miércoles, 27 de marzo de 2019

El Superestado cocainero





Hace unos días se me ocurrió una frase carente de inocencia que acabé publicándola en las redes. “El régimen tiene su ‘base’ en el Chapare”, rezaba la misma, y provocó una serie de reacciones, a tono con el juego de sentido, entre las que “Yo más bien creo que están los cristales de la familia” es de las más suaves. Probablemente, el aire jocoso de comentarios como el citado sea la mejor constatación de que nuestra sociedad ha naturalizado un asunto tan oscuro como es el de la producción de cocaína –junto con el tráfico de la misma- al grado de tomárselo a broma –“de mal gusto, pero broma al fin” diríase, parafraseando al señor García cuando se refiere a los autos chutos (de contrabando)-.

Ahora doblo la apuesta y hablo del Superestado cocainero lo que, ciertamente, no es un denominativo descabellado, sobre todo a la luz de recientes acontecimientos que han encendido nuevamente las alarmas respecto a la naturaleza del poder que nos rige. Curiosamente, algo que se suele “olvidar” a la hora de husmear lo que ocurre con su base, es el hecho de que el señor Morales Ayma, presidente del Estado, no ha dejado de ejercer el cargo de Secretario Ejecutivo del Superestado mencionado.

Hasta hace poco, las pistas –no las de aterrizaje- que se tenían sobre el poder superestatal de la región productora y comercializadora de cocaína eran los casos de conexión entre funcionarios gubernamentales y proveedores de sustancias incontroladas que, no por acción del gobierno, eran puestos en evidencia. Una mezcla de tolerancia hacia el régimen –por una economía de carácter extractivista en auge- y por las fintas del propio régimen para zafarse de tales relaciones lograba atenuar, de alguna manera, el impacto, en materia de desgaste político, del mismo.

¿Cambiarán los recientes hechos esa especie de blindaje que Estado y Superestado se prodigan mutuamente? Veamos.

Más allá de la recurrente prohibición de ingreso al territorio “liberado” a los candidatos que se oponen al Jefe del Estado y del Superestado –la misma persona-, una reciente emboscada a miembros de Umopar que detectaron una pista clandestina supuso el tránsito de las palabras a los hechos, dejando el mensaje de que, efectivamente, el narcotráfico opera a sus anchas en el Chapare. Un oficial de Policía destinado a la zona ha afirmado “ellos (los dirigentes sindicales cocaleros, cuyo máximo líder es Morales Ayma) tienen más poder, ellos dirigen no solo sus sindicatos cocaleros, sino a todas las comunidades”.

En una nota de prensa suscrita por Iván Paredes Tamayo, su autor sostiene que: “No quieren extraños en su territorio, mucho menos que resurjan rumores de negocios ilícitos. En pleno trópico saben que los ‘ambulantes’ son quienes mueven el negocio del narcotráfico. No lo niegan…” (Los ‘ambulantes’, la pieza clave en el negocio del narco en el Chapare, El Deber, marzo 17 de 2019).

Si a ello sumamos la preocupación de la JIFE, expresada en Viena -donde el jefe del Estado y del Superestado fue a promover el “modelo” plurinacional de lucha contra el tráfico de estupefacientes- por el incremento de cultivos de coca en Bolivia, la actitud contemplativa e interesada de la comunidad internacional respecto al tema podría virar hacia una más dura, mellando así la resistencia del Superestado en complicidad con el Estado.

Dicho en otros términos, la paciencia con el actual estado de cosas podría estar agotándose y la mirada complaciente, llegando a su fin. De otra forma, la connivencia entre Estados –el formal y el chapareño- derivará en situaciones, cuando menos, lamentables.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Proxenetismo de Estado




Lo que hasta hace poco era un secreto a voces, una sospecha sin evidencia, acabó por ser develado por boca de uno de sus propios perpetradores, probablemente a causa de la desinhibición que produce el consumo de sustancias incontroladas, al calor de las masas y al irrefrenable impulso de gritarle al mundo de dónde proviene el poder que uno ostenta.

En efecto, por confidencias de quienes tienen ojo para ello, nos enteramos, de cuando en cuando, de que durante las visitas de autoridades del régimen a municipios y comunidades –especialmente si se quedan a pernoctar en tales lugares- éstas son tratadas a cuerpo de rey, incluido el goce de favores sexuales proporcionados por una jovencita (adolescente) seleccionada por “el pueblo” para tal efecto. De esto, dicen, tienen conocimiento los propios padres de las señoritas, quienes son conminados a aceptar el sacrificio de su hija en aras de que el régimen se ocupe de las necesidades de la población. Lo que en realidad busca el(la) dirigente-proxeneta es que suban sus bonos políticos ante el poder.

Se ha llegado a escuchar que, incluso, hay caso en los que la autoridad visitante “escoge” la compañía y, mediante señales acordadas, su deseo –orden, en realidad- es complacido. Para ello se recurre, aseguran, hasta a los miembros, uniformados generalmente, del cuerpo de seguridad que acompaña al funcionario de alto rango.

Ganas no faltaban para abordar este turbador asunto; pero, la falta de evidencia hacía imposible referirse al mismo. ¡Hasta que un buen día –mal día- uno de estos proxenetas abrió la boca más allá de lo debido y alargó la lengua ofreciendo “misses” a un ministro en público!

Podría alegarse que el título que puse a esta columna, “Proxenetismo de Estado”, suene excesiva en tanto quien lo ejerce no ocupa un cargo en la estructura administrativa del Estado –es “solo” un dirigente con poder, con mucho poder- pero resulta que, como desde hace más de una década estamos sometidos a un Estado de carácter corporativo, tal caracterización se ajusta a cabalidad a este caso.

Resulta, por inferencia, que el poder que detenta el dirigente aludido no emana de su capacidad intelectual o de su liderazgo moral, sino del rol de traficante sexual –probablemente de tratante- para solaz de sus jefes.

Pero nada sería eso. Más indignante aun es el papel de alcahuetes que juegan otros operadores del régimen –mujeres incluidas- al justificar el hecho: el Viceministro de Descolonización ha indicado que lo dicho por el proxeneta está permitido en época carnavalera (anata); el ministro involucrado en el hecho ha calificado como “racistas” a las críticas que cayeron sobre el dirigente en cuestión; y una diputada –conocida por sus escupitajos y por su ingesta de carteles- ha minimizado el tema. El Presidente y el Vicepresidente no se han pronunciado.

Sin duda que lo expresado por el lengualarga no es un hecho aislado, sino un modo de ejercer el poder extendido más allá del lugar en el que ocurrió la infidencia.

Esto nos lleva nuevamente a un asunto al que se le puso paños fríos sin haber sido aclarado con la suficiente contundencia en su momento: se conoció a raíz del escándalo en el FONDIOC, que la hija de la MAE de dicha institución habría concebido un hijo, fruto de una relación con el Jefe de Estado. Nunca se realizó en examen de ADN para desvirtuar o confirmar la versión. Si se hubiese realizado y confirmado –conjeturo- ¿no habría ocurrido bajo la “modalidad” develada por el dirigente cocalero? Si tal cosa hubiese, efectivamente, ocurrido, explicaría el raudo ascenso de la exautoridad en la estructura del poder (hasta que se descubrieron sus matufias).

Para cerrar, curiosa (o casualmente), del expresidente Barrientos se cuenta que recibía esta clase de favores con frecuencia, en nombre del Pacto Militar-Campesino.

viernes, 1 de marzo de 2019

¡Una Vergüenzuela!




El servicio exterior del régimen ha mostrado una absoluta consistencia, aunque negativa, cuando de apoyar a sátrapas que masacran a la gente se trata. Gadhafi, Al-Assad, Ortega, Chávez y Maduro se encuentran entre éstos.

Además del hecho mismo de ponerse al lado del dichos criminales, es igualmente indignante que, en grandes titulares, se lea “Bolivia apoya a Ortega”, “Bolivia apoya a Al-Assad”… cuando sabemos que es el Gobierno, a nombre de nosotros, independientemente de que estemos de acuerdo o no, el que manifiesta tales exabruptos.

El más reciente es el respaldo del régimen al tirano de Venezuela, Nicolás Maduro, quien ha agradecido el mismo al “Jefe Indio del Sur”. En tal línea, el embajador del denominado “Estado Plurinacional” ante la ONU ha reiterado esta posición no obstante los crímenes de lesa humanidad y las represalias atentatorias a los derechos humanos cometidos por el régimen “chavomadurista” en su afán por evitar el ingreso de ayuda humanitaria –alimentos- para paliar el hambre que asuela a la población venezolana.

En su argumentación, dicho Embajador –luciendo en su solapa una bandera de Bolivia invertida- ha dicho que no quiere ver a Venezuela “convertida en otra Libia”. Lo que no ha advertido el diplomático –“acto fallido” es como se llama a este tipo de traiciones del inconsciente- es que al utilizar tal analogía, el sujeto en cuestión está equiparando a Maduro con Ghadafi, es decir con quien fuera conocido como “El Coronel sanguinario”. “No me ayudes, compañero”, podría alegar el sucesor de Chávez.

Y claro… ¡No podía faltar el “Bolivia apoya a Maduro”!, cuando lo cierto es que Bolivia apoya a Venezuela y condena el respaldo del régimen a su déspota. Esto se desprende del 82% de rechazo que la postura gubernamental generó en la ciudadanía, de acuerdo a la encuesta publicada por este medio.

En la línea del tiempo vemos a un militar golpista graciosamente liberado por el otrora lúcido líder Rafael Caldera, absolutamente complaciente con el enajenado que se asumía como la reencarnación de Bolívar; vemos también las variadas tretas del sujeto, ya en el poder, para burlarse del voto popular tomando control de todas las instituciones –método calcado por el régimen masista-; vemos al tiranuelo morir por un cáncer achacado “al imperio” y cuyo deceso es comunicado varios días después de haber sucedido; vemos al –ponga usted aquí los términos expresados por Miguel Bosé- Nicolás Maduro concluir la obra de su predecesor: convertir a una potencia petrolera en país mendigo, mientras los jerarcas acumulan fortunas provenientes de una monstruosa corrupción.

¿No es todo esto una Vergüenzuela? Si bien la comunidad internacional, con buen criterio, ha decidido no hacer uso de la fuerza militar, la continuidad del sátrapa al mando del gobierno es insostenible; mientras más se prolongue, más seres humanos estarán en la mira de la dictadura, el hambre seguirá arreciando y la muerte irá ganando terreno para beneplácito de la tiranía. Los últimos días de las dictaduras –y Maduro está viviendo sus últimos días en el poder- suelen ser los más cruentos, por lo que mientras menos días pasen, mejor será. Para ello, la presión internacional será determinante.

Al cierre de la presente columna, manifiesto el amor que me embarga por Venezuela, país que acogió a mi padre tras haber sido exiliado por la dictadura en 1974, esperando que pronto vuelva a ser la República democrática que brindaba generosamente sus brazos a los perseguidos políticos de otras y respetaba los derechos humanos de sus ciudadanos.
¡Viva Venezuela libre de la tiranía!