fin, en la idea de que solo era
una formalidad a ser “bendecida” por el TSE, de atornillarse en el poder
“forever”, jurando en el camino, que, si perdía por un solo voto, se iría
calladito a su cato. Pues la ciudadanía, por mucho esfuerzo que el órgano
electoral hiciese para acortar distancia, dijo NO –el recordado 21F-.
Inmediatamente, el régimen montó una operación judicial para burlar el
resultado y habilitar forzadamente a Morales Ayma – Sentencia Constitucional
084-2017-.
Completamente deslegitimado, se lanzó a la candidatura en
2019 y recurrió al fraude para hacerse una vez más del poder. Ante la
evidencia, esta vez “Su Excedencia” pidió a la OEA una auditoría vinculante
que, obviamente, ratificó las irregularidades. Perdido, intentó una nueva convocatoria.
La ciudadanía, hastiada, no se dejó timar otra vez.
Ya en los prolegómenos de su huida, “Su excedencia” hizo
otros pedidos: “pidan mi renuncia” a unos y “renuncien” al resto, obviamente
buscando generar caos, violencia y vacío de poder. Por tercera vez, un pedido
suyo se estrellaría con la realidad -y “Su Excedencia” tuvo que pedir un avión-:
sin apartarse de la sucesión constitucional, dando continuidad a la labor
legislativa y dando lugar a la transición, se sorteó el vacío de poder generado
por el régimen fraudulento.