miércoles, 27 de julio de 2022

"Censibilidades"

 


El primer censo de la era democrática se lo hizo en 1992 y aunque la convención técnica recomienda hacerlos cada diez años, el siguiente ocurrió en 2001 –en alarde de eficacia, podría decirse-. Correspondía, entonces, hacer el próximo en 2011, pero fue postergado hasta 2012, con lo que quedamos “empates” en el “timing” censal.

Hasta hace unas semanas, el Gobierno se mostraba irreductible en su posición de efectuar nuevo censo este año cuando, a todas luces, estaba claro que quedaban varios asuntos pendientes de ejecución para su verificativo. Aunque el propio Ministerio de Planificación aseguraba tener un avance de aproximadamente 90% en la preparación del censo, la realidad lo desmentía y aconsejaba una prudente –repito, prudente- postergación hasta resolverlos.

¿Qué quiere decir prudente, en este caso? Pues no más de un año, entre seis y ocho meses en lo posible. Con el antecedente de 2011-2012, puede decirse que el MAS es lerdo en la planificación censal.

Y de pronto, el agente que decía que faltaba nada para efectuarlo, decide, en “consulta” con el Consejo Nacional de Autonomías, en ausencia del Gobernador de Santa Cruz, patearlo hasta 2024, lo que ha generado entendibles “censibilidades”, cuya primera manifestación ha sido un contundente paro en el departamento más extenso del país.

En casos como los de un censo ni las prisas (el de 2001 es una muestra de ello y lo argumentaré luego) ni las tardanzas (la etapa post censal de 2012 fue desastrosa) son buenas consejeras. Para el caso presente, el justo medio, es decir 2023, sería lo adecuado. Lejos del tira y afloja entre el Gobierno central y algunos gobiernos autónomos, la serena palabra del expresidente Paz Zamora va en tal sentido.

En febrero de 2010 escribí una columna titulada “Censo 2011” –que, como ya lo mencioné, acabó siendo en 2012- que comenzaba rememorando guarismos poblacionales del Potosí colonial, registrados en la crónica de Arzans de Orsúa y Vela, a quien denominé “estadístico” de la época. Transcribo algo de lo dicho entonces.

Casi de entrada (1545) nos brinda una estimación de la cantidad de gente que lo poblaba en ese momento: "Por septiembre de ese año, habiendo en Potosí más de 170 españoles y 3.000 indios comenzaron la fundación de la Villa, el capitán Villarroel, los dos Contentos (?) y Santardia" Ya para 1547 habla de "14.000 almas", -lo que en términos actuales llamaríamos "explosión demográfica"-, en 1611 ya mediante un empadronamiento –un censo– hecho "con cuidado y distinción" se contabilizó 160.000 almas. La última estimación hecha en el libro es la de 1701: "Se vieron en la plaza de Potosí más de 2 millones". Así de descomunal.

Un censo debe ser bien hecho y, lamentablemente, el último realizado en Bolivia, en 2001, no lo fue y es el causante del gran equívoco sobre el que se ha desarrollado un imaginario también cuestionable y una ideología aún más perniciosa: de aquel entonces data la idea de que Bolivia es mayoritariamente indígena (62% de autoidentificación étnica) gracias a una pregunta que no ofrecía la opción "mestizo(a)"

“El censo 2011, bien hecho, puede resolver tal controversia más, temo que al Gobierno no le haga mucha gracia un dato que pondría en entredicho la base de sustento de su discurso”.

Esta, la de 2023, es una oportunidad de oro para hacer un censo decente –el del 92 sigue siendo el mejor hecho hasta el momento, no obstante no contar con las facilidades tecnológicas de las que se dispone ahora-. Pero parece que al régimen no le interesa la decencia.


miércoles, 13 de julio de 2022

Va fan culo

 


De manera análoga a la forma de instrumentalizar las instancias estatales con la que los regímenes de Nicaragua y Venezuela socavaron la democracia, el de la corporación azulada no duda en cometer groseras torpezas en tal afán, aunque luego quede muy mal parado.

Así viene ocurriendo con las actuaciones judiciales en torno a lo que el régimen denomina “golpe de estado” en la medida en que mientras más testimonios afloran, va quedando más claro que tal cosa solo es fruto de la sed de venganza del señor Morales Ayma y de sus adláteres por no haber podido salirse con la suya –generar un vacío de poder en noviembre de 2019, lo que hubiese sumido al país en un caos de colosales proporciones- e intentar retomar el poder por otras vías –“guerra civil”, por ejemplo-. La sensatez de un grupo de líderes e instituciones de alto prestigio condujo a la sucesión constitucional que llevó a la pacificación y a elecciones, producto de las cuales el señor Arce Catacora es presidente de Bolivia.

Las revelaciones de algunos de los actores del proceso de reconducción institucional, particularmente las del expresidente Quiroga, ante la dejación del cargo presidencial y las sucesivas renuncias de personajes que, por instrucciones del jefazo, no asumieron el lugar que les correspondía, produjeron lo que bien se dio en llamar un “efecto búmeran”, producto del cual las tensiones dentro de la corporación se intensificaron. La insostenible versión del régimen se puede resumir, a estas alturas, así: Una vocinglera exdiputada que votó por la ampliación del mandato del Congreso, se la pasa despotricando contra todo aquel que no acata sus “instrucciones”, como lo hicieron en el caso de la expresidenta constitucional Áñez, expidiendo una sentencia al margen de todo debido proceso.

El más reciente exabrupto persecutorio que el régimen ha cometido es el absurdo proceso por “homicidio culposo” a través de un particular que alega parentesco con el presidente del Colegio Médico, Luis Larrea. El propio denunciante admitió que desde hace quince años no tenía contacto con el padre del acusado. Un rapto de vergüenza debió haber sentido la jueza al conocer el infame caso que dispuso la libertad pura y simple del aprehendido. En el interín, se filtró un audio en el que se escucha presuntamente al ministro de Salud instruyendo montar casos contra el gremio médico. Mientras tanto, la atención en salud de la población se encuentra en deplorable situación.

Hace una semana, durante la conferencia que brindó el Secretario General de la Juventud Socialista Internacional (IUSY), Ricard Torrel i Blanquet, en el marco de la Cátedra “Nelson Mandela”, le hice una pregunta a propósito del deplorable rol que viene desempeñando el exjefe de Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero quien anda en afanes de legitimar las autocracias latinoamericanas como las mencionadas al comienzo de esta columna –hace poco estuvo en nuestro país, en plan de zalamería con Morales Ayma-.

El moderador, Julio Aliaga Lairana, leyó mi pregunta y el expositor, a su vez, le preguntó si podía responderla en italiano, a lo que el primero comentó “no sé si se entenderá, pero adelante”. Enseguida, Torrel soltó la interjección “Va fan culo” que, según el caso, tiene más de una equivalente en castellano; quizás la más aproximada al presente sea “que se joda”, para luego lamentar que, a pesar de ser su amigo, no puede admitir el extravío en que se encuentra el aludido.

Dicho esto, me permito dedicar el título de esta columna a quienes, desde el poder, quieren minar la democracia y sus instituciones. Ya les han infligido enorme daño y ya viene siendo tiempo de recuperarlas.


viernes, 1 de julio de 2022

Sesenstones

 


Comienza julio y hay asuntos candentes de los que ocuparse. Mi dilema es si me refiero a alguno de ellos o, para no hacerlo a posteriori, dejar pasar la oportunidad de escribir una de esas columnas que se publican cada diez años –aunque dudo de que en 2032 lo vuelva a hacer, no por mí, sino por ellos-. Así es que he optado por celebrar antes que por cuestionar.

Si bien ya llevaban algunos meses abriéndose cancha en la escena musical londinense, la historia, que remite a evidencias y no a supuestos, signa el 12 de julio de 1962, en el Marquee Club de Londres, como la primera presentación oficial de los Rolling Stones en público. Hay un afiche que así lo documenta. En tal fecha de este año, habrán transcurrido sesenta años, ¡seis décadas!, desde entonces.

Podría pensarse que un homenaje o cualquier manifestación de conmemoración del aniversario del grupo debería tener un tono de “aquellos buenos tiempos pasados” o de irremisible nostalgia. Pero no; por si usted no está al tanto, la banda se encuentra a poco de terminar una gira por Europa –en todos los escenarios a tope de aforo- solo interrumpida porque Mick Jagger contrajo COVID-19, pero se repuso rápidamente y la maquinaria Stone volvió a rodar. Se dice, a manera de chanza, que el alza de los tipos de interés en Suiza, cosa que no ocurría desde 2007, se debió a la cancelación de su concierto en Berna, casualmente por la misma fecha.

Celebrar a los Sesenstones es hacerlo en tiempo presente. No tienen la menor intención de jubilarse –les sobra dinero para “disfrutar” de la vida- porque no la entienden sin hacer lo que aman y, de paso, hay un mercado insaciable por su show. El célebre libro “Principios de Economía” de Gregory Mankiw dedica, al comienzo de la obra, un pequeño apartado al fenómeno: “El hecho de que Mick Jagger estudiara en la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics) quizá no le ayudó a cantar mejor, pero probablemente sí le sirvió al momento de invertir la gran cantidad de dinero que ha ganado durante su carrera como cantante de rock”, seguido de “Cuando en 2005 le preguntaron al exestudiante de economía, Mick Jagger, por qué los Rolling Stones iban a salir de gira otra vez, contestó: ‘Oferta y demanda’. Keith Richards agregó: ‘Si la demanda está ahí, nosotros ponemos la oferta’”.

En este largo camino han ido desapareciendo piedras –Brian Jones, en 1969, y Charlie Watts, el 2021, por fallecimiento; Mick Taylor, sustituto de aquel, en 1975 y Bill Wyman, en 1994, por decisión personal de dejar la banda- pero la historia continuó porque el núcleo Jagger-Richards (con la inestimable fuerza de Ron Wood, firme desde 1976) no se rompió, aunque hubo temporadas muy conflictivas en la relación. Suelo decir que, a diferencia de los Beatles, los Rolling Stones fueron más grandes que sus problemas y así parece que será hasta que Dios -o el diablo- lo permita.

Llegar a los 60 como grupo –en inglés se dice “band” y se suele jugar con el similar “brand” (marca) para remarcar el carácter empresarial del mismo- es de una singularidad casi milagrosa, máxime tratándose de un colectivo que tuvo una época de excesos, particularmente Keith Richards, quien en diciembre cumplirá 79, mientras que su yunta, Jagger, lo hará justamente este mes, el 26.

Casi no hablé de su música, ¿verdad? Es que sobre eso hay infinidad de material. Lo que puedo señalar es que, en su amplísimo reportorio creativo tiene temas para todo estado de ánimo y casi sobre cualquier asunto que a uno se le ocurra. Lo más reciente de ellos es una especie de himno de los tiempos de pandemia: “Living in a ghost town” (viviendo en una ciudad fantasma).

¡Larga vida a los Rolling Stones!.