miércoles, 26 de septiembre de 2018

¡Podredumbre!



Las últimas dos semanas fueron, en materia gramatical, las del sustantivo adjetivado y el adjetivo sustantivado. “Náusea”, “vomitivo”, “asco” y “arcadas” estuvieron entre los términos más expresados tanto en las calles como en las redes.

En mi anterior columna caracterizaba como vergonzoso el comportamiento del organismo electoral con la ingenua esperanza de que pudiera enmendar su grosero proselitismo oficialista. Lejos de ello –contrariamente, más bien- respondió con dos barrabasadas de grueso calibre: impuso un calendario de campaña sin la previa –lógica, además- emisión de un reglamento de la LOP y negó la personalidad jurídica nacional al partido del alcalde de La Paz.

Respecto al reglamento –que hasta el momento en que escribo estas líneas no es conocido- el infame TSE no se decidía si habría de considerar un periodo para las impugnaciones o no. Lo último que se supo, por declaración del operador del régimen Antonio Costas, a la sazón vocal electoral, es que lo habrá, pero de “muy corta duración” (como para que nadie pueda legalizar las pruebas que sustenten las impugnaciones contra el candidato imposible -por mandato constitucional y por decisión popular expresada en referéndum-) para apadrinar dicha candidatura contra toda legalidad y contra el propio sentido común.

En relación al partido del alcalde, mi observación no se vincula a algún afecto por dicha organización –por la que más bien siento alguna antipatía precisamente porque anduvo guiñándole el ojo al MAS, al extremo de recibir halagos vicepresidenciales que la calificaron como “oposición inteligente”- sino por una consideración de Perogrullo: el partido del alcalde es una organización viva, presente en la deliberación pública con innegable influencia, sobre todo en la sede del Gobierno. Digo esto porque en marzo de este año el mismo tribunal masista otorgó dicha personalidad a una organización fantasma de nombre “PanBol” cuyo “jefe” duerme el sueño eterno y cuya “militancia” es invisible -¿Conoce usted algún “panbolista” medianamente influyente? ¿Cómo pudo este espectro juntar más de cien mil firmas sin observaciones?-. Una hipótesis plausible alude a un partido “señuelo” apadrinado por el régimen (incluido el propio TSE), con préstamo de militancia incluido, para fabricar un oficialismo disfrazado de oposición. Si esta inexistente agrupación obtuvo la tan codiciada personalidad jurídica, resulta absolutamente incongruente que el partido del alcalde no lo hiciera.

Si el TSE no siguió siendo el blanco de las diatribas es porque otro hecho de dimensiones monstruosas conmueve a la ciudadanía y pone en evidencia lo que todos, excepto el régimen que es su promotor, saben: desde hace una década, la justicia, nuestra justicia, está podrida. Ni dos elecciones judiciales en las que el régimen perdió por abultadas goleadas, sirvieron para que éste se diera por aludido; por el contrario, siguió “metiéndole nomás” hasta que, gracias a un ciudadano sensible y con los nervios bajo control, logró obtener un registro/confesión de cómo el régimen maneja la justicia.

La jueza “suicida” es sólo una pieza, y no la más importante, en este perverso aparato de corrupción e injusticia. Las fichas de peso se pavonean en sus puestos de poder y señalan a la borracha caída en desgracia. ¡Pásenme una bolsa, por favor!

El inocente Jhiery Férnandez se ha convertido en una víctima/símbolo de la asquerosidad del régimen y no sólo de quienes, como él, purgan pena siendo inocentes en la vía penal propiamente dicha, sino de los perseguidos, exiliados, encarcelados y detenidos domiciliariamente en la vía de la criminalización de la política, como otro Fernández –Leopoldo- quien, como otros, es víctima de la crueldad del régimen.

¡Podredumbre!

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Vergonzoso comportamiento del TSE



Lo digo también por la vergüenza ajena que produce el lamentable espectáculo que está brindando el Órgano Electoral a la comunidad; como ciudadano de esta noble tierra, me siento absolutamente abochornado de ver cómo la entidad que debería velar celosamente por el respeto al voto popular, se entrega, sin oponer resistencia alguna, a los designios del poder político en impúdica demostración de sometimiento al mismo.

Dialogando con algunos estudiantes –sub 19, para mayor referencia- me hacían notar que, como no tienen elementos de comparación, tienden a pensar que esto siempre fue así de grosero.

Con algo de modestia, les replico que, en razón de mi larga experiencia, he vivido dos grandes logros que espero que ellos también puedan llegar a disfrutar: la clasificación, por mérito propio, de nuestra selección de fútbol a un Mundial, y el funcionamiento, durante un tiempo relativamente corto, de una Corte Nacional Electoral que se ganó el respeto, la confianza y la admiración de la ciudadanía por su credibilidad. Ejemplo de institucionalidad, desde la presidencia de Huáscar Cajías Kauffmann hasta la de Salvador Romero Ballivián, la CNE supo hacer prevalecer su condición de máxima autoridad en materia electoral.
Un detalle no menor, es que aquel tribunal no tenía, como lo tiene el actual, el estatus de poder de Estado y, sin embargo, mantuvo una independencia a toda prueba.

No hay estado de derecho; lo que tenemos es un Estado corporativo que para sostener las apariencias se disfraza de democrático. “De qué dictadura hablan; aquí hacemos elecciones”, reclama a quienes anhelan democracia para Bolivia. Lo mismo dice el régimen cubano de su sistema de “elección” y, aunque no fuera una copia de éste, al régimen masista le basta tener al árbitro electoral bajo su control, como una pieza de su corporación.

Uniendo piezas sobre la base de la información disponible hasta la fecha –¡de qué otras tropelías nos iremos a enterar más tarde!- sospechamos que todo lo sucedido respecto a la Ley de Organizaciones Políticas, luego de su presentación como proyecto al parlamento, fue una lamentable comedia que obedeció a un guión acordado (¿en la residencia presidencial?).

Es risible el tono con el que el TSE salió a “desmentir” la “posmentira” del Sr. Morales Ayma. Patética muestra del temor reverencial que los (e)vocales electorales profesan por su jefe. Una revelación de tal magnitud (e-l-o-r-g-a-n-i-s-m-o-e-l-e-c-t-o-r-a-l-r-e-u-n-i-é-n-d-o-s-e-e-n-t-r-e-g-a-l-l-o-s-y-m-e-d-i-a-n-o-c-h-e-c-o-n-e-l-P-r-e-s-i-d-e-n-t-e-e-n-l-a-r-e-s-i-d-e-n-c-i-a-d-e-é-s-t-e-e-n-l-a-q-u-e-e-l-T-S-E-l-e-h-a-b-r-í-a-s-u-g-e-r-i-d-o-a-d-e-l-a-n-t-a-r-l-a-s-p-r-i-m-a-r-i-a-s) merecía una firme solicitud de una satisfacción pública de parte de este individuo hacia el poder electoral (que admitió tal reunión clandestina). Con su triste reacción, el OEP –como también se hace llamar- ratifica su desgraciado  sometimiento al poder político. Parece, incluso, que le gustara.

¿Hay alguna manera en la que el TSE pudiera redimirse de este su vergonzoso comportamiento y así dejar de hundirse en el fango de la ignominia?

En mi criterio, hay dos modos: uno institucional (óptimo) y uno individual (valorable). El primero consiste en hacer valer su condición de poder del Estado y único juez en materia electoral y hacer respetar el resultado vinculante de referéndum del 21 de febrero de 2016 impidiendo cualquier intento –primarias incluidas- de candidatura presidencial al señor Morales Ayma, y el segundo, en caso de no darse este paso, en renunciar -en conciencia y señalando a los operadores del MAS en la entidad-.