miércoles, 12 de septiembre de 2018

Vergonzoso comportamiento del TSE



Lo digo también por la vergüenza ajena que produce el lamentable espectáculo que está brindando el Órgano Electoral a la comunidad; como ciudadano de esta noble tierra, me siento absolutamente abochornado de ver cómo la entidad que debería velar celosamente por el respeto al voto popular, se entrega, sin oponer resistencia alguna, a los designios del poder político en impúdica demostración de sometimiento al mismo.

Dialogando con algunos estudiantes –sub 19, para mayor referencia- me hacían notar que, como no tienen elementos de comparación, tienden a pensar que esto siempre fue así de grosero.

Con algo de modestia, les replico que, en razón de mi larga experiencia, he vivido dos grandes logros que espero que ellos también puedan llegar a disfrutar: la clasificación, por mérito propio, de nuestra selección de fútbol a un Mundial, y el funcionamiento, durante un tiempo relativamente corto, de una Corte Nacional Electoral que se ganó el respeto, la confianza y la admiración de la ciudadanía por su credibilidad. Ejemplo de institucionalidad, desde la presidencia de Huáscar Cajías Kauffmann hasta la de Salvador Romero Ballivián, la CNE supo hacer prevalecer su condición de máxima autoridad en materia electoral.
Un detalle no menor, es que aquel tribunal no tenía, como lo tiene el actual, el estatus de poder de Estado y, sin embargo, mantuvo una independencia a toda prueba.

No hay estado de derecho; lo que tenemos es un Estado corporativo que para sostener las apariencias se disfraza de democrático. “De qué dictadura hablan; aquí hacemos elecciones”, reclama a quienes anhelan democracia para Bolivia. Lo mismo dice el régimen cubano de su sistema de “elección” y, aunque no fuera una copia de éste, al régimen masista le basta tener al árbitro electoral bajo su control, como una pieza de su corporación.

Uniendo piezas sobre la base de la información disponible hasta la fecha –¡de qué otras tropelías nos iremos a enterar más tarde!- sospechamos que todo lo sucedido respecto a la Ley de Organizaciones Políticas, luego de su presentación como proyecto al parlamento, fue una lamentable comedia que obedeció a un guión acordado (¿en la residencia presidencial?).

Es risible el tono con el que el TSE salió a “desmentir” la “posmentira” del Sr. Morales Ayma. Patética muestra del temor reverencial que los (e)vocales electorales profesan por su jefe. Una revelación de tal magnitud (e-l-o-r-g-a-n-i-s-m-o-e-l-e-c-t-o-r-a-l-r-e-u-n-i-é-n-d-o-s-e-e-n-t-r-e-g-a-l-l-o-s-y-m-e-d-i-a-n-o-c-h-e-c-o-n-e-l-P-r-e-s-i-d-e-n-t-e-e-n-l-a-r-e-s-i-d-e-n-c-i-a-d-e-é-s-t-e-e-n-l-a-q-u-e-e-l-T-S-E-l-e-h-a-b-r-í-a-s-u-g-e-r-i-d-o-a-d-e-l-a-n-t-a-r-l-a-s-p-r-i-m-a-r-i-a-s) merecía una firme solicitud de una satisfacción pública de parte de este individuo hacia el poder electoral (que admitió tal reunión clandestina). Con su triste reacción, el OEP –como también se hace llamar- ratifica su desgraciado  sometimiento al poder político. Parece, incluso, que le gustara.

¿Hay alguna manera en la que el TSE pudiera redimirse de este su vergonzoso comportamiento y así dejar de hundirse en el fango de la ignominia?

En mi criterio, hay dos modos: uno institucional (óptimo) y uno individual (valorable). El primero consiste en hacer valer su condición de poder del Estado y único juez en materia electoral y hacer respetar el resultado vinculante de referéndum del 21 de febrero de 2016 impidiendo cualquier intento –primarias incluidas- de candidatura presidencial al señor Morales Ayma, y el segundo, en caso de no darse este paso, en renunciar -en conciencia y señalando a los operadores del MAS en la entidad-.  

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