miércoles, 15 de junio de 2022

Diez Áñez para Moral-less

 



Mientras que en lo político pueden darse diversas versiones de una situación, incluso antojadizas que, a fuerza de repetirse, acaban por ser tomadas como válidas por la población, lo jurídico debe ceñirse a la veracidad de los hechos de la forma más objetiva posible. Cuando lo político interfiere con lo jurídico no hay condiciones para el debido proceso en términos ordinarios, ergo, cualquier acto en tales términos tiene la solidez de un bolo de coca. Hay juicios políticos, desde luego, los cuales se sustancian en juicios de responsabilidades, lejos de los estrados de la justicia ordinaria, en el Congreso. En un Estado de Derecho, la caracterización de una u otra vía está claramente asumida y no hay eso de “como no hay mayoría calificada (2/3) para condenar a un sujeto, vamos por la vía ordinaria (o por la “justicia originaria”)”. Y, por lo visto, la intención no es juzgar; la intención es condenar, así sea por procedimientos torcidos.

Voy a enumerar una secuencia en diez momentos (uno por año de sentencia a la expresidenta constitucional Jeanine Áñez) que evidencia la inconsistencia de la caracterización (golpe de Estado), como la prosecución y el fallo infame que evacuó la “justicia” del régimen.

1)    Engolosinado con el poder, y ante la imposibilidad constitucional de postularse indefinidamente (ya había forzado su repostulación el anterior periodo) el Sr. Moral-less convoca a un referéndum para la modificación del artículo de la CPE que le impide hacerlo. Probablemente una senadora de apellido Áñez apenas se estaba acostumbrado al curul que consiguió con el voto de sus paisanos, seguramente los únicos que la conocían hasta entonces.

2)    El 21 de febrero de 2016, el Sr. Moral-less recibe un sopapo de parte de la ciudadanía que lo pone en su lugar. El derrotado por la historia había declarado que, si ello ocurría, se retiraría a su cato con su quinceañera. Como muchos, seguramente la desconocida senadora votó por el “NO”.

3)    Incumpliendo su compromiso, el Sr. Moral-less recurre a una patraña y consigue que el Tribunal Constitucional, que está a su servicio, sentencie que la reelección indefinida “es un derecho humano”. La aún ignota Áñez debió haber renegado como la mayoría de la ciudadanía que se sintió burlada por el régimen.

4)    Con la bendición del TC, el Sr. Moral-less se habilita para las elecciones de 2019. Mientras sigue su curso normal, el recuento de votos lleva indefectiblemente a una segunda vuelta, pero, una providencial interrupción de mismo cambia la tendencia y lo da por ganador en primera vuelta. La tal Áñez habrá sentido la misma indignación que la ciudadanía. Todavía pocos saben de su existencia.

5)    Iracunda por tanta burla –todo tiene un límite- la ciudadanía comienza a salir, pitita en mano, a defender su voto. Áñez aún no existe.

6)    Luego de 21 día de resistencia ciudadana, el Sr. Moral-less renuncia y por consigna, comienzan a hacerlo sus partidarios que se encuentran en la línea de sucesión para producir un vacío de poder. Curiosamente, el órgano oficial titula “Renuncia y desgobierno”, lo que grafica con precisión el momento. Como otros parlamentarios, Áñez se repliega a su región; a nadie le importa.

7)    Ante la situación, se sigue, ipso facto, dicha línea y “¿quién es esta señora?” y el país se entera de que había una segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores: Jeanine Áñez Cávez. ¡Quéste el golpe!

8)    Mientras degustaba un chivé, como dice Mario Cronembold, Áñez se entera de que le corresponde asumir la Presidencia y, valientemente, acepta conducir una transición que tiene por objeto la pacificación y la convocatoria a elecciones. El Sr. Moral-less, que había huido cobardemente, instruye incendiar el país.

9)    Ya en funciones, se consigue la pacificación y se convoca a elecciones, pero se comenten actos de corrupción (harina de otro costal), principalmente con los gases y los respiradores. Y Áñez comete el peor error: postularse para Presidente en las elecciones.

10)  En reunión partidaria, una vez retornado el régimen masista al Gobierno, el Sr. Moral-less instruye juicio ordinario y los jueces a su servicio emiten sentencia. Sobre la misma, algún rato haré otro decálogo.


miércoles, 1 de junio de 2022

El Gobierno y los ovnis


 

En mis años mozos se puso de moda una literatura que, con pretensiones científicas, versaba sobre fenómenos insólitos que, según los autores –algunos bajo seudónimos- que se ocupaban de ello, eran manifestaciones de dimensiones paralelas que en algún momento habían hecho contacto con la especie humana, cuando no del origen extraterrestre de ésta; por supuesto que estas suposiciones, pues de teoría no tienen nada, encendían la imaginación de ávidos lectores que tan pronto terminaban un libro esperaban ansiosamente el próximo para contar con mayores certezas sobre visitantes cósmicos que nos legaron tecnologías capaces de trasladar pesados bloques líticos, como si fuesen dulce de algodón, a enormes distancias del lugar de emplazamiento de construcciones colosales, por ejemplo. Curiosamente, la rueda tardaría algún tiempo en ser inventada.

El clásico del género fue “Recuerdos del futuro” del pseudoarqueólogo Erich von Däniken, seguido por sus epígonos que escribían sobre las pirámides y sobre las catedrales; en el borde del paroxismo, todo tema “exótico” era motivo de obras que ensayaban explicaciones estrambóticas, por lo anticientífico de las mismas, pero que gozaban de gran popularidad. ¡No había charla que no tocase estos asuntos!

Admito, no sin vergüenza, que leí buena parte de esos textos y aunque no se los puede tomar en serio, al menos derrochan imaginación y cierta curiosidad por lo “extraño”.

Escarbando en mi memoria, porque no pienso consultar dichos escritos, me parece que uno de esos supuestos –que evidentemente no consideran la sincronía de la existencia de unas con otras- era que las civilizaciones antiguas podían comunicarse entre ellas mediante “puertas dimensionales”. Hace poco, durante una visita a la Isla del Sol, un guía del lugar reiteró tal versión, e incluso nos introdujo a unas cámaras que, según su explicación, servían para tal cometido.

Pero, ¿a qué cuernos viene toda esta historia?, se preguntará usted. Y yo le respondo “pregúnteselo al ministro de Obras Públicas”, dado que nos ha venido con el cuento de que el aeropuerto de Copacabana está en pleno funcionamiento, y que el problema no es suyo, sino de las aerolíneas que no incluyen a la bahía en sus planes de vuelo. Cosas similares suceden con estadios emplazados en medio de la nada (“La FIFA no programa partidos ahí”, sería el argumento de su inutilización) o de cierto museo dedicado al culto de un sujeto endiosado por la propaganda (“No es una religión muy masiva aún”, podría argüir tal ministro).

Eso es lo que pasa cuando un Estado ha dispuesto de ingentes cantidades de recursos provenientes de las buenas cotizaciones (primario exportador) hace, suponiendo que aquellos nunca van a mermar y sin considerar la factibilidad de las obras, que acaban convirtiéndose en elefantes blancos. Llamativamente, el susodicho ha dicho que se va a seguir construyendo aeropuertos. Ojo, no estoy en contra de ampliar la infraestructura, de la naturaleza que sea; lo que no acepto es que se lo haga sin ton ni son.

Pero ya que andamos en estas, le sugiero al dignatario que se haga un circuito de “ovnódromos” de última generación a lo largo y ancho del país: en Sorata, en Tihuanacu, en Samaipata, en Porvenir, en el salar de Uyuni, en la Chiquitanía… Si ya el mundo nos envidia por nuestra exuberante economía, los astros se rendirán a nuestros pies por tan portentosas terminales cósmicas. Y si lo extraterrestres no las usan, será problema de ellos, no del Estado Plurinacional. Lo atractivo, eso sí, serán las siderales comisiones que llegarán desde Stonehenge pasando por el triángulo de las Bermudas.