Si fuera un mes convencional, hoy sería el 30 de febrero.
Pese a su brevedad, sin embargo, este segundo segmento del año fue pródigo en
acontecimientos e intenso en sentimientos –encontrados, algunos-. No pretendo
abarcar la totalidad de éstos porque harían falta tres columnas como esta para
abordarlos someramente. Sirvan las siguientes líneas a manera de registro de 28
febriles días.
Ajena a los temas del ámbito sociopolítico, la naturaleza
–aliada, en algunos casos, con la imprevisión- siguió ensañándose con vastas
áreas del país dejando a su paso muerte y desolación. No faltó, sin embargo, la
grosería en medio del drama: el exministro de Economía, Luis Arce, aprovechando
la situación, se despachó un brulote de campeonato al afirmar que la magnitud
de los desastres hará imposible el pago del doble aguinaldo. De esa manera, el
régimen encontraba el subterfugio perfecto para achacar a una contingencia como
la ocurrida el discreto desempeño de la economía. Con desastres naturales o sin
ellos, el cabalístico 4.5% no será alcanzado. Como el doble aguinaldo es un
“beneficio” de corte demagógico electoralista, el régimen forzará los números
para que en 2019 –año electoral- el mismo se vuelva a pagar, anunció que se
hará a mediados del próximo año.
En este febril febrero, el Carnaval de Oruro –como
ocurriera en 2014 cuando una pasarela se vino abajo matando a músicos de la
banda Poopó, entre otros- pasó a segundo plano debido a que durante su
desarrollo se produjo, en las cercanías de la entrada folklórica, una explosión
que ocasionó muertes y daños materiales de consideración. Tres días después, en
la misma zona, se registró un hecho similar. A este siniestro le dediqué mi
columna anterior, misma que exigía a las autoridades una explicación sensata sobre
el caso; lo que tenemos, tres semanas después, es una estrategia de confusión
que más que aclarar parece encaminada a encubrir “algo” inenarrable. Nada me
gustaría más que el hecho de que dichas autoridades me desmientan y resuelvan
creiblemente el tema.
Relacionado con esto, se divulgó una ilustración que
catapultó a su autora a la celebridad. Una descomunal ola de hipócrita
indignación la condenó a arder en los infiernos, como en los mejores tiempos de
la inquisición, en vergonzosa demostración de intolerancia y censura.
Pero no todo fue desventura. El miércoles 21, la
ciudadanía se armó de valor y salió a las esquinas de todas las urbes de
Bolivia a reiterarle al régimen que no se dejará escamotear su voto expresado
dos años antes, en sentido de poner freno a que los señores Morales y García
persistan en lo que ellos denominan “repostulación”, que no es otra cosa que su
deseo de permanencia indefinida en el poder.
La espontaneidad y la iniciativa con las que los
ciudadanos y, particularmente, las ciudadanas expresaron su compromiso con la
democracia y su repudio a la vulneración al orden jurídico que comete el
régimen –actos dignos de la mayor admiración-. Se corrobora, además, algo que
ya dijimos: El MAS y sus asociados son la nueva minoría.
El régimen no termina de asimilar esta nueva realidad y,
a través del señor García, ha expresado con prístina claridad que el apego a la
norma es una abstracción a la que se la va a pasar por el forro. ¡La seguridad
jurídica al carajo! ¡La Constitución –su Constitución-, papel mojado! ¡La
voluntad popular, una mierda!
Somos testigos, sin duda, de la descomposición de un
régimen que instrumentalizó la democracia para cometer las fechorías más
abyectas contra ella.
Que los idus de marzo os sean propicios. La ciudadanía
boliviana se ha sacudido de su letargo.