jueves, 22 de abril de 2021

Cien días del aguante

 



Hoy se cumplen cien días desde que el Presidente instó a la ciudadanía a aguantar la arremetida de la calamidad hasta que el Gobierno comenzara a aplicar un plan de vacunación masiva. Lo digo con total certeza porque llevo un registro –“Diario del aguante”, lo he denominado- que publico regularmente a través de mis redes.

A la fecha, muy masiva que se diga no es la vacunación y mucho plan, lo que se dice plan, tampoco asoma en el ambiente. Por tanto, en lo que a mí concierne, el aguante continúa. Alguito se ha hecho, pero con carácter casi marginal, y no como la propaganda gubernamental lo maquilla: tengo un hermano que, en su calidad de médico, ha recibido las dos dosis de la vacuna, y tengo un puñado de amigos y conocidos que, ya por edad o por padecer una enfermedad de base, recibieron la primera. Estadísticamente, eso representa una cantidad marginal. Lo último que se ha anunciado es que con el lote de vacunas que arribó el martes, se llegará a cubrir el 11% de la primera dosis para la población mayor de 18 años. Pero incluso si yo la hubiese recibido –cosa que no ha ocurrido- mi posición seguiría siendo la misma: seguimos en el aguante, gentileza de Superlucho.

Hasta ahí, el estado de la cobertura de las vacunas a cien días del aguante. Sin embargo, lo que aconteció en este tiempo –y que forma parte del registro- de manera colateral en relación al “plan de inmunización” es digno de una película sobre el desprecio al prójimo producida desde el poder.

Al menos tres ejes argumentales se entrelazan en esta historia: el uso político –infructuoso; contraproducente, incluso, para el régimen- del destino de las vacunas, la danza de las cifras del supuesto plan y el maltrato a los adultos mayores. Describiré brevemente cada uno de ellos y concluiré citando algunas frases de antología que tuvieron a autoridades como sus autores.

Al coincidir con las elecciones autonómicas (que resultaron una suerte de plebiscito en el que la ciudadanía mostró su desencanto con el régimen de Morales Ayma) el Gobierno aprovechó la expectativa de la población ante los anuncios del arribo de vacunas –un millón setecientos mil ya estaban en el bolsillo, supuestamente-  para chantajearla. El régimen se aseguraba el monopolio de la importación y de la administración de las mismas para inducir a la ciudadanía a votar por el MAS. Ya lo decíamos, el chantaje tuvo un efecto contrario al que el régimen deseaba y acabó con la humillante derrota del partido azul.

Simultáneamente, dependiendo de la autoridad que se pronunciara, las cifras, desde la cantidad de vacunas disponibles, hasta las comprometidas, junto al hermetismo sobre el precio de éstas enrarecieron el ambiente y crearon un tufillo de sospecha sobre su manejo. En época electoral, se habló de millones de vacunas; pasada la misma, se habla de cifras más modestas, aunque un supuesto compromiso de Putin vuelve a los seis ceros.

Lo más terrible de estos cien días ha sido, sin duda, el trato inhumano dispensado a los adultos mayores en los centros de la Caja Nacional de Salud. Hasta la Defensora del Pueblo (cuyo interinato ya venció hace tiempo), tan proclive a justificar los abusos del régimen de Morales Ayma, se rindió a tal evidencia. Imperdonable.

Cierro con lo prometido:

“No hay que tener miedo a la estadística” (Luis Arce)

“Cumplan las medidas de seguridad; es la única medida efectiva” (Jeyson Auza)

“El Gobierno prevé la escasez de vacunas los próximos cuatro meses” (Rogelio Mayta)

“Las vacunas no son para ninguna Gobernación” (Jeyson Auza)

“El cronograma es flexible” (María Reneé Castro)

“Fortalecimos el sistema público de salud” (María Rothe)

“Hemos enviado vacunas para el pueblo, no para la oligarquía” (Luis Arce)


miércoles, 7 de abril de 2021

El día en el que me hice estronguista

 




(Texto publicado en la edición de homenaje por los 50 años de la tragedia de Viloco de la Biblioteca Stronguista, 2019)


Dos de la mañana, calle Juan Aguirre, San Pedro. En la medida en que el taxi que nos traía de vuelta se va acercando a la esquina Pioneros de Rochedale, se percibe un movimiento inusitado para ese lugar y a esas horas: dos automóviles tipo vagoneta, como suelen decir los agentes de Tránsito, y un contingente de civiles armados rodean el inmueble al que nos dirigimos. Los vecinos, seguramente alertados por los nada sigilosos movimientos del operativo, fisgan desde la oscuridad de sus livings.

Una vez más, como tantas otras, ese 1974 el club The Strongest se había coronado campeón del torneo paceño dejando en el segundo lugar a su acérrimo rival, el Bolívar. Esto quiere decir que el aurinegro jugaría el campeonato nacional en representación del departamento del Illimani. Así fue y también se hizo con el título absoluto.

Las cosas no eran como ahora, supongo. No habían derechos de televisión,  jugosos premios por clasificación a certámenes internacionales, ni nombres de  “sponsors” bordados en las camisetas de los equipos. El grueso del soporte económico de los clubs dependía de la recaudación por el aforo en los partidos y del desprendimiento de algunos directivos. En esas condiciones, se tenía que recurrir a actividades de apoyo para sostener los gastos que permitiesen avanzar deportivamente.

A manera de celebrar el título local y juntar unos pesos para sufragar la participación del Tigre en el Nacional, se organizó una peña en la sede de la Colón. Tanto habríamos jorobado mi hermano Jorge (10) y yo (12) a mis padres que se tomó la decisión familiar de que mi madre iría con nosotros a la fiesta y mi padre se quedaría en casa cuidando a los otros tres vástagos.

Estoy en la cabina de radio Deseo. En esta sesión hago un repaso al festival de Woodstock a cincuenta años de su realización y, para contextualizar, enumero algunos hechos sucedidos durante 1969, un año bisagra (antes de/después de) para la historia: con el telón de fondo de la guerra en Viet Nam, que mantiene en vilo al mundo aunque, salvo directamente involucrados, casi todos los países son ajenos a este conflicto. Sin embargo, en muchísimas ciudades occidentales, una generación de jóvenes melenudos se manifiesta por la paz.

Entre algunos de tales hechos, podemos citar la primera fertilización in vitro, el estreno del Concorde, la primera aeronave comercial que rompe la barrera del sonido, los primeros tumultos en marchas por los derechos de los gays, la llegada del ser humano a la luna, el festival de Woodstock y otros.

En nuestro medio ocurren también casos notables: en abril se produce el accidente, atentado dicen algunos, del avión que transportaba al presidente de entonces, René Barrientos Ortuño, y en agosto se inician oficialmente las transmisiones de Televisión Boliviana, toda una revolución.

Instituto Americano, turno tarde, segundo básico. Luego de que un funcionario de la institución le susurrara algo al oído, el grito desgarrador y posterior desmayo de la profesora, interrumpen la clase. Ese viernes, mi curso ya no la pasa. ¡A jugar, chicas y chicos! (¡Ah!, no había celular).

Sin saberlo aún, ese día me hice estronguista y, conmigo, una importante cantidad de estudiantes de mi tanda. Es que lo sucedido repercutió muy fuertemente en el colegio.

Volvamos al 74. La situación es muy confusa; hace minutos estábamos arengando al campeón y escuchando cuecas y huayños, y ahora alcanzamos a ver –si llegábamos un minuto después ya no lo hacíamos- cómo esos civiles armados sacaban a mi padre en pijamas –no le permitieron cambiarse- y lo introducían a un automóvil tipo vagoneta, como dicen los de Tránsito. Durante dos semanas no supimos nada de él, hasta que llegó un telegrama de Paraguay reportando que había sido exiliado al haber sido descubierto en actividades conspirativas contra el gobierno dictatorial de entonces.

El Tigre salió campeón nacional y, tiempo después, gracias a un decreto de amnistía, mi viejo volvió para reunirse con la familia.

La profesora había recibido la noticia de que un familiar suyo, Óscar Zubieta Cardona, a quien la prensa de la época describe como funcionario y articulista literario, había perecido en un accidente aéreo. Horas más tarde, al día siguiente, nos enteramos de que el papá de un compañero de curso también se encontraba en aquel avión y había sufrido el mismo desenlace. Todo era conmoción, porque ellos eran apenas dos de varias decenas de fallecidos, una parte de los cuales eran jugadores, cuerpo técnico y directivos del club aurinegro; el padre del compañero era Eustaquio Ortuño, exarquero y director técnico de The Strongest, en funciones al momento del accidente.

La historia del Tigre está llena de vicisitudes y de páginas gloriosas. Ese 26 de septiembre de 1969, hace 50 años, caló hondo en las fibras de una institución que forma parte del corazón de nuestra sociedad. El mundo lloró la pérdida y el club recibió la solidaridad de sus pares, particularmente de Boca Juniors, e inicio el operativo de resiliencia, a levantarse de sus cenizas, literalmente.

El espíritu de Viloco nos acompaña a los estronguistas en nuestra vida; no falta quien, como en mi caso, arma una mesa de Todos santos para los muchachos que están en la eternidad.

Como decía, sin saberlo aún, ese viernes 26 de septiembre de 1969, año también en el que opté por seguir a los Rolling Stones, me hice Tigre. Al año siguiente, mi familia nos mandó de vacación a Sucre a Jorge y a mí.

Estadio de Surupata: Stormers versus The Strongest. El primer partido del Tigre al que asistí.

¿Posdemocracia?

 




Dejémonos de cuentos: el tan popular término “posverdad” es solamente un eufemismo para no decir “mentira” o “falsedad”; su uso, ciertamente, da un toque de elegancia y de aire intelectual.

Veamos estos casos. Cierto: “Da Vinci pintó La Monalisa”; posverdad: “Rafael pintó La Monalisa”. La segunda premisa es, en buen cristiano, falsa, pero suena “cool” llamarla con la palabra de moda. ¿Por qué no llamar mentira a la mentira, y falsedad a la falsedad? ¿Lenguaje políticamente correcto, simple esnobismo intelectual o descarada intencionalidad política?

Resulta a todas luces conveniente a quien falsea los hechos o miente descaradamente que sus patrañas sean llamadas “posverdades” porque a cierto público afín le sugiere algo más allá de la verdad o una segunda verdad en disputa con el hecho real. Buen negocio político este de la mentira en píldora dorada.

La mentira más exitosa de los últimos tiempos es la que, con toda su artillería jurídico/político/mediática, puso a circular el régimen de Morales Ayma con el Gobierno de Arce Catacora como operador de la misma. Me refiero, por supuesto, a la peregrina idea de un golpe de Estado supuestamente perpetrado por “la derecha” que habría usado a las FFAA para tal cometido, cuando lo que en realidad pasó es que se la cadena de renuncias, se generó un vacío de poder que fue resuelto, en estricta sucesión constitucional, en la persona de la segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, una parlamentaria relativamente desconocida hasta entonces, sucesión luego avalada por el Tribunal Constitucional. La aplicación constitucional dejó, además, intacta la conformación del Congreso en sus dos cámaras.

El constructo de la mentira ha sido revelado por el ministro de Justicia quien, en un arranque de franqueza o en una traición de su inconsciente, dio detalle de cómo se armó la misma. Pero no contaba con que testimonios del propio Presidente y del ministro de la Presidencia daban fe de la constitucionalidad del gobierno transitorio y con que, de mano propia, Morales Ayma escribiera que decidió renunciar antes de la sugerencia que le hiciera el comandante (“su” comandante) de las FFA a la que siguieron otras como la de su Defensora del Pueblo y la de su Secretario General de la Central Obrera.

Con este antecedente, ahora saltamos a lo manifestado por el vicepresidente Choquehuanca en sentido de que el régimen pretende ir “más allá de la democracia”, o sea llevarnos a una “posdemocracia” que, por el razonamiento previo no es más que una democracia de mentira o, en buen cristiano nuevamente, una vulgar autocracia totalitaria –estilo Corea del Norte, digamos, linda “posdemocracia”-.

Habrá que recordarle al señor Canciller que, independientemente de las formas que cada Estado adopte –presidencialismo, parlamentarismo, representativa, semidirecta, etc.- hay ciertos pilares, principios y valores democráticos; y que cuando alguno es cercenado –el debido proceso judicial, por ejemplo- se está poniendo en cuestión a la democracia misma, y que cuando lo son varios, prácticamente estamos en lo opuesto a la democracia. ¿Es esa la “posdemocracia” que se nos ofrece?

Resulta paradójico que en pleno siglo de la información y el conocimiento estemos a expensas de iluminados que proclaman que en democracia las minorías deben someterse a la mayoría como si la mayoría transitoria perdiera automáticamente sus derechos al instaurarse otra mayoría transitoria.

Sabemos que el Canciller no es amigo de la lectura, pero bien haría, por una vez en su vida, en leer a Montesquieu (división e independencia de poderes), a Sartori (problemas de la democracia), a Bobbio (superioridad moral y política de la democracia) y a Morlino (indicadores de la calidad de la democracia), entre otros.