jueves, 25 de abril de 2019

No habrá debate, pero tampoco jaque mate




El lunes, mientras trabajaba, me di modos de escuchar y, de tanto en tanto, de mirar de soslayo el primer debate entre cuatro de los cinco aspirantes a  Presidente del Gobierno de España realizado en las instalaciones de la televisión pública ibérica. Mis tareas no me permitieron repetir la gracia al día siguiente, cuando los mismos protagonistas se vieron las caras en el set de un canal privado. Envidia –no del todo sana- es lo que sentí ante la puesta en práctica una práctica democrática que, por designio del régimen, fue proscrita del escenario político-electoral.

 Es improbable que mientras este régimen siga detentando el poder vuelvan a darse aquellos debates, generalmente promovidos por la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, en los que los candidatos hacían gala de sus habilidades de persuasión al tratar los más diversos temas de la agenda consignada a la siguiente gestión, exhibiendo, además, los trapitos sucios de sus rivales y dejando un amplio anecdotario que eran la comidilla de los días posteriores. La razón de la mencionada proscripción es que el régimen, en particular su no-candidato, le tiene pánico al debate; se siente blindado en su zona de confort, inseguro ante la posibilidad de que sus argumentos –si los tiene- pudieran ser fácilmente rebatidos por oponentes más inteligentes y preparados.

En toda etapa previa a una elección hay una cantidad de ciudadanos que ya ha definido a quién le dará su voto y, por muy vapuleado que quede “su” candidato en el debate, no cambiará de parecer. Pero otra cantidad, que en porcentaje es muy similar en España y en Bolivia, puede decidir –por tanto, dejar de estar entre los “indecisos”- por quién inclinarse según la impresión, buena o mala, que le hayan dejado los debatientes (hay que hacer la precisión de que en España se practica la democracia parlamentaria, distinta de la presidencialista,  por lo que es la instancia legislativa la que otorga un voto de confianza a uno de sus miembros para que ejerza la jefatura del Ejecutivo, lo que da pie a acuerdos interpartidarios que posibiliten dicho voto). Inicialmente, el representante del PSOE, Pedro Sánchez, el mejor ubicado en las encuestas, se había mostrado reacio a participar de los debates bajo la suspicacia de ser el blanco de los ataques de los otros tres. Hizo bien en asistir dado que, al no haber salido mal parado de los mismos, es posible que hubiera aumentado su caudal de adhesiones a su proyecto, aunque ni así le alcance para alcanzar la mayoría propia que le permita no pactar con otras fuerzas.

En un ejercicio algo arbitrario/subjetivo de mi parte que, además, confirmaría el pánico del régimen al debate democrático, se me antoja que el no-candidato, Sr. Morales Ayma, se hundiría en una situación tal, y los indecisos optarían por inclinarse por algún otro candidato.

¿Qué tenemos en nuestra no-democracia local a cambio de la sana práctica del debate entre candidatos a la Presidencia? Cosas como, por ejemplo, el triste espectáculo de un individuo vociferando que “siempre le doy jaque mate a la oposición” y que, siguiendo la analogía ajedrecística, “yo hago mis propias reglas”, jactándose así de su desprecio por las leyes –Constitución incluida-, las instituciones, la democracia, el soberano y, me permito incluirlo, el debate.

Mas, no obstante las burdas “estrategias envolventes” (chanchadas) que el régimen perpetra en su afán de eternizarse en el poder, esta vez no habrá jaque mate porque los indecisos optarán por la democracia y harán respetar su voto.

La nueva era democrática traerá consigo, entre otras cosas importantes, los debates entre futuros postulantes a la Primera Magistratura.

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