miércoles, 26 de enero de 2022

Oposición marginal

 


No se necesita ser un experto en algoritmos para darse cuenta de que el MAS –con sus cuitas, miserias y despropósitos- ha ocupado la (casi) totalidad del campo político. Una revisión a la información generada las últimas dos semanas desde su reducto, da fe de que la oposición –la política, la parlamentaria- fue deslazad a los márgenes del sistema.

Trátese de cortinas de humo o no, el caso es que ahora lo que está en el centro del debate es la pugna interna dentro del “instrumento político” por espacios de poder, por la titularidad del liderazgo, y, finalmente, por la candidatura a la presidencia en las próximas elecciones. Como lo afirmé en mi anterior entrega, esto puede acabar en abrazos –previa purga de los “críticos”- o en al menos dos facciones, cuando no cuatro, y correr cada una por su cuenta (siempre hay siglas dispuestas a ofrecerse) y tener un escenario dominado por las corrientes masistas, relegando a una oposición democrática a quedarse con migajas.

Pasó con el MNR y no tendría por qué no ocurrir en los comicios del bicentenario de la república. Quienes aún tienen memoria de las sucesivas elecciones que permitieron el retorno y consolidación de la democracia, recordarán que cuatro o cinco candidaturas provenían de alas del partido de la revolución nacional. Inclusive ADN y el MIR, con su entronque con el 52, respondía a la matriz de emenerrista. Probablemente fueron los partidos Socialista 1 (de relativamente escasos votos, pero de una influencia innegable), Demócrata Cristiano (que tuvo buen desempeño en un par de oportunidades) los que escapaban de la regla. Los partidos de la izquierda radical jugaban solo un rol testimonial. Cambiando los actores y posiciones, ¿es éste el futuro que nos espera?

Como no podía esperarse de otro modo, quien está en el meollo de la cuestión el el señor Morales Ayma. Para muchos masistas, el sujeto resulta ser más un lastre que una plataforma desde la cual lanzarse. Más aún cuando, indirectamente por el momento, pero quién sabe si en poco tiempo lo sea directamente, los recientes escándalos de narcotráfico, sumados a los anteriores de cuando ejercía la presidencia, han salpicado notoriamente al susodicho.

Curándose en salud, el Vice ha denominado “Jilliri Irpiri” –algo así como el “Gran Timonel” que la propaganda china consagró a Mao- a don Luis Arce, título con el que, anteriormente, un señor Gironda (y el eco de García Linera) designó al cocalero. Es curioso, porque Choquehuanca también instó a no ser llunk’u, pero, ¿no es ese gesto una muestra del más depurado llunk’erio? Desde afuera, las cosas tampoco le sonrían a Morales Ayma: de gran libertador de los pueblos indígenas –cosa que nunca fue, pero que vendió muy bien al mundo- la percepción de su figura es la de un ser abyecto al que solo le atrae el poder por el poder.

La prueba más palpable del mutis por el foro de la oposición fue el ridículo que hizo en la sesión del Senado para el tratamiento de los ascensos en las FFAA (a propósito, desde 2006 que se van saltando promociones; a este paso, dentro de cuatro años, el comandante será un subteniente). No hay atenuante para tal cosa; se supone que los opositores saben con quiénes están tratando. En la oposición ciudadana, de clase media democrática, la situación tampoco es muy auspiciosa: la arremetida persecutoria del régimen es feroz y está consiguiendo desarticular toda forma de acción política democrática.

Donde les va bien a los representantes de la oposición es en los medios de comunicación, cuando tienen a un masista al frente. Por lo general, son los azules quienes quedan malparados. Pero eso no hace estado.


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