miércoles, 6 de agosto de 2025

Mi Bolivia, mi Bolivia, mi Bolivia...




 Es 6 de agosto y comienzo a escribir. Resuena en mi cabeza, más de tres décadas después, el pregón de Toto Arévalo luego de la clasificación de la “Verde” al Mundial de 1994. Tal hazaña no solo fue un hito deportivo; fue el resultado de un proceso de cohesión social alrededor del ascenso de la selección. Tal fenómeno, para seguir abordándolo desde lo futbolístico, tuvo un contexto singular: una cantera de formación -la Academia Tahuichi-, una dirigencia con claridad estratégica, una generación madura en el momento exacto, unos individuos talentosos, provenientes, en buena medida del oriente boliviano, junto a quienes venían de otras regiones y con el aporte del los nacionalizados, todos bajo la dirección técnica de un vasco. La fortuna jugó su rol: un paro de jugadores permitió disponibilidad para concentraciones más efectivas.

Pienso, sin embargo, que sin las condiciones sociales y políticas de ese periodo, aún consiguiendo la clasificación, el éxito futbolero solo hubiese sido una suerte de escapismo a la situación general del país -como, seguramente lo sería, si la selección actual lograra el pase al próximo Mundial, cosa que, por supuesto, la deseo, como todos nosotros-.

¿Y cuáles, además de las específicamente futbolísticas, fueron esas condiciones? A mi juicio, el escenario sociopolítico que sobrevino a la suscripción de los Acuerdos del 9 de julio de 1992, que enrumbaron a Bolivia hacia la modernización institucional democrática con políticas de Estado acordadas con todos los actores políticos de entonces. No se explican la Participación Popular ni la Reforma Educativa sin aquellos acuerdos. En última instancia, todo esto podría simplificarse con pocas palabras: Estabilidad y visión a largo plazo.

Cohesión no es, en modo alguno, homogeneidad. Es, aunque suene a cliché, la muy manoseada idea de “unidad en la diversidad”: poder ponerse de acuerdo en un puñado de propósitos sobre el destino nacional, respetando las particularidades “pluri-multi” de nuestra nación, la boliviana.

Durante décadas, el de la reivindicación marítima fue un elemento cohesionador, muchas veces mal utilizado por regímenes en crisis para sortear sus propias dificultades.

Nuestros múltiples mestizajes, nuestras variadas sinergias, nuestra lengua franca, nuestras tradiciones y cultura -las generales, para diferenciarlas de las localizadas- nuestro sincretismo animista-judeocristiano, nuestra comunión con el medioambiente… son algunos elementos a reconocer y valorar. Y, si nos clasificamos a todos los mundiales por venir, tanto mejor.

Lo digo desde el alma boliviana que me posee. Soy paceño, de madre pandina, hija de cruceño, y de padre chuquisaqueño, quien hablaba en quechua como si fuera su lengua materna -aún le reprocho el no habérmela “heredado”; prefirió que aprendiese inglés, lo que me sirvió para optar a una beca- . En mi casa se comía cuñapé, somó y masaco -todos hechos por ella- y toda la variedad de “picantes” charquinos. El chairo y el plato paceño vinieron luego. Mis progenitores llegaron a la sede del Gobierno porque La Paz era la “tierra prometida”, como lo fue Florencia en el Renacimiento. Antes de la independencia, lo era Potosí (aunque, por razones climáticas, pienso, Sucre (La Plata) era el centro administrativo y familiar). Hoy eso es Santa Cruz… mañana, ¿El Alto?

Mi primer trabajo lo tuve a los ocho años y, con mi primer sueldo, compré un charango, instrumento criollo proveniente del laúd y la bandurria y muy similar al timple canario. Al pulsarlo, cosa que hago a menudo, vibra esa bolivianidad hualaycha, chola -soy más cholo de lo que podría creerse- pero combinado con otros timbres, se hace universal, cosmopolita. Tengo una composición que le vendría bien a don “Bicente”. Espero producirla en breve.

De chango solía esperar la edición anual de Almanaque Mundial, que contenía tablas de desempeño económico, como ser la producción de minerales; iba rápidamente al estaño y Bolivia estaba siempre en segundo lugar, por debajo de Malasia. Quería verla en primer lugar. Claro, tenía el chip del extractivismo (la renta del subsuelo), tan inserto en todos los bolivianos. Bendición y maldición al mismo tiempo.

Presencié, como lo conté en otros escritos, los fastos del Sesquicentenario, en plena dictadura militar, pero en mi recuerdo los veo mucho más vivos que los del Bicentenario. Por entonces, excepción a la regla mediante -para mayores de 21 años-, participé en un concurso televisivo sobre historia de Bolivia –“Cita con la Historia”, y me hice de un premio con el nombre de uno de del próceres de la independencia, Ignacio Warnes, y unos buenos pesos…

Mi Bolivia, mi Bolivia, Mi Bolivia…

domingo, 27 de julio de 2025

Evo, el "Dios" caído (publicado por "Péndulo Político", Correo del Sur)

 


No hay un solo Juan Evo Morales Ayma; hay, al menos, cuatro: la persona, el personaje, el mito y el (semi)dios. Eso explica que la persona se refiera a los otros tres en tercera persona, ¿Ha probado usted referirse a sí mismo como si lo estuviese haciendo a otro? Yo lo he intentado, y no lo he logrado; supongo que se debe a que no tengo una personalidad escindida.

Para el caso de la persona -JEMA- tal dispersión actúa más bien como un mecanismo de defensa. El individuo en cuestión no es un peligro en tanto sujeto natural; al contrario, es un ser acomplejado, inseguro, de baja autoestima. ¿No era éste el perfil del Hitler aún anónimo?

El tránsito -de la de notoriedad pública a la posesión del poder casi omnímodo-   hacia el personaje, es una carrera por revertir aquellos déficits -mecanismo de compensación-. Es entonces que se inviste de ropajes al estilo del “traje nuevo del emperador”. Y se comienza a construir el mito.

A manera de sazón, traigo un pasaje de una entrevista que María de los Ángeles Baudoin, de junio de 1995 (“La otra cara de Evo”, suplemento Ventana, La Razón) en el que le hace esta pregunta: “¿Eres egocéntrico?”, a lo que el entrevistado le contesta “¿Qué es eso?”. Una vez que explicado el significado, el aludido dice “Sí, es un vicio”.

En la medida en que sus acciones van erosionando la democracia, se le atribuyen facultades extraordinarias: imbatibilidad electoral, energía ilimitada, omnipresencia, campeón de su propio torneo, figura mundial… en el proceso, el dirigente sindical se ha convertido en el indígena vengativo. Mucha de esta construcción proviene de afuera. Recuerdo a Hugo Chávez diciendo que “su indio” domina “más de siete idiomas”, cuando bien sabemos que ni siquiera habla una lengua “originaria”. Y su castellano no es precisamente magistral.

Finalmente, por obra y gracia de sus “amarrahuatos” y con la aquiescencia del propio Morales, se forma una especie de culto, de adoración religiosa, de Iglesia; endiosamiento, en suma. La “Casa Grande”, el museo… García Linera diciendo que seres como el señor Morales Ayma aparecen una vez cada mil años.

¿Logró su propósito de minar por completo la democracia? Casi. La democracia residual que resistió la arremetida de su régimen, logró importantes hitos que frenaron el ímpetu destructivo de la institucionalidad democrática. Lo que me lleva a relativizar un eventual potencial peligro desde su reducto ligado al poder paralelo (ilegal) y alejado del formal. Un recuento de sus derrotas sirve para lo que sigue.

Esto, es el proceso de desmontaje del mito. Antes de anotar los momentos más evidentes de su debilidad, mientras estuvo en el ejercicio del gobierno, es interesante mencionar que, en arranques de “mea culpa”, sus adláteres del pasado inmediato reconozcan que la construcción de la imagen portentosa de su consentido objeto de culto no tiene base de sustento alguna.

Para hacer algo de memoria, recordemos algunos tropezones de Morales Ayma en los momentos que más poder ostentaba: su intento de “gasolinazo” confiando en su “espalda” política le daba para sostenerlo. No duró ni tres días y tuvo que retroceder. En ese tiempo, tal cosa era contradictoria con el discurso de prosperidad con el que llenaba la boca. Al respecto, ahora hay disponibilidad social para ajustes de esa índole. La marcha por el TIPNIS supuso otro retroceso para el “le meto nomás”, así como lo fue la reversión del Código de Procedimiento Penal, los sucesivos triunfos del voto blanco/nulo en las dos primeras elecciones judiciales, etc. Y el sopapo definitivo: el 21-F que precipitó la caída del régimen, pese a sus interpretaciones forzadas sobre un supuesto “derecho humano” y el fraude monumental que operó en 2019.

Ergo, si con todo el poder en sus manos fue impelido a recular, ahora que no lo posee es mucho menos peligroso, más allá de sus bravuconadas.

Hace mucho que Morales Ayma dejó de ser símbolo de inclusión para convertirse en símbolo del estancamiento político. Luego, sobrevive políticamente en su reducto y ya no gravita en toda la esfera pública. En gran medida vive de su propio recuerdo que, con un nuevo gobierno que se respete, terminará por desaparecer.

Los últimos meses, Morales Ayma ha intentado por todas las formas posibles de forzar su habilitación como candidato a presidente para las ya cercanas elecciones. En el camino ha perdido todas las batallas, llegando incluso a perder el partido que consideraba de su propiedad. Podrá, seguramente, colocar, a última hora, a sus alfiles en alguna lista de parlamentarios y eso será la más a lo que podría aspirar. Se le acabaron los recursos -los legales, quiero decir-. Todo lo demás es vocinglería, violenta ciertamente.

Hoy se está viendo la peor versión del caudillo caído en desgracia. Pero, por ello mismo, hay que mantener cierta cautela. Dicen que las últimas erupciones de un volcán (JEMA lo fue antaño) en vías de apagón son las más violentas. Más allá de eso, lo que quedará será puro cascarón y volverá la persona vulnerable, aunque, probablemente, soberbia.

Yo diría que antes que un peligro para la democracia, el actual Morales Ayma es un mal ejemplo de perdedor. El susodicho es, en realidad, un peligro para las niñas.

jueves, 24 de julio de 2025

Disponibilidad social, la llave para la transformación

 





A veces, la historia avanza no porque haya grandes consensos, sino porque se agota la paciencia. Y Bolivia, tras casi dos décadas de hegemonía azul, parece haber llegado a ese punto. No estamos ante un simple proceso electoral, sino ante el probable desenlace de un largo ciclo de poder que —como todo ciclo prolongado— termina más por desgaste que por mérito ajeno. El MAS, en todas sus versiones, ha entrado en la zona crepuscular. Y el país, lejos de temer el cambio, parece desearlo con una intensidad contenida.

Curiosamente, este contexto abre una ventana inesperada. Hay momentos en que reformas estructurales —largamente postergadas, difíciles de explicar o de digerir— encuentran un terreno más fértil no porque la gente las entienda mejor, sino porque las quiere más. Y las quiere porque, simplemente, ya no soporta más de lo mismo.

En otras palabras: se abre una rara oportunidad. Lo que hace diez años habría provocado bloqueos, paros y violencia explícita, hoy podría contar con una inusual disponibilidad social. No es una cuestión de convencimiento técnico, sino de hartazgo político.

¿Privatizar empresas deficitarias? ¿Reestructurar el aparato estatal? ¿Revisar la Ley de Pensiones? ¿Despolitizar la justicia? Todas esas propuestas, impensables bajo un gobierno masista —más por dogma que por análisis— podrían hoy encontrar eco incluso entre sectores populares. Porque cuando el péndulo político finalmente se detiene, el país no solo gira de color: también cambia de humor.

Pero cuidado: esta apertura no será indefinida. Es un instante fugaz, un parpadeo de la historia. Si el próximo gobierno —posiblemente salido de la actual oposición— no actúa con inteligencia y rapidez, ese capital simbólico se diluirá como tantas veces ha pasado. No basta con que el MAS se vaya; hace falta que el nuevo proyecto convenza y enamore. Y que lo haga no con retórica grandilocuente, sino con reformas concretas, visibles y sostenibles.

Es cierto: no hay mandato más difícil que gobernar después de un ciclo largo de abuso del poder en todo sentido. La esperanza es tan grande como la desconfianza. Pero también es cierto que pocas veces hay tanto espa




cio para mover las placas tectónicas del país sin provocar terremotos sociales -roguemos porque sea así-. Bolivia no está simplemente en puertas de una elección. Está en una etapa de “reseteo” emocional. Y eso —si se lo entiende bien— puede ser la llave para transformar, no solo administrar.

No se trata de venganza ni de revancha. Se trata de reconstrucción. Y para eso, la nueva dirigencia necesitará algo más que programas: necesitará coraje, imaginación y una lectura aguda del momento. Porque la ciudadanía, cuando se cansa de unos, también otorga a otros licencias breves, intensas e irrepetibles para cambiar las cosas en serio.

Así estamos. Al borde de una transición que, si se la asume con claridad, puede ser más que un cambio de nombres. Puede ser —por fin— el comienzo de un país distinto. Uno donde los grandes cambios ya no dependan del aplauso callejero, sino de la convicción colectiva de que seguir igual es lo único inaceptable.

miércoles, 9 de julio de 2025

De regreso al futuro


 


A comienzos del siglo XV, el mundo de aquel entonces ya se había sacudido de la larga noche de la edad media y comenzaba a vivir sus años dorados. Florencia, próspera y orgullosa, se erguía como el centro de la actividad cultural de Europa. Quien quisiera hacerse de un nombre en el campo del arte debía radicar en esta ciudad dado el ambiente estimulante para el desarrollo artístico, en buena medida debido al impulso que las autoridades daban su desarrollo.

En ese marco, el Consejo de la Ópera del Duomo, convocó a un concurso para solucionar el problema de la catedral que, durante 80 años había quedado abierta a la intemperie porque no había constructor capaz de dotarle de una cúpula que no se viniera abajo en poco tiempo debido a su descomunal dimensión. Luego de las respectivas consideraciones, finalmente fue Bruneleschi quien se adjudicó la obra y, años más tarde, la entregó, para beneplácito de los florentinos.

En materia de construcciones y esculturas, el esplendor del Renacimiento ocurrió, en parte, gracias al redescubrimiento de antiguas técnicas romanas que habían quedado olvidadas, y muchas de las obras fueron destruidas al paso de las invasiones de los bárbaros.

Siguiendo nuestro ejemplo, Bruneleschi y otros, se habían interesado en el famoso Panteón, cuya reconstrucción fue hecha por el emperador Adriano en el siglo II. Al estudiar la manera en que se logró construir una cúpula de gigantescas proporciones, las pudo aplicar en la catedral y, con ello, solucionar el reto.

Puedo decir que los bárbaros interrumpieron el futuro -y la edad media no hizo gran cosa para reimpulsarlo- hasta que el Renacimiento superó el milenio perdido y proyectó a la humanidad hacia grandes aportes en varias disciplinas, algunos de los cuales se inspiraron en otros tantos logros producidos en la antigüedad clásica.

Pues bien. En Bolivia, los bárbaros -con los instrumentos de la democracia, al comienzo, y con el secuestro de ésta, luego- tomaron el poder hace veinte años y arrasaron con toda la construcción institucional que se venía diseñando con miras al futuro. En octubre de 2025 escribí el artículo “Vivir bien (a cuenta de las futuras generaciones)” (https://pukacosa.blogspot.com/2015/10/vivir-bien-cuenta-de-las-proximas.html) en el que, entre otras cosas, afirmaba: “Los últimos años, el régimen, vía propaganda, ha vendido la idea de una jauja atribuida a su genial líder, cuando en realidad se trata de una bonanza con pies de barro”. Dicho y hecho. Hoy, las nuevas generaciones cargan el peso de semejante barbaridad (o barbarie) y para volver a mirar al futuro hará falta un tiempo, ojalá breve, de sacrificio y austeridad, luego del cual retomaremos el camino al porvenir.

Para ello habrá que regresar al futuro donde lo dejamos, sin que esto signifique aplicar tal cual los avances institucionales que fueron implementados entonces -muchas cosas cambiaron, sobre todo en materia tecnológica, desde aquellas veces- sino más bien, retomar el “espíritu” con el que se concibieron. Solo a modo de ejemplo:

En Economía. Llámenle como quieran, pero el mecanismo que se conocía como “Bolsín” fue el mejor para establecer el mercado de moneda local con la divisa.

En Educación. Explorar la reforma educativa, proveniente del Congreso de la Educación de 1992 y plasmada en ley en 1995, con su visión local/global y su fuerte énfasis en la evaluación -absolutamente negada por la gestión del régimen saliente- de la calidad educativa.

En Justicia. Elección de Magistrados no es participación popular en la justicia; más cerca de ese concepto fue el de “jueces ciudadanos” que se aplicó por un breve periodo.

Repito: no se trata de una actualización mecánica. Es hora de volver al futuro.

lunes, 7 de julio de 2025

De vigas y pajas

 



Décadas atrás, cuando trabajaba en la campaña de un candidato a la Presidencia, recibí una llamada por teléfono fijo. La persona, a quien había conocido en otro contexto, me solicitaba una reunión reservada, casi secreta. Acordamos día y hora y, puntualmente, se apareció en la oficina. Tomando todos los recaudos que me había solicitado, empezó su alocución.

Me ofrecía “abundante documentación” sobre varias irregularidades que habría cometido el padre de uno de los candidatos oponentes, en función pública, insinuando que, con tales “pruebas”, se podía afectar la candidatura del hijo.

Por supuesto que no me mostró algo de aquello. Lo que quería era venderme información y seguramente esperaba, ansioso, que le preguntara sobre el precio de tan “generoso” hallazgo. Lejos de hacerlo, le pedí que se retirara, no sin antes recordarle que el candidato era el hijo, no el padre.

Supongo que el oficioso traficante anduvo con el mismo cuento por otras campañas, pero como nunca vi publicaciones al respecto, imagino que recibió una respuesta similar a la mía, lo que habla bien de un sistema de partidos que conocía límites a la hora de atacar a los rivales.

La pasada semana saltó a la luz la renuncia de una candidata a senadora a raíz de una “denuncia” vinculada a actividades ilegales de su padre, quien se encontraría cumpliendo pena de prisión en otro país.

Podría decirse que, por tratarse de un punto de eventual vulnerabilidad dadas las formas poco honorables del juego político en la actualidad, hubiese sido mejor no arriesgase a la postulación, aunque la renuncia, de algún modo, evita el objetivo real del avezado vocero -luego desautorizado por su jefe de campaña- cual era afectar al candidato a Presidente.

¿Merecía tal despropósito una respuesta/contrataque de parte de la campaña aludida? El propio candidato se encargó de restarle importancia, pero no faltó el torpe que devolvió gentilezas aludiendo al padre del vicepresidenciable contrario, cosa que ya se conocía y no había pasado a mayores, insinuando que la condición de éste era la fuente de financiamiento de la campaña de enfrente.

En buena hora, ambos personajes fueron criticados, aunque lo ejemplarizador hubiese sido apartarlos de sus respectivas alianzas. Algo es algo, sin embargo.

Esto también nos previene de que un hecho ampliamente conocido como es la participación del padre de un tercero en disputa en los hechos que culminaron en el asesinato de los esposos Andrade, en el Chapare. El hijo, seguramente, se encontraba cursando la secundaria; por tanto, no debería mezclarse en la pugna. ¡Hay tantas otras cuestiones personales que sí deben ser dichas!

Menos álgida, pero más extendida, es la tendencia a ver la paja en ojo ajeno que la viga en el propio, en el fragor de la batalla electoral.

Por tanto, ingresando a la etapa más dura, en términos de la definición electoral, habrá que calcular con precisión el calibre de los dardos a lanzarse unos a otros -si bien lo racional es que la discusión gire en torno a planes, programas y proyectos (tarea de los candidatos), la campaña es una breve toma de posiciones del contrario mediante diversas tácticas entre las que se cuentan las “bajas” por información sensible sobre los ocasionales rivales-, dado que, eventualmente, de darse una segunda vuelta -lo más probable es sea así- habrá que pactar, puesto que no se puede gobernar con “pajas”.

jueves, 12 de junio de 2025

Figuras sin definir (signos)

 




A diferencia de las elecciones post-2005 caracterizadas por una cerrada manipulación de los órganos del estado en favor del MAS, que permitieron que el señor Morales violara la Constitución a su gusto -ya en 2013, el TCP borró del mapa una gestión del susodicho para habilitarse a un nuevo mandato, y luego, el mismo ente, desconociendo el referéndum del 21 de febrero de 2016, volvió a habilitarlo, arguyendo un inventado derecho humano a la reelección indefinida-, las corrientes se presentan un poco más abiertas, gracias, en buena parte, a la fragmentación del propio MAS.

Si bien la figura de Morales Ayma se resiste, criminalmente inclusive, a cumplir los recurrentes, a escala nacional e internacional, fallos que dejan claramente establecida su inhabilitación, no es la que domina el escenario, salvo por el uso que hace de minorías eficaces para convulsionar al país.

También ocurrió que consecutivamente hubo un candidato de la oposición que impidió, al dispersar el voto, que otro mejor perfilado, llegara al menos a la segunda vuelta. Con esa lección, en 2019, el electorado concentró su voto en Mesa, pero el fraude montado por el régimen se interpuso en un probable triunfo de éste si se avanzaba al “balotage”. Luego, producto del desencanto con el gobierno de transición, la ciudadanía le regaló al MAS el actual periodo. Muy tarde para arrepentimientos.

Estamos, una vez más ante la posibilidad de que Bolivia se desembarace del régimen masista. He ahí la gran responsabilidad que la sociedad tiene en sus manos.

Entretanto, permítanme abordar un asunto marginal que va a pasar a formar parte de las agrias anécdotas de este proceso electoral, asunto que, en lo particular, o no lo había notado, o no lo hubo antes: el surgimiento de sujetos, por así decirlo, “pintorescos” que le han dado un toque bizarro al momento electoral que vivimos.

A la primera figura sin definir, como dice la canción de Soda Stereo, la podríamos caracterizar en la de la persona que le calienta el asiento – la cama, alternativamente- para para que ésta la ocupe una vez resueltas las trabas que le impiden hacerlo, digamos la certificación de solvencia. También podríamos llamarla “El candidato fantasma”, lo que le da un aura de misterio. Nunca hizo una aparición pública, pero, a objeto de registrarse como candidato a la Presidencia, cumplió con todos los requisitos para ello. Me pregunto qué siente este buen hombre al jugar tan curioso papel.

La segunda figura es la del personaje que, hecho un mar de lágrimas, comenzó a vociferar y a actuar contra gil y mil. Este individuo se convirtió en el terror de las siglas, amenazando a casi todas con borrarlas del espectro político. Protagonismo enfermizo o desubicación descomunal, el caso es que al exponerse tan ampliamente, salieron a la luz detalles curiosos de su personalidad -líos de faldas y una larga estadía estudiantil en la UAGRM-, lo que parece haber morigerado su comportamiento.

De yapa, tenemos a la dama que, como dueña de una sigla, se dio a la tarea de ofrecerla a cuanto paisano con ganas de candidatear se le asomara. ¡Hasta que, aparentemente, se sacó la lotería!

Ante la carencia de opciones, la sigla “casó” con el cocalero a quien años atrás había tildado de “asesino” y pasó de ello a defenderlo con uñas y, sobre todo, dientes, profiriendo amenazas de gran calibre haciéndole coro a su nuevo jefazo.

El podio del absurdo está ocupado por los tres. Signos.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Soniandrónicopa (MAS de lo mismo)


Las rencillas internas motivadas por intereses particulares entre jerarcas del régimen harían pensar que, finalmente, dado que su principal figura ha quedado fuera del escenario -aunque sigue dando batalla mediante llamados a la convulsión si no se sale con su gusto-, Bolivia se habría, por fin, librado del monstruo que le infligió un daño inconmensurable.

Nada más lejano de lo cierto: el monstruo ahora aparece con tres cabezas visibles y algunas encubiertas. Vale decir que tres personajes criados a imagen y semejanza de Evo Morales Ayma pretenden continuar en el poder. Se trata de una dispersión relativa que, probablemente, tienda a reconcentrarse en una posible segunda vuelta, si acaso logra meter una de sus cabezas en ella. Lo hará por puro instinto de conservación en aras de reproducirse. De ocurrir algo así estaremos atestiguando lo impensable hace no mucho: el “voto útil” masista. Siendo optimista, y con un voto opositor también reunido, no le alcanzaría para ello. Todo depende de que el soberano caiga en cuenta de que, a pesar de la imagen joven/renovador/mujer que presenta este Cerbero es solo una extensión del proyecto más nefasto que se produjo en nuestro país. Y por más que, a efectos electorales, intenten diferenciarse, son exactamente igual de funestos para el futuro.

A su turno, sin éxito, cada uno de estos “evitos” intenta darle otra cara al “proceso”. En realidad, es la misma cara -con caras no del todo “nuevas”, puesto que vienen de medrar del Estado más de una década-. Al que más le cuesta romper el cordón umbilical con el jefazo es al señor Rodríguez.

Para certificar lo dicho hay que ver dos aspectos: sus “propuestas” y los sujetos que los rodean. En cuanto a lo primero, las tres cabezas pregonan una fe ciega en la “mátrix”: el infame proceso de cambio.

Rodríguez lo hace explícitamente: “No venimos a romper lo construido” cuando de lo que se trata es, precisamente, de desembarazarse de toda la podredumbre que ha generado el régimen durante veinte años. “Potenciar las empresas públicas”, las causantes de un desangramiento de recursos, es una de las “grandes ideas” compartidas dentro monstruo tricápita, así como el mismo léxico rancio: “organizaciones sociales”, “Estado plurinacional”, “revolución cultural”, etc.

Vayamos a lo segundo: el entorno.

Sonia está rodeado de los restos del tilinismo: empleados públicos, empezando por ministros y terminando en supernumerarios cuyo voto no si quiera está asegurado, a menos que ejerza un control-chantaje. De las tres, es la cabeza más pequeña, pero tiene algo que las otras no: un manejo residual de los órganos públicos, incluidos los más sensibles en el proceso electoral: el TSE y el TCP -el intruso desagradable- y cierto margen de operación para un desaconsejable fraude.

Rodríguez es la creatura del infame García Linera, cuyo distanciamiento del jefazo parece ser circunstancial, a decir de la candidata a Vicepresidenta en la dupla: “Sigo considerando mi jefe a Evo”. Cabe mencionar que dos promotores de la candidatura de Rodríguez se encuentran con “licencia”: Mario Cronenbold, siempre al borde de la sospecha e Israel Quino, consejero político de aquel, investigado por abuso sexual.

Finalmente, el de Copa: Iván Lima, evista-arcista-copista, principal gestor del putrefacto estado de la justicia actual y de otras maravillas, nada menos que su Jefe de Campaña; y el émulo de Linera, un campeón de la acomodación, nada menos que su acompañante de fórmula.

El monstruo en cuestión se llama Soniandrónicopa. MAS de lo mismo.