miércoles, 14 de mayo de 2025

Estragos ocasionados por el "fuego amigo"

 




Auspiciosas. Así se veían las perspectivas para este año, cuando, a finales del pasado, se anunciaba la construcción de un bloque de unidad a partir de un acuerdo entre líderes que habían manifestado su intención de terciar individualmente en las elecciones generales a celebrarse el 17 de agosto. No solo eso: invitaban también a otros a sumarse al esfuerzo de unidad.

Demasiado bueno para ser cierto, y aunque hubo gestos de auténtico compromiso con el bien mayor -renuncias que parecían potenciar el proyecto- el ambiente interno comenzó a enrarecerse.

La forma de zanjar la elección del “número uno”, aunque poco ortodoxa, al gozar del consentimiento general lucía como un recurso idóneo: tres encuestas reservadas, bajo el compromiso de no difusión de las mismas y una vez conocidos los resultados, la designación de candidato de unidad, decisión que a esas alturas se había reducido a dos participantes, quienes ya habían comenzado lanzarse dardos públicamente.

En la antesala de darse a conocer el nombre del favorecido -aunque persisten dudas de si realmente hubo encuesta, dado el secretismo del proceso, cosa que al momento carece de importancia por lo que ocurrió ese instante- sucedieron dos hechos: Una encuesta pública -la de red Uno- mostraba a Doria Medina ligeramente por encima de Quiroga, lo que puso nerviosos a los asesores de éste y, casi simultáneamente, el TSE emitía la normativa para la realización y difusión de encuestas.

Convenientemente, Quiroga anunció su alejamiento del bloque de unidad alegando que ya no era tiempo de encuestas, como si la encuesta del esquema unitario fuera a hacerse pública y, por supuesto, lo hizo disparando munición de alto calibre contra el contrincante.

Hasta la fecha, contrariamente a los “temores” de Quiroga y compañía, no se conoce, repito, tal encuesta. Además, habiendo permanecido en el bloque uno solo de dos posibles nominados, resultaba hasta innecesaria la realización de aquella. Por defecto, Doria Medina se hacía de la candidatura.

A partir de entonces, no cesaron las mutuas recriminaciones entre ambos. Lo curioso es que, en determinado momento, desde el campamento del expresidente, ya en calidad de candidato, se le pedía al candidato por el bloque de unidad que mostrara la encuesta, cuando fue justamente la susceptibilidad de que se filtrara, incurriendo en la ilegalidad y posterior inhabilitación, el argumento que Quiroga utilizó para zafar de la unidad.

El más reciente episodio de hostilidad al interior del bloque fue la difusión de la infame “lista negra” que Luis Fernando Camacho, pieza fundamental del esquema unitario, colocó, cual bomba de tiempo, en el cuartel del equipo. El “fuego amigo” volvió a estremecer los cimientos de lo que quedaba del edificio.

Vamos a convenir en que, sobre todo por la posición sensata de Vicente Cuéllar, la construcción ha resistido, aunque ha sufrido graves fisuras que con seguridad repercutieron en la intención de voto, aunque podría esperarse que las aguas se calmen dentro del, sin duda, único esfuerzo serio de unidad de parte del campo democrático. Buena parte de lo que se podría ocurrir para remontar el mal momento, descansa en una adecuada elección de los acompañantes. Si dicha (s)elección refleja un auténtico cuadro de unidad, podría revertirlo.

Por otra parte, ya se avizora una estrategia del régimen para, a pesar de sus resquemores internos, no soltar el poder. Es tiempo de detener el “fuego amigo” y apuntar a donde corresponde.

miércoles, 30 de abril de 2025

Duplicados y gemelos

 


Cada elección trae consigo una serie de hechos que la van marcando, aunque, al final, lo que cuenta es el resultado y pocos recuerdan lo que sucedió en el camino. ¿Qué nos depararán las elecciones generales de agosto? Más allá del “wishful thinking” (“ganará tal”, “ganará cual”, de acuerdo al deseo de cada quien), el signo predominante es el de la incertidumbre puesto que, lejos de clarificarse, el panorama es disperso y confuso. Hubo otras en las que, más o menos a estas alturas, era relativamente sencillo predecir quién las ganaría -aunque, como recordaremos, podía no llegar a ocupar el trono presidencial-. Antes de que entrara en ejercicio la segunda vuelta -hablo del periodo democrático contemporáneo- el cargo presidencial podía recaer en cualquiera de los tres “finalistas”. En tal caso podía hablarse, con toda propiedad, de un “resultado final”, una suerte de elección en segunda instancia, la parlamentaria, que definía, vía pacto, la composición del nuevo Gobierno.

Con seguridad, más de la mitad de los votantes actuales aún no habían nacido cuando ello sucedía. Hay que aclararles que no había, en absoluto, ilegalidad alguna en tal procedimiento; se lo hacía siguiendo estrictamente lo estipulado en el artículo 90 de la CPE vigente entonces (la que había sido elaborada en 1967).

Aplicando tal mecanismo, por ejemplo, Jaime Paz Zamora (MIR) accedió a la Primera Magistratura en acuerdo con Hugo Banzer Suárez (ADN), relegando a Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR). Acompañó a Paz Zamora, en el cargo de vicepresidente, Luis Ossio Sanjinés (PDC), que formaba parte de la fórmula de Banzer. Contra todo pronóstico -las críticas fueron inmisericordes al comienzo- hubo gobernabilidad, crecimiento y gestión. Lo reconocen incluso quienes, en su momento, manifestaron su desaprobación. Casos de corrupción muy sonados por entonces ensombrecieron en parte el buen gobierno que fue aquel. No se trata de hacer “corrupción comparada”, pero en relación a la que se dio en tiempos de Morales Ayma, aquella parece simple “avivada”.

Volviendo a lo nuestro, un caso curioso se dio, allá por comienzos de siglo, cuando más de un ciudadano -uno de ellos, emblemático futbolista- apareció inscrito oficialmente en las “planchas” de dos partidos políticos -en “franja de seguridad” para mayor detalle-. Obviamente se produjo una ola de críticas tanto a los partidos como a las personas, quienes no tuvieron otra opción que retirar sus nombres de ambas listas.

Una figura parecida, aunque a la inversa, se ha dado en el presente tiempo previo a las elecciones de agosto: Una sigla ha presentado “oficialmente” a dos personas como candidatos a la Presidencia. Si bien es normal que los partidos barajen varios nombres como potenciales “presidenciables”, otra cosa es hacerlo oficialmente.

El hecho no pasaría de la anécdota si no ocultase algo más profundo: el extremo deterioro de una parte del sistema de partidos, reducida a un vil mercado de siglas que, a falta de representantes propios, se ofrecen al mejor postor (en términos de negociación de “espacios”) sin el más mínimo rubor. La contraparte, es decir las personas-candidatos, no se libra de complicidad en la depauperación de la actividad política. Ciertamente a la hora del registro ante el Tribunal Supremo Electoral, solo uno de los “gemelos” será reconocido… aunque tal vez, a la manera de aquellos candidatos “duplicados”, ni uno ni otro, de pura vergüenza, hagan mutis por el foro.


miércoles, 16 de abril de 2025

De tunas, canes y persecuciones

 


No se trata de mezclar forzadamente temas de distinta naturaleza. Sí se trata de un asunto de proporciones, aunque admito que puede tratarse de un signo de estos tiempos.

Es que, a juzgar por las reacciones en las redes -y, en menor grado, en los medios tradicionales- ante tres hechos, todos ellos reprochables debo decir, no termina de sorprenderme la desproporción de dos de ellas con respecto a la tercera, en orden cronológico.

Reitero: No son los hechos propiamente dichos los que motivan esta columna, aunque es inevitable hacer referencia a los mismos, sino la cantidad y tono de publicaciones que se hicieron eco de aquellos. No tengo una estadística objetiva sobre esta cuestión, pero sí la percepción y el suficiente sentido común como para notar una inmensa diferencia entre uno y otros.

Estos sucesos son popularmente conocidos como: “Discriminación de un adulto mayor a una mujer que recolectaba tunas en un área pública”, “Agresión a un perro de parte de su dueño” y “Persecución y aprehensión de ciudadanos a raíz de un video elaborado en el Ministerio de Gobierno en el cual éstos aparecen en una lista de supuestos miembros del gabinete que acompañaría a Zúñiga en su Gobierno, luego del ‘golpe’ que éste protagonizó”.

Los dos primeros se conocieron por filmaciones de terceras personas, puestas en redes. El tercero, por el mencionado “documental”, presentado en el propio Gobierno, con la presencia del propio Presidente, en el auditorio del Banco Central de Bolivia (BCB) -¿por qué usar el auditorio de la entidad emisora para un acto eminentemente político y de mala leche?-

Sucede que en cuanto a diseminación por la red (viralización) los videos “privados” y los comentarios al respecto tuvieron una magnitud abismalmente mayor que la de la patraña montada por el régimen.

El punto es que ni las tunas, ni el can, ni el dizque golpe son el centro de sus respectivos acontecimientos; son las acciones humanas y las circunstanciales víctimas. La diferencia es que en los primeros no hay una planificación previa con el fin de dañar a animales o personas. En cambio, en la acción del régimen hay una producción cuidadosamente elaborada con el fin de dañar la honra de personalidades notables y perseguirlas políticamente. Ni la narrativa del “golpe”, ni el relato del supuesto “gabinete” aguantan un análisis medianamente riguroso.

Por eso me llama la atención que los feisbukers, equistores, tiktokers y demás criaturas de las redes no se hubieran indignado como lo hicieron con los otros acontecimientos. ¿Miedo?, ¿indiferencia?, ¿enajenación?, ¿desprecio?...

Mientras que en unos casos, las redes parecían haberse convertido en la Inquisición -contra las personas agresoras- en el otro, pese a su calidad de asunto público, es decir que afecta a la ciudadanía en conjunto, percibí una especie de prudente silencio. Fuimos pocos los que nos manifestamos contra semejante atropello a los derechos humanos y al honor de conciudadanos como nosotros. Lo peor es que el régimen continúa empeñándose en lastimar a la democracia y a quienes no se alinean con el mismo y las reacciones parecen darse de forma inversamente proporcional a la que desencadenan acontecimientos circunstanciales -no planificados, repito-.

Yendo más allá de a quienes se involucra en el grosero documental, como si se les hubiera escapado del guion, el régimen ha convocado a Édgar Villegas, el profesional que detectó el fraude de 2019, en calidad de testigo del supuesto golpe… y ni así hubo gran conmoción en las redes. Algo no encaja.


miércoles, 2 de abril de 2025

Cruzando el desierto, sprint final

 

Me suena como un deja vu, como un “esta peli ya la vi”. Es que, efectivamente, ya pasamos por algo parecido a esto. Fue en 2019, en el tiempo previo a la elección de aquel año, cuyo antecedente fue la forma abominable en la que el régimen forzó la habilitación del candidato que ya había violado la Constitución para optar a un tercer periodo. No conforme con ello, en su afán de perpetuarse, apenas lo consiguió, comenzó a lucubrar su reelección indefinida para lo cual, con un Tribunal Electoral a su servicio, convocó a un referéndum para reformar el artículo que ponía límite a tal cosa -aunque ya lo había violado, insisto-.

Pues aún así, la ciudadanía le dijo NO. Y comenzó el plan de burlarse de la voluntad popular, haciendo que el Tribunal Constitucional, también alineado al régimen, resolviera que la reelección es un “derecho humano” y, por tanto, no había mecanismo que la impidiese–“Haga lo que haga la oposición”, Morales dixit-. Ya en octubre de 2019, comenzó a gestarse el operativo del fraude.

Las propias encuestas del régimen indicaban que no habría ganador en primera vuelta y que en la segunda ganaría Carlos Mesa, el mejor ubicado de la oposición -acá se suelen incluir los reproches al ahora preso político, Luis Fernando Camacho, por haber impedido una victoria opositora al mantener su candidatura hasta el final- le ganaría al violador (de la Constitución).

Cuando la tendencia en la transmisión rápida de resultados conducía inevitablemente al escenario de la segunda vuelta, “misteriosamente” el sistema colapsó y cuando se lo repuso, ¡zas!, el cocalero ya se estaba declarando ganador en primera vuelta.

Tan grosero fue el fraude que, sumado al desconocimiento del 21-F, desencadenó la repulsa ciudadana que precipitó la dejación del cargo del tirano.

Esa epifanía ciudadana se vislumbró como un oasis luego de haber cruzado el desierto tras casi quince años de oscurantismo masista. Como dije anteriormente, resultó un espejismo.

A la fecha, en mi criterio, me aventuro a pergeñar que el Carlos Mesa de esta elección será quien emerja como opción del bloque de unidad, vale decir Jorge Quiroga Ramírez o Samuel Doria Medina.

Nuevamente vislumbramos, como ciudadanía democrática, el final del camino desértico y el inicio de la nueva era democrática que, sin embargo, comenzará con pesado lastre que dejan casi veinte años de barbarie política y despropósito económico. Dicho sin anestesia, el resurgimiento costará algo (o mucho) sacrificio, para bien en el mediano plazo. Debemos estar conscientes de ello.

Pero, una vez más, como si no se hubiera aprendido la lección, la dispersión, a pesar de que, a diferencia de 2019, la situación para la oposición unitaria es inmejorable, el fantasma de la dispersión vuelve a poner piedras en el camino, en forma de candidatos funcionales, unos conscientemente, y otros, en el papel de tontos útiles, para solaz de los restos del régimen saliente. Pareciera que por salir un puñado de veces en los medios algunos ya se sintieran “presidenciables”.

Hago voto por que la razón se imponga y no se repita el escenario catastrófico de elecciones anteriores (incluyo la de 2020). Que si bien, como en el relato bíblico, haya doce tribus, haya un solo Moisés que las guíe a través del desierto para dejar atrás veinte años de ignominia.


miércoles, 19 de marzo de 2025

Menos bulto, más claridad

 


Quiero dejar establecido que no solo aprecio la democracia multipartidaria, sino que la he promovido a lo largo de mi vida.

Los primeros años, luego de la conquista de la democracia en Bolivia, las denominaciones partidarias que, junto con sus candidatos, poblaban el sistema electoral, rondaban la media centena. Era comprensible. Luego de años -que parecían siglos- de gobiernos de facto -proscripción de algunos partidos, incluida- había ansias estar en la palestra pública. Sin embargo, como se supondrá, el voto se concentraba -o se dividía, según cómo se quiera entender- en seis u ocho. Por lo demás, nadie se hacía mucho problema, dado que, en la instancia congresal, vía pacto, emergía, de entre los tres más votados, el nombre del próximo mandatario. A la sazón, no se había “inventado” aún la papeleta multicolor y multisigno (multifoto, también) que caracteriza nuestras elecciones modernas.

Otro motivo para tal profusión de partidos, aunque, en este caso, sería mejor hablar de profusión de candidatos, era que la ley electoral permitía a algunos, beneficiarse con lo que se llamaba el “voto residual” y, si bien no llegaban al cargo mayor, sí podía resultar “elegidos” como diputados. Es decir que el candidato a Presidente era también candidato a primer diputado. Hay casos muy emblemáticos de políticos que llegaron al parlamento de esa manera y continuaron en la actividad durante años. Por cierto, no había uninominalidad; todos los candidatos a diputado iban “colgados” del candidato a Presidente, quien, reitero, era el primero de lista. Algo así también se estilaba en las elecciones municipales; el candidato a Alcalde, era, a la vez, candidato a Primer concejal y, por el mismo mecanismo, podía acceder al Legislativo edil.

No era mi intención abordar estos detalles, pero viene bien como antecedente para afirmar que ya no es así y, por tanto, ya no es, desde ese punto, tan atractivo candidatear para la Primera Magistratura. Otro de los motivos para la multiplicación de postulaciones era, ya lo insinué más arriba, que la Constitución posibilitaba que, si ninguno alcanzaba el 51% más uno de los votos, los tres primeros se clasificaban para la instancia parlamentaria y, como sucedió, en 1989, el tercero (o, el segundo) podía emerger como Presidente de la República. Modificaciones posteriores a estas reglas desincentivaron a muchos a formar partidos y a postularse como candidatos.

Voy a preferir siempre una cantidad razonable de partidos en carrera electoral que un “partido único”, oxímoron político, puesto que la propia denominación “partido” indica “porción”, “pedazo”…

Otra razón del “encogimiento” del sistema de partidos fue la mayoría en primera instancia que obtuvo el MAS en 2005, pero, sobre todo, el ejercicio de poder que practicó, y que desestructuró el sistema político.

Con toda la estima que siento por el multipartidismo, debo reconocer que, dadas las experiencias recientes, si se quiere aplastar al régimen y darle al país un gobierno de mejor calidad, no es tiempo de abrir el abanico. En tal sentido lo que la oposición ha ideado para nominar a su candidato me parece un extraordinario mecanismo; y la competencia, inédita, además, para alcanzar la titularidad, apasionante. Prácticamente podemos afirmar que, luego de la declinación -loable, sin duda- de varios postulantes, la lucha, que está ingresando en la recta final, se reduce a Doria Medina y Quiroga Ramírez. Uno de ellos -se supone que con el apoyo del otro, no solo personal sino de todo su esquema- será la carta opositora en la papeleta de agosto.

Menos bulto, más claridad.


martes, 4 de marzo de 2025

Para leer al puto Donald

 


Me aventuro a considerar que quienes se compraron el cuento del supuesto pacifismo de Trump, lo hicieron o por ingenuidad (“no había sido tan mala gente como decían”) o por fanatismo (todo lo que diga o haga el caballero es grandioso); los que se encuentran en esta segunda corriente defienden su postura con los infaltables repudios a lo que califican, usando los términos de moda, como “globalismo”, “woke” o “progre”. También, para mi sorpresa, encontré justificaciones a las acciones de Trump (acompañadas por denuestos a Zelensky) de parte de estimados intelectuales a quienes colocaría en un tercer grupo -por extravío-.

Déjenme decirles que, en mi criterio, los llamados a la paz mundial que hacen las misses en los concursos de belleza tienen más sinceridad que el tongo que, en nombre de la paz, pretende el Donald.

Si fuese auténtico su anhelo de paz, el viernes, en lugar de Zelensky debía haber estado Putin, firmando un tratado de paz que le impondría, en su calidad de agresor, el retiro inmediato de las tropas rusas de territorio ucraniano y un resarcimiento monetario por daños y perjuicios causados al pueblo ucraniano durante estos tres años de invasión, recursos con los que el Estado agredido podría “devolver” a Estados Unidos el monto que le transfirió como “ayuda”. ¡Hasta yo aplaudiría con entusiasmo tal cosa! Efusivo como soy, no ahorraría un “¡Viva Trump!”. Pero Trump no se mide con los de su tamaño (de poder, por si acaso) y lo hace con un petizo a quien humilla públicamente ante la repulsa del mundo libre.

Hago memoria de un gesto de franco pacifismo: a fin de liberarse del yugo soviético, Ucrania aceptó sin mayor objeción los términos de la separación, entre ellos, el más importante, el desmantelamiento del arsenal nuclear, tercero en el mundo que, por su posición geográfica, estaba emplazado en su territorio. En mayo de1992 -Zelensky tenía 14 años- las últimas armas se despacharon a Rusia -podría, paradójicamente, darse el caso de que Rusia atacase con tal armamento al país que las almacenaba-.

La OTAN es una organización de carácter defensivo de sus miembros. La agresión a uno de ellos es tomada como agresión al conjunto. Es entonces que se activan protocolos de asistencia. Fue en ese marco que, aunque sin ser miembro pleno -el Estado ucraniano está gestionando su incorporación desde 2008; podría decirse que es un casiOTAN- que los recursos fluyeron hacia Ucrania. No fue ninguna concesión piadosa de EEUU ni de Europa. Una acotación para los desmemoriados de conveniencia: Rusia invadió Ucrania; no al revés. Un extra: Rusia es, históricamente, expansionista -cuánto debió herir a su orgullo imperial el proceso de independización de varias repúblicas capturadas por la ex URSS-.

Es que el “trato” que el “pacifista” ofrece a Zelensky es -reitero que quien debe firmar la capitulación con resarcimiento incluido es Putin- es hasta gracioso: “Conservas el 20% de tu territorio, el 80% va para Rusia, y de lo que te quedas, todos tus recursos minerales son para mí, que viva la paz”. Trump actúa a la manera que se estilaba hasta la mitad del siglo XX, cuando cosas así eran posibles; incluso Bolivia, “en nombre de la paz”, cedió el Chaco Boreal -inclusive el mediador, el argentino Alberto Saavedra Lamas, fue premiado con el Nobel de la paz por ello-.

Por fortuna, las voces sensatas se multiplicaron, incluso en forma de memes y la posición ucraniana ganó, al menos, mayor fortaleza moral. Y la figura del Donald quedó absolutamente maltrecha, en su propio país, incluso. Putin no se salió con la suya.


lunes, 10 de febrero de 2025

La estupidez, con chuis

 




Si bien antes de aceptar la responsabilidad de disponer de un espacio para manifestar mi opinión con frecuencia periódica (esa se la debo a Robert Brockmann) ya tenía un extenso historial de escritos publicados, el hecho de hacerlo en las páginas de opinión del cuerpo principal -para diferenciarlo de los suplementos en los que colaboraba- le daba un giro importante a tal labor. Cuando inicié la columna, tenía ideas para dos o tres artículos y, como lo señalé a principios de año, corre el año 27 desde entonces.

Mis primeras publicaciones estaban plagadas de citas y menciones a otros autores, para validar mis criterios, pero, principalmente, por una suerte de inseguridad -aún no había desarrollado “voz propia”-. Eso no duró mucho y recurrir a esos “apoyos” se volvió una excepción.

Hago este preámbulo porque, después de mucho tiempo, reproduciré una parte de un texto de opinión al que accedí por recomendación de mi contertulio Rodolfo Eróstegui (si usted desea leer el artículo completo remítase al enlace https://www.nytimes.com/es/2025/01/31/espanol/opinion/trump-ordenes-ejecutivas.html?smid=url-share). La columna en cuestión se llama “¿Qué es lo que define el inicio del gobierno de Trump? La estupidez”; la firma David Brooks. Sin dejar de interesarme la descripción de las primeras medidas de la administración trumpista -me hizo recuerdo al “le meto nomás y que después los abogados lo arreglen”- me atrapó el listado de seis principios fundamentales que caracterizan a la estupidez, en particular el sexto, que es el que paso a transcribir:

Principio 6: lo contrario de la estupidez no es la inteligencia, es la racionalidad. El psicólogo Keith Stanovich define la racionalidad como la capacidad de tomar decisiones que ayudan a las personas a alcanzar sus objetivos. Las personas presas de la mentalidad populista tienden a despreciar la experiencia, la prudencia y la pericia, componentes útiles de la racionalidad. Resulta que esto puede hacer que algunos populistas estén dispuestos a creer cualquier cosa: teorías conspirativas, cuentos populares, leyendas de internet y, por ejemplo, que las vacunas son perjudiciales para los niños. No viven dentro de un cuerpo de pensamiento estructurado, sino dentro de una fiesta delirante y caótica de prejuicios”.

Extrapolando a nuestro contexto, la tozudez puede ser considerada como un signo de estupidez. Pienso en la devaluación del dólar, misma que, pese a que el propio sentido común la recomienda (¡ni qué decir los organismos económicos locales y globales!) el régimen masista se resiste a aplicarla. En la balanza de la pertinencia, habrá que considerar que ya hay una disponibilidad social respecto a que es mejor un sinceramiento que seguir inmersos en una burbuja que cuando reviente nos termine de hundir.

En realidad, ni siquiera tiene que devaluar; suficiente con oficializar la realidad que el mercado ha marcado respecto a la brecha cambiaria -devaluación de facto-. Pero no lo hace porque eso invalidaría el “modelo social ynoséquécuentosmás” que defiende, no obstante su agotamiento.

Aunque no lo he escuchado de parte de algún precandidato -implícitamente, de repente- ya es tiempo de proponer la reposición del “bolsín” o de un mecanismo similar para la relación entre moneda local y divisa.

Otro tanto se debe hacer respecto al desdichado sistema de justicia, otra de las “genialidades” del modelo: restablecer un mecanismo meritocrático con garantías de transparencia y la auténtica participación popular en su administración, los jurados ciudadanos.

Queda claro que los remedios resultaron peores que las enfermedades.