sábado, 10 de septiembre de 2022

Un enano gigante (Publicado en Página Siete)

 


Eran tiempos de aprendizaje en la producción de espectáculos masivos como actividad empresarial sostenible –que luego se consolidaría, se sofisticaría y se inflacionaría- cuando, con diferencia de pocas semanas entre uno y otro, los tres primeros, además de memorables, conciertos con los estándares técnicos y logísticos de su momento, se realizaron en La Paz; corría el año 1988: el de Charly García, el 19 de junio, el de Soda Stereo, el 2 de septiembre y de los Enanitos Verdes –lo pongo al final porque tiene que ver con el homenaje a su creador y líder- el 22 de julio.

Las condiciones que permitieron el arribo, en su época de mayor predicamento, de semejantes expresiones del rock-pop latino (argentino, en particular) y muchas que siguieron en fila, fueron esencialmente económicas: un contexto favorable que posibilitó sus llegadas.

Mi vinculación con Rockway, la organización que gestionó y produjo la mayor parte de los shows internacionales de entonces, me permitió conocer y entablar algún grado de proximidad con algunos exponentes de la escena musical –no lo conseguí con Cerati, quien prefería mantener distancia con los circunstanciales anfitriones, por ejemplo- entre ellos con Marciano Cantero, con quien sostuve contacto hasta hace un par de semanas –el penúltimo con motivo de su cumpleaños y el último con una consulta de disponibilidad de tiempo para una eventual nueva visita a nuestro país-.

Cantero no gozó del relumbre que tuvieron Spinetta o Cerati; pero para un país cuyas canteras de creadores de rock/pop provienen principalmente de la capital y de Rosario, que un “enano” procedente de Mendoza haya ingresado al circuito de los elegidos, lo hace un gigante por derecho propio.

En cuanto a vivencias compartidas con el gran Marciano, tanto en La Paz como en Buenos Aires, rescato la del VHS –toda una joya entonces- de un concierto de The Doors que le obsequié (y que una crónica periodística de un medio argentino recogió) y que siempre se encargaba de agradecerlo. Quedan algunas fotos, dedicatorias, afiches y vinilos como testimonio de una carrera descollante.


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