miércoles, 14 de julio de 2021

"Golpe" a la carta

 




Antes de entrar en materia, y para evitar interpretaciones antojadizas, debo señalar que utilizo la expresión “a la carta” en su sentido original, es decir, como elección del comensal sobre un plato que no figura en el menú. O sea, con especificaciones de preparado, ingredientes e, inclusive, cantidad.

Llevado a un extremo grosero, un torpe pero poderoso comelón podría ordenar una sajta de pollo indicando estos ingredientes: atún, lentejas, miel de abejas, jengibre, coco rallado, yuca frita, queso rallado y maicena; todo preparado al horno y en generosa cantidad para convidar el platazo a sus colaboradores quienes deberán contarle al mundo la exquisita “sajta de pollo”, sin pollo, sin tunta, sin zarza, sin ají.

El punto es que, si el chefazo dice que es una sajta, pues es una sajta. Y quien lo contradiga caerá, irremediablemente, en desgracia. No solo tendrán que insistir en que el incomible menjunje es una sajta, sino que deberán hacerlo con tal convicción que algunos, aun sin probarlo, crean que es una sajta.

Desde afuera, por cierto, hay quienes ven con estupor cómo hay gente capaz de tragarse semejante bodrio. Sin embargo, el chefazo, en lugar de dejar de hacer el papelón que está haciendo (que, además, provoca desarreglos estomacales a todos los que consumen su invento) le va agregando más y más elementos, ya no solo comestibles: tuercas, huatos para zapato, caca…

Se dice, no sin perversidad, que hay dos narrativas en juego: la del fraude y la del golpe. No hay tal. Se trata simplemente de una patraña construida a la manera de la sajta el chefazo frente a los hechos de dominio público que dieron lugar a la huida de éste y al establecimiento de un gobierno transitorio constitucional que garantizó la continuidad democrática en Bolivia.

Para no ir más lejos, los hechos, por enésima vez, fueron: Referéndum para la modificación de los términos de reelección, de limitada por la propia Constitución elaborada por la mayoría oficialista en la Asamblea Constituyente, a ilimitada (indefinida), convocada –esto es importante- por el propio régimen del chefazo; triunfo del NO; desconocimiento tácito del resultado por parte del régimen de Morales Ayma; habilitación a reelección indefinida del éste, parte del Tribunal Constitucional con el peregrino argumento de que se trata de un derecho humano; fraude electoral –paralización del sistema de conteo rápido cuando la tendencia mostraba la tendencia a la segunda vuelta; reposición del sistema TRE con la tendencia contraria (triunfo del chefazo en primera); indignación ciudadana; solicitud del propio Morales Ayma a la OEA para una auditoría vinculante; auditoría que certifica serias irregularidades (Almagro las califica de inobjetable fraude); reacción ciudadana en cadena (burlonamente, el chefazo “bautiza” a los manifestantes como “pititas”; éstos se apropian del nombre a favor suyo); resistencia durante 21 días; La COB, la cúpula militar y la Defensora del Pueblo sugieren (piden, en realidad) la renuncia de Morales Ayma; el hombre, su segundo y algunos de sus ministros renuncian; a tiempo de huir del país, Morales deja instrucciones para que los presidentes de las cámaras legislativas y quienes les siguen en la línea de sucesión, renuncien a objeto de producir un vacío de poder que lleve al país al caos; se instala una mesa de pacificación que da solución constitucional a la sucesión –no se intervienen el poder Legislativo ni otros; desde afuera, Morales Ayma ordena  dejar sin alimento a las ciudades; el Gobierno transitorio convoca a elecciones, postergadas en dos oportunidades debido a la pandemia.

Esos son los hechos, lo demás es un “golpe a la carta”, una indigesta sajta de pollo al estilo chefazo.

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