¡A lo que hemos llegado! ahora ocurre que, valorando
hechos análogos, el que afecta a un opositor es señalado como “delito” por el
régimen, mientras que el que involucra a un (connotado, además) miembro de éste
es tomado como una “anécdota”, como un asunto “folclórico”.
Hablando del adjetivo, mi memoria guarda un episodio
relativo al mismo. En pleno ascenso político del populista Carlos Palenque, a
algún vocero del primer gobierno de Sánchez de Lozada se le ocurrió referirse a
ciertas declaraciones de aquel como “folclóricas”. Ni corto no perezoso,
Palenque salió por los fueros de la cultura popular para reivindicar el
concepto de folclore “como ciencia y práctica” sumando más adhesión de la que
ya tenía hasta entonces.
Resulta por lo menos penoso que sea justamente un régimen
supuestamente popular –en el mismo sentido que Palenque/Condepa proclamaban- el
que use de manera despectiva tal término. ¿Quéste el viceministerio de Descolonización,
que tan pendiente anda de los deslices que supuestamente cometen comunicadores
y personajes públicos que no responden al régimen, para iniciar de oficio un
juicio por “racismo”, “discriminación”, “culturicidio” o lo que fuera, contra
su compinche? Janiw utjkiti.
Incongruencias como éstas –la de la valoración
diferenciada de una misma acción según a quien afecte o las de tipo
lingüístico- hacen del régimen masista el mayor impostor de cuantos se instalaron
en la plaza Murillo (a propósito, mientras escribo, aún convertida en una gran
jaula, al mejor estilo fascista –y de
esto ya casi un mes-).
Aunque no me hace mucha gracia –algo no debe andar muy
bien- ya me ocurrió que en una anterior columna cite a don Ricardo Arjona (“El
problema”) para ilustrar una bellaquería del régimen. Ahora tengo que hacerlo
con los inestimables “Bronco” y, más propiamente, con el símbolo del grupo, don
José Guadalupe Esparza, responsable de haber introducido en la cultura la idea
de las “pastillas de amnesia”.
Y es que el régimen es un campeón en la administración de
las mismas en forma de propaganda para mantener a la población con bajos grados
de memoria, de modo que todas sus fechorías –las del régimen- pasen al umbral
del olvido.
Propongo pues un suerte de contraprescripción, también en
forma de pastillas, que bien podría denominarse “Mnemesia”, pastillas de
Mnemesia, para contrarrestar los perniciosos efectos que las de amnesia
producen en la conciencia de la ciudadanía.
De raíz griega –mnemo, mnéme- este prefijo significa “recuerdo”,
“memoria”; y a lo primero que nos remite, por su similitud fonética, es a una
exministra involucrada, en su calidad de máxima autoridad ejecutiva de su área,
en la descomunal corrupción del Fondioc.
Ya nos estábamos olvidando, merced a la dosis de amnesia que
nos hace tragar el régimen, de tan colosal hecho de malversación. Pero bastó
una pastilla de Mnemesia para que nos volvamos a acodar del tan maloliente
asunto. ¿Qué tal si comenzamos a, por cada pastilla de amnesia que nos
proporciona el régimen, tomar una de Mnemesia?
Podríamos comenzar por el ya casi pasado al olvido caso
de tráfico de influencias -500 millones de dolarachos- que involucra al régimen
con la tristemente célebre empresa china CAMCE con la intermediación de doña
Gabriela “cara conocida” Zapata.
Y ya que el régimen ha decidido pasar lo del hijo de Evo
a la categoría de “folclórica anécdota”, el camino está expedito para entrar a
los temas del fondo y de fondo que sumados superan los 14 mil millones de $us
en proyectos otorgados de manera directa y con sobreprecio (comisiones
denunciadas por Zapta): Tren Bulo Bulo – Warnes, Ingenio San Buenaventura,
Planta de sales de potasio, Misicuni, Rositas, Tupak Katari y otros que escapan
a mi memoria… ¿Estaré necesitando pastillas de Mnemesia?