miércoles, 9 de marzo de 2022

La falsa neutralidad del régimen plurinacional

 


¿Cómo reaccionaría usted ante una escena callejera en a que un grandulón, visiblemente enajenado, está majando a golpes a un alfeñique al borde del colapso?

1.       Pasa de largo.

2.       Se une al grupo de curiosos y permanece pasivo.

3.       Se une al grupo de curiosos y emite, de tanto en tanto, llamados a que pare el abuso.

4.       Toma valor y se interpone entre ambos para separarlos.

5.       Se pone del lado del gigantón y le ayuda a destrozar al pequeñín.

6.       Se pone del lado del débil e intenta “equilibrar” la paliza.

7.       Reconoce a la mole, pero se acuerda de que su familia le debe favores a la del “fisicudo”. De dientes para afuera, dice que “es una barbaridad”, pero no hace nada para que el abusivo pare la masacre.

Puede ser que existan otras reacciones, pero con las anotadas tenemos suficientes como para reflexionar en torno al concepto de neutralidad, tan socorrido últimamente.

La opción 1 puede ser calificada como “indiferencia” o “nomeimportismo”. Detrás de ella está el pensamiento “no es mi problema; que el bruto mate al indefenso si así tiene que ser”. Pero neutralidad, no es.

La 2 tiene más de morbosidad que de neutralidad. Usted goza con el “espectáculo”; le excita.

La 3 es una suerte de conciencia moral, pero podría ser que, en fondo, usted se esté disfrutando tanto como como el de la 2. La neutralidad no supone inacción –más allá de las palabras de “solidaridad”-.

La 4 es entrar en acción. Podría causarle daños físicos, pero si consigue evitar la muerte del desaventajado, habrá valido la pena. Usted no ha tomado partido por ninguno, pero ha intervenido para evitar una tragedia. Neutralidad activa, diríamos. Bien por usted.

La 5 y la 6 indican el tomar partido por una de las partes e involucrarse activamente en el pleito a favor de una u otra. No hay neutralidad.

La 7 es la posición más cómoda y a la vez la más ambigua e interesada. Ni con uno no con otro, sino todo lo contrario; los favores que le debo a la parte agresora me inhiben de condenarla decididamente, aunque quisiera hacerlo. Es la falsa neutralidad.

Con todos estos elementos usted puede señalar la opción por la que el Gobierno de Bolivia -no el señor Morales Ayma y algunos de sus valedores, que están claramente inclinados hacia la opción 5: “No es invasión; Rusia está sentando soberanía” dijo aquel- se ha decantado ante la invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa.  

Para calificar como neutral, a estas alturas de la historia, no basta con no involucrarse en una guerra. La Constitución Politica del Estado Plurinacional, define a éste como “pacifista” –lo adecuado hubiese sido “pacífico”-. Esto le complica más la vida al régimen, porque un pacifista es un activista por la paz; al pacifista le duele y molesta la acción militar de un Estado elefantiásico sobre uno menos musculoso. Es también una cuestión de ausencia de “proporcionalidad de fuerza”, concepto caro al régimen en los casos de persecución política a los que somete a militares que resguardaron la propiedad pública. Solo por un poco de consistencia con sus argumentos, el Estado Plurinacional debió haber suscrito los pronunciamientos multilaterales de condena a la acción de Putin. Pero, claro, hay muchos negocios oscuros entre ellos y es mejor cuidarse las espaldas, así la omisión signifique el repudio mundial a Bolivia.

Graciosamente, mientras más intenta el régimen justificar su posición, más se enloda. Y así se lo han hecho conocer distintas instancias internacionales. Escudado en una falsa neutralidad, el régimen hace malabarismos para intentar mostrarla como auténtica y “coherente”. Ni lo uno, ni lo otro; más bien, todo lo contrario.

No hay comentarios: