Auspiciosas. Así se veían
las perspectivas para este año, cuando, a finales del pasado, se anunciaba la
construcción de un bloque de unidad a partir de un acuerdo entre líderes que
habían manifestado su intención de terciar individualmente en las elecciones
generales a celebrarse el 17 de agosto. No solo eso: invitaban también a otros a
sumarse al esfuerzo de unidad.
Demasiado bueno para ser
cierto, y aunque hubo gestos de auténtico compromiso con el bien mayor -renuncias
que parecían potenciar el proyecto- el ambiente interno comenzó a enrarecerse.
La forma de zanjar la
elección del “número uno”, aunque poco ortodoxa, al gozar del consentimiento
general lucía como un recurso idóneo: tres encuestas reservadas, bajo el
compromiso de no difusión de las mismas y una vez conocidos los resultados, la
designación de candidato de unidad, decisión que a esas alturas se había
reducido a dos participantes, quienes ya habían comenzado lanzarse dardos
públicamente.
En la antesala de darse a
conocer el nombre del favorecido -aunque persisten dudas de si realmente hubo
encuesta, dado el secretismo del proceso, cosa que al momento carece de
importancia por lo que ocurrió ese instante- sucedieron dos hechos: Una encuesta
pública -la de red Uno- mostraba a Doria Medina ligeramente por encima de Quiroga,
lo que puso nerviosos a los asesores de éste y, casi simultáneamente, el TSE
emitía la normativa para la realización y difusión de encuestas.
Convenientemente, Quiroga
anunció su alejamiento del bloque de unidad alegando que ya no era tiempo de
encuestas, como si la encuesta del esquema unitario fuera a hacerse pública y,
por supuesto, lo hizo disparando munición de alto calibre contra el
contrincante.
Hasta la fecha,
contrariamente a los “temores” de Quiroga y compañía, no se conoce, repito, tal
encuesta. Además, habiendo permanecido en el bloque uno solo de dos posibles
nominados, resultaba hasta innecesaria la realización de aquella. Por defecto,
Doria Medina se hacía de la candidatura.
A partir de entonces, no
cesaron las mutuas recriminaciones entre ambos. Lo curioso es que, en
determinado momento, desde el campamento del expresidente, ya en calidad de
candidato, se le pedía al candidato por el bloque de unidad que mostrara la
encuesta, cuando fue justamente la susceptibilidad de que se filtrara,
incurriendo en la ilegalidad y posterior inhabilitación, el argumento que
Quiroga utilizó para zafar de la unidad.
El más reciente episodio
de hostilidad al interior del bloque fue la difusión de la infame “lista negra”
que Luis Fernando Camacho, pieza fundamental del esquema unitario, colocó, cual
bomba de tiempo, en el cuartel del equipo. El “fuego amigo” volvió a estremecer
los cimientos de lo que quedaba del edificio.
Vamos a convenir en que,
sobre todo por la posición sensata de Vicente Cuéllar, la construcción ha
resistido, aunque ha sufrido graves fisuras que con seguridad repercutieron en
la intención de voto, aunque podría esperarse que las aguas se calmen dentro
del, sin duda, único esfuerzo serio de unidad de parte del campo democrático.
Buena parte de lo que se podría ocurrir para remontar el mal momento, descansa
en una adecuada elección de los acompañantes. Si dicha (s)elección refleja un
auténtico cuadro de unidad, podría revertirlo.
Por otra parte, ya se avizora
una estrategia del régimen para, a pesar de sus resquemores internos, no soltar
el poder. Es tiempo de detener el “fuego amigo” y apuntar a donde corresponde.