jueves, 19 de enero de 2017

Cirugía de urgencia

Uno de mis hermanos es médico. De todos nosotros, es el único que tuvo claro lo que habría de ser “cuando sea grande”: pronto a cumplir cuatro años, pidió, como regalo, un fonendoscopio –no uno de juguete, uno de verdad-. Con el tiempo, armó una biblioteca que, imagino, debe ser la envidia de sus colegas. A falta de una especialidad convencional, libertario como es, prácticamente creó la suya, una suerte de medicina holística que se ocupa tanto del alma como del cuerpo de sus pacientes. Quienes han recibido sus cuidados –recientemente mi suegra y, por añadidura su familia- no ahorran elogios para el doctor.

Fuera de sus ocupaciones profesionales, la música –es un profundo conocedor del blues- y la metafísica –algo que me es completamente ajeno- alternan en su cotidianidad; no así la política; más aún, se la pasa hablando pestes de la misma pero, contradictoriamente, sus opiniones sobre varios asuntos de carácter público son incluso más incisivas que las de este su hermano mayor. Sin embargo, jamás que yo recuerde, asomó por su testa incursionar en política propiamente dicha. Puestos a lucubrar el motivo, quizás se deba a un rechazo debido al sufrimiento que le tocó soportar a la familia cuando el régimen de facto exilió a nuestro padre, en 1974.

No me extiendo más en referencias tan personales pero, sin ánimo de generalizar, tampoco veo a muchos médicos en el campo político. Ciertamente a la hora de hacer cuerpo ante algún asunto que los enfrenta con el Gobierno –este o aquel- el gremio de los galenos muestra su lado políticamente activo, pero no es exactamente a ese al que me refiero.

Ahora viene una pregunta sensible: ¿Existen profesiones u oficios más afines al ejercicio de la política? Descartando al militar y al político profesional (algo en lo que normalmente se convierten quienes, a pesar de poseer un grado académico, se dedican a ella como su principal y permanente ocupación–no confundir con el profesional en ciencia política-) lo que resalta en nuestra historia, viendo la secuencia de nombres que pasaron por la presidencia de la nación, es la profusión de abogados. Salvo error u omisión, el único médico que ejerció la primera magistratura fue Enrique Hertzog –aunque ya en calidad de político profesional-. En otros niveles, sobre todo parlamentarios, los abogados también han predominado, pero podemos encontrar de todo en los curules; para el caso que tratamos, recientemente, de manera inconstitucional a mi juicio, tuvimos a una médica –política profesional, a estas alturas- en función de presidenta en ejercicio durante unas horas.

Traigo a cuento estos datos porque estos días, de manera casual, conocí dos casos de médicos en carrera política electoral; ambos del exterior.

El primero es el de José Antonio Vargas Vidot, un independiente que resultó obteniendo la mayor votación, para sorpresa del ámbito político convencional, para la  cámara de representantes de Puerto Rico. Su trabajo sostenido -20 años- en favor de la salud de quienes sufren exclusión le valió tal reconocimiento.

El segundo se trata del candidato a la presidencia de Ecuador Iván Espinel, aún poco conocido, pero dada su juventud -33 años- con promisorio futuro. Portando un bisturí como símbolo, tanto él como su compañera de fórmula –médica también- proponen extirpar la corrupción que campea en su país tras el paso del populismo.


Tras once años de populismo, nuestro país requiere una cirugía de urgencia que le arranque la corrupción que ha penetrado hasta sus más recónditas entrañas. ¿Habrá, metafóricamente hablando esta vez, algún médico o médica capaz de hacerlo?

No hay comentarios: