martes, 11 de enero de 2022

Semblanza: Estructura ejemplificada

 Entrada (anécdota)

A las diez de la mañana, cuando el adolescente de 14 años Trinidad Cárdenas debería estar en la escuela, está peleando como sparring de sus pares en el gimnasio que es propiedad del héroe local del boxeo, Julio César Chávez.

La madre de Cárdenas, Lucila, se sienta en un sillón de madera, lejos de la acción, absorta en los repetitivos golpes de entrenamiento que su hijo asesta a un costal pesado. Ella espera pacientemente durante las dos horas que le toma a Trinidad completar su rutina de entrenamiento. No está aburrida. Al contrario, luce esa expresión de satisfacción que algunas madres tienen cuando observan a sus hijas en la clase de ballet.

Trinidad es uno de los boxeadores más jóvenes del gimnasio, pero ya está comprometido al régimen diario que el boxeo demanda. Él y su madre viajan 30 minutos todos los días de la semana desde uno de los barrios más pobres de Culiacán hasta el gimnasio de Chávez con la esperanza de que Trinidad se convierta en la próxima leyenda boxística de esta ciudad agrícola de Sinaloa.


Párrafos de contexto: Mientras haya hambre, habrá boxeo

Los boxeadores representan para la juventud mexicana lo mismo que Michael Jordan representa para los niños que juegan baloncesto en las canchas públicas. Pero la popularidad de Jordan trasciende clase, raza y género cuando los niños tratan de imitar sus movimientos en el terreno.

“El boxeo es un espectáculo que atrae a la juventud, particularmente a la juventud pobre”, dice Carlos Monsiváis, un periodista de la Ciudad de México que ha escrito acerca de la cultura popular.

“Uno no ve a ningún boxeador de las clases medias o de las clases altas. En México, hay un refrán que dice que en tanto haya pobreza habrá boxeo”.


Tema 1: Sueños boxísticos al estilo Chávez

Colgando de las sucias paredes alrededor de Lucila Cárdenas están los carteles promocionales de las peleas que documentan el ascenso de Chávez a seis campeonatos mundiales en tres distintas categorías de peso.

“Si Dios quiere, quizá él será el próximo Chávez”, dijo Lucila, haciendo eco a las esperanzas de miles de padres a lo largo de México y en la frontera.

“Tengo cuatro boxeadores que tienen posibilidades” dijo Juan Ignacio López, de 42 años, un antiguo campeón mexicano de peso welter que animó a Chávez a perseguir una carrera boxística.

“Tengo aquí 35 jóvenes entrenando Y algunos son serios y quieren tener el éxito que Julio ha tenido”.

Tema 2: Escasez de recursos en el gimnasio

Pero el mismo gimnasio boxístico que alienta estos sueños tiene sus problemas. Chávez, quien ha donado regalos y dinero a los necesitados cuando regresa de sus peleas de campeonato, ha descuidado la inyección de recursos en este lugar que lleva su nombre. 

El gimnasio de seis años de vida, localizado a pocos kilómetros del lugar en que Chávez creció y debajo de un salón de fiestas llamado Mr, Knockout, está apenas equipado con lo mínimo.

Las peras, remendadas con varias capas de cinta en las junturas, tratan de soportar otra sesión de golpes si dejar salir el aire que tienen dentro.

Por las tardes, después de la última sesión de entrenamiento, una docena de pares de guantes descansan para airearse a la luz del sol cerca de la puerta trasera para tratar de borrar en algo el amargo aroma y el sudor.

Los guantes están en tan malas condiciones que un puñetazo puede romper el cojín protector y hacer contacto con un rostro durante un entrenamiento. Las agujetas son apenas lo suficiente mente largas para asegurar el puño de la mano, y las cuarteaduras en la piel del guante se parecen a las de la tierra cuando hay sequía.


Tema 3: Causas de la escasez de recursos

El gimnasio del barrio parece ser más una fuente de orgullos para los boxeadores aspirantes que para Chávez. Ya que Chávez decide entrenar y completar su preparación boxística lejos de Culiacán, no compra equipo nuevo para el gimnasio local. De acuerdo con su hermano mayor, Rodolfo, quien administra sus otros negocios, “el gimnasio no produce ganancias, pero tratamos de ayudarlo (a López)”. 

“Él (Chávez) es propietario del gimnasio, pero no me da dinero”, dijo López. “Estoy un poco dolido, pero estoy contento con lo que tengo aquí”.

López dijo que le pidió ayuda financiera a Chávez en una ocasión, pero se le dijo que no pidiera nuevamente.

“Pero yo sigo yendo”, dijo López. “Tengo fe en que él me recuerde. Me gusta muchísimo lo que hago aquí. Me gusta entrenar. ¿Qué más voy a hacer? Esto es lo que sé hacer”.

Dos semanas antes, López dijo que algunas pesas de mano fueron robadas. No hay esperanzas de reemplazarlas porque dice que no tiene dinero.


Transición a remate: El orgullo está en el nombre

Pero la escasez de equipo moderno no previene a los jóvenes boxeadores de usar el gimnasio. El atractivo para muchos es la oportunidad de codearse con el famoso boxeador en una de sus inesperadas visitas a su casa en Culiacán.

Adrián Anderson, de 18 años, dijo que estaba entrenando al mismo tiempo que Chávez se apareció para hacer un calentamiento ligero.

“Yo lo considero como un maestro”, dijo Anderson. “Es un buen ejemplo para los boxeadores porque ha durado mucho tiempo”.

Remate circular: Sueños de pobreza

Anderson, quien ha estado entrenando por dos años, dijo que se inspiró al ver a Chávez y por los pocos consejos que el campeón compartió con él-

“Quiero llegar a ser alguien”, dijo Anderson. “Quiero ganar muchas cosas. Poe eso entreno. Le dije a mi padre que me trajera aquí desde que yo era más chico. Quiero ser como Chávez”.

(Texto de María Silvera sobre el gimnasio “Julio César Chávez)


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