lunes, 28 de agosto de 2017

Ken revisitado







“Leer a Sir Ken Robinson es gratificante; escucharlo es divertido. Dice las mismas cosas que se encuentran en sus libros, pero con gracia. Es un profesor muy divertido.
Como Los Beatles, nació en Liverpool y se regodea refiriéndose a Paul como “mi amigo, Sir Paul”, de quien recibió su membresía al Liverpool Institute for Performing Arts, por haberse involucrado en el desarrollo del mismo.

En lo que nos atinge, la creatividad, Robinson toma a Los Beatles como un ejemplo de equipo creativo: ´Los equipos creativos son dinámicos. La diversidad de talentos es importante, pero no suficiente. Diferentes formas de pensar pueden ser un obstáculo para la creatividad. Los equipos creativos encuentran las maneras de usar sus diferencias como fortalezas, no como debilidades. Desarrollan un proceso por el cual sus fortalezas se completan y compensan sus propias debilidades individuales. Son capaces de desafiarse entre ellos como iguales, y de tomar la crítica como un incentivo para hacer su juego´”.

Las líneas precedentes las escribí hace unos años luego de retornar al país tras haber cursado, precisamente con Sir Robinson, un taller de creatividad en el marco de un encuentro internacional sobre “Aprendizaje y servicio” (Service learning) en California. El artículo en cuestión, publicado en mi blog www.pukacosa.blogspot.com, se llama “Ken Robinson y Los Beatles”.



En otro breve artículo, “La revolución plateada”, anoto lo siguiente: “Ya en 2001, Ken Robinson menciona la idea de una “revolución plateada” (grey revolution), apoyado en los reportes sobre contratación de personas mayores de 50 años por parte de las empresas del campo de las nuevas tecnologías que buscan experiencia y visión estratégica para su supervivencia en el mercado (“Out of our minds”, 2001).

Fue precisamente con la obra mencionada que nuestro mentor alcanzó el reconocimiento dentro del ámbito de los promotores del pensamiento creativo, partiendo de los aportes teóricos de Csikszentmihalyi, Gardner y De Bono. Sus ideas no son del todo originales, pero la sistematización de las mismas y el lenguaje accesible que utiliza, hacen de Robinson el más activo de los divulgadores del tema.

Con el prestigio conseguido con “Out of our minds”, le llegó el momento de la nombradía global. Tal hecho se dio con su ya clásica intervención en las charlas TED de 2006 (“Las escuelas matan la creatividad”) en la que sostiene que la creatividad se aprende como se aprende a leer porque se trata de un proceso, no de suerte ni de ocurrencias, sino del trabajo de nuestra imaginación; defiende también el talento de cada individuo y la importancia de descubrirlo y desarrollarlo, así como de la pasión como motor de toda innovación.

El tema del talento lo desarrolló en su siguiente obra, “The Element” (2009), misma que obtuvo una recepción aún más grande que la precedente.

Estos insumos nutren el discurso del cambio de paradigma educativo ilustrado en el breve audiovisual puesto a consideración de los docentes de UNIFRANZ.

Pero antes de adentrarnos en su contenido, veamos algunas de las ideas presentadas en las obras citadas:

Por ejemplo, un criterio ya adelantado en 2001 es el de las “industrias creativas”, el cual, en su evolución, se ha encontrado con la economía y ha adquirido un color, el naranja, que ya es un denominativo oficial para todas aquellas actividades, antes dispersas, que se originan en la producción intelectual y la cultura: las industria editorial, la del diseño de software –de juegos, entre otros- la del entretenimiento, la de la publicidad, de las artes escénicas, etc. “Economía naranja”, en suma –en “zumo”-.

Refiriéndose al Reino Unido, Robinson señalaba que “las artes hacen un significativo aporte a la economía nacional y se constituyen como una de las opciones más importantes para dar trabajo a mucha gente” (“Out of our minds”).

Este concepto, como dijimos, ha alcanzado un alto grado de reconocimiento en los ambientes académico, institucional e incluso estatal. Colombia, a la vanguardia en la temática, ha promulgado la ley para la promoción de las industrias creativas. De la misma manera, se ha establecido la categoría “ciudades creativas”, ranking incluido, para destacar a aquellas en las que la presencia de las industrias creativas está más extendida.

Ciertamente, Robinson es un entusiasta de las artes, mostradas también en el audiovisual que apreciamos, pero también de distintas disciplinas, resaltando a quienes las ejercen con pasión, por una suerte de “llamado” a dedicarles la vida en su práctica. Llama a reivindicar al “amateur” –o en el sentido de “aficionado”, que le damos en estos lares, sino en su interpretación directa, o sea la de “amador”-. Vale decir que quien ama lo que hace, ha encontrado “el Elemento”, su Elemento.

Esto tiene que ver con lo que Csikszentmihalyi y otros autores llaman “autotelia”, es decir el disfrute de la tarea que uno está realizando, más allá de una posible recompensa económica –que, probablemente llegará por añadidura-. La creatividad es, por antonomasia, autotélica; es decir que es gratificante en sí misma.

El concepto de sinestesia está presente, e inclusive complementado, en “El Elemento”: “Los psicólogos están en buena parte de acuerdo con que además de los cinco sentidos que todos conocemos hay cuatro más. El primero es nuestro sentido de la temperatura (termocepción). Se trata de un sentido diferente al del tacto. No necesitamos tocar algo para sentir frío o calor. Este sentido es fundamental, pues los seres humanos solo podemos sobrevivir dentro de una banda de temperatura relativamente estrecha. Esta es una de las razones por la que llevamos ropa. Una de ellas. Otro es el sentido del dolor (nocicepción). En general, hoy día los científicos están de acuerdo con que se trata de un sistema sensorial diferente al del tacto o al de la temperatura. También parece haber sistemas separados que registran si el dolor se origina en el interior o en el exterior de nuestro cuerpo. El siguiente es el sentido vestibular (equilibriocepción), que incluye nuestro sentido del equilibrio y la aceleración. Y por último está el sentido kinestésico (propriocepción), que nos proporciona información acerca de dónde están nuestras extremidades y el resto de nuestro cuerpo en el espacio y en relación con los demás. Este sentido es fundamental para levantarnos, caminar y regresar de nuevo al punto inicial. El sentido de la intuición no parece dar la talla para la mayoría de los psicólogos”.

Una educación para los tiempos que corren –prácticamente un quinto de siglo XXI ya ha transcurrido- debe tomar en consideración estas prescripciones.

Tanto en sus textos, como en sus clases, Robinson, como ya dijimos, utiliza una dosis de humor. El humor –como la metáfora, el doble sentido, la frase capciosa, la perspicacia, el ingenio, las adivinanzas y toda clase de analogías- es una expresión del pensamiento lateral que, en su forma más desarrollada puede ser una herramienta para la solución no convencional de problemas.

Uno de los episodios más jocosos del El Elemento, se encuentra en el acápite “Cultura: lo apropiado y el tanga”. En el mismo, Robinson narra su observación de un hombre en la playa de Malibú, aparentemente un sedentario oficinista, luciendo una mínima tanga con estampado de leopardo. Para los códigos de culto al físico del lugar tal cosa estaba “fuera de lugar” pero, más tarde el autor y su esposa se encontraban en Barcelona, donde tal escena se repetía por cientos y no parecía molestar a nadie.

Sobre el hecho, dice que las culturas promueven un “comportamiento contagioso” y aduce a un estudio suyo sobre las diferencia en percepciones visuales entre occidentales y asiáticos. En una de sus clases en las que estuve presente, Robinson muestra una lámina y nos pide describir lo que vemos. Como buenos occidentales, decimos “un tigre”,  y luego nos hace notar que nuestros condiscípulos asiáticos responden cosas como “un tigre en la selva” o “una selva con un tigre”. “Esto –recalca- es una diferencia significativa y guarda relación con mayores diferencias culturales entre la cosmovisión occidental y la asiática”.

Buena parte de estas referencias están, de una manera u otra, presentes en el vídeo que se nos mostró (“Ken Robinson: Changing Paradigms”). Debido al sistema tradicional de educación, según el autor, mucha gente brillante, cree que no lo es; “porque han sido juzgados por esta (la de la ilustración) particular visión de la mente”. Asimismo, respecto a la gran cantidad de estímulos, provenientes de las tecnologías de la información y las comunicaciones mayormente, el tipo de educación convencional a la que se critica ya no brinda las condiciones para los estudiantes de este tiempo –en el camino, se ocupa de poner en cuestión al (mal) llamado Síndrome de Atención Dispersa-.


Nos introducimos, entonces, en el modo de pensamiento divergente -una de cuyas formas es el lateral- , esencial para enfoques no convencionales y, sin embargo, sorprendentemente valiosos. La posibilidad de dar varias respuesta –y no una sola, como en el caso del pensamiento convergente-.

En tal sentido, el nuevo paradigma en construcción y con experiencias certificadas en algunos centros, incluidos los de educación superior, debe resultar de la puesta en práctica de estas propuestas.


Para el caso de nuestra casa de estudios, el enfoque por competencias, el aprendizaje basado en retos, el saber hacer y conceptos afines, van en tal dirección.

2 comentarios:

CarolineLitzie dijo...

Un ensayo muy interesante!, Gracias

pukacosa dijo...

Gracias a ti. Un abrazo.