miércoles, 15 de mayo de 2024

AGETIC y los crespos hechos

 




¿Puede alguien en su sano juicio oponerse a una reforma profunda a Derechos Reales? ¿o al enriquecimiento ilícito? ¿o a la elaboración de información falsa (fake news)? ¡Por supuesto que no -salvo que se trate de aquellos involucrados en esos u otros ámbitos cuestionados-.

Normas que ataquen tales males deben ser bien recibidas, apoyadas inclusive, por la ciudadanía, y el Gobierno que las ponga en práctica debería merecer un aplauso generalizado.

Entonces, ¿por qué diantres varias leyes y decretos ya emitidos (o propuestos) durante los gobiernos de Morales Ayma y de Arce Catacora han chocado con una resistencia social que ha llevado a sus propulsores a abrogarlos?

Ni por conspiración, ni por ocho cuartos, como al momento de dar marcha atrás argumentan los dichos gobernantes. La razón, mucho menos ficticia, es porque la ciudadanía no está dispuesta a comer vidrio molido; y muchas normas, aparentemente benignas, provenientes del régimen contienen, precisamente, vidrio molido. En términos populares, los ciudadanos se dan cuenta de que se les quiere meter gato por liebre.

Si aquellas disposiciones legales no incluyesen artículos “de contrabando”, su recepción sería abrumadoramente favorable. Pero el régimen tiene el prurito autoritario en sus genes y quiere hacer pasar, con cierto disimulo, artículos que a corto o mediano plazo afectarán las libertades, la propiedad, el patrimonio o la honra de quienes el Gobierno considere incómodos por no inclinarse ante sus designios.

Es bien sabido que la pérdida de credibilidad (confianza) es uno de los elementos más difíciles de recuperar y, dadas las circunstancias, todo acto del régimen es observado con desconfianza, máxime cuando sus operadores no parecen transparentes a la hora de explicarlos.

El caso más reciente de recule gubernamental luego de haber emitido un decreto es el que pretendía una reforma a Derechos Reales, esa institución dependiente del Poder Judicial. Como decía al comienzo, ¡quién podría oponerse a tan noble propósito!, pero resulta que, a título de semejante maravilla, la “letra chica” disponía un control prácticamente absoluto de los datos por parte de la AGETIC, una oficina del Ejecutivo. ¡Es que así no hay manera!

Y, claro, la población no está dispuesta a confiar la data de su(s) propiedad(es) al ente expropiador por excelencia, el que tiene el monopolio de la represión. Aunque, curiosamente, a eso el Gobierno le llame “conspiración”.

El propósito original de la tal AGETIC fue el de acortar la brecha digital reinante en el país, cosa que se consiguió parcialmente, pero posteriormente, la entidad fue haciéndose demás competencias, en nombre de la implementación del “gobierno digital” y, como marabunta, inmiscuirse en diversos terrenos, incluido el electoral, con los resultados (fraude) conocidos.

Hincarle el diente a DDRR debe ser un placer anhelado largamente por el Ejecutivo, el que, a través de su brazo tecnológico estuvo a punto de hacerlo. Hay que decir, sin embargo, que AGETIC demostró una diligencia y rapidez (¿rapacidad?) dignas de mejor propósito –y ejemplo para el resto de la burocracia- a la hora de poner en práctica la toma de DDRR. No sólo que ya tenía todo listo aún antes de la emisión del decreto, sino que al minuto de su entrada en vigencia ya había avanzado un largo trecho para su cumplimiento. Habría que decir que todo estaba fríamente calculado, pero que la indignación de la ciudadanía impidió que siguieran con tal despropósito, y los “agéticos” se quedaron con los crespos hechos. Ya no se le puede tomar el pelo, impunemente, a la gente.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Manual del perfecto Tilín

 

En su origen, el sobrenombre “Tilín” le fue puesto con una evidente carga despectiva. El antecedente es un breve video de un chiquillo a quien una voz (no se ve el rostro de quien lo hace) va animándolo, de forma cada vez más efusiva, a hacer una serie de monerías. Está claro que se refiere a la docilidad de una persona que no sólo obedece, sino que “baila” al ritmo y son de una tercera que la empuja a hacerlo.

En principio, evidentemente, nuestro Tilín plurinacional actuó en tal rol. Digo “actuó” porque, vistas las cosas desde el aquí y ahora, tal parece que el hombre, o se hizo el tonto (su apariencia ayuda mucho para ello) durante algún tiempo para luego dar el batacazo -emanciparse, digamos- o su entorno lo fue llevando a ello.

Hilando aún más finamente, se podría aventurar que fue buscando, siempre en actitud de hacerse el gil, llegar a donde hoy se encuentra. Hasta la voz que supuestamente lo controlaba –ya dudo de que fuera auténticamente cierto; tan extrema obsecuencia hasta llega a ser sospechosa- lo aupó para la candidatura por encima del reemplazante “natural” a quien, así lo habrá pensado el jefazo, no podría manejar. La opción Tilín surgió de una lucubración más sofisticada: como “la voz”, al no poder postularse a la presidencia, tenía la alternativa de hacerlo a una senaturía y, desde ahí, ir provocando renuncias hasta que, en calidad de presidente de la cámara alta –a lo que apuntaba- asumir, por sucesión constitucional, la Presidencia (con el “descendiente de la realeza incaica” como Presidente eso no podía ocurrir, aunque como Vice, qué haría pensar que ocurriese). El plan, como sabemos, no prosperó y Tilín logró su objetivo, conoció –ya lo había hecho parcialmente durante varios años- las mieles del poder y, junto con sus cortesanos, decidió actuar como el “peine” que ahora sabemos que es.

Resignificado en su figura, de despectivo, el mote se ha trasformado en todo un elogio que remite a una forma de ser: al ya mencionado “peine”, es decir a quien aparenta cierta falta de carácter, algo de despiste, un poco de gileza, pero que, sin grandes luces tampoco, resulta ser un “péndex”.

Algo de talento hay que tener para ello, por lo que me animo a enumerar algunas “cualidades” para tal personalidad. Encontré por ahí una suerte de caracterización sintética: “Ser tonto es un arte, pero ser astuto en secreto es una obra maestra”. Tómelo como un elogió, mi buen “Tilín”. Ahí vamos:

1. “Yo no fui, fue teté”. Todo va mal, pero nada es responsabilidad suya. La culpa es siempre de otros (el imperio, la derecha, Emo…).

2. Hacerse el gil. Que te pregunten sobre algo en particular y que respondas sobre el origen de la crema chantilly.

3. Dar vueltas y vueltas… hasta que finalmente lo admites: “No hay quibos”. Esperas que, así como te criticaban tu negacionismo (actuar a lo tonto) te halaguen por tu franqueza (valiente, sincerote, machazo).

4. El factor “sorpresa”. Poner cara de perdido en el espacio, mientras vas armando ardides con los que dejarás en off side al rival, llegado el momento.

5. Capitalizar los intereses de tus rivales en favor tuyo. Acaba de ocurrir al haber puesto a los gobernadores (opositores en gran medida) contra la Asamblea Legislativa para forzar la aprobación de más créditos.

6. Inventarse patrañas. Por ejemplo, el famoso “blindaje de la economía”, el éxito de la industrialización, atribuirse el descubrimiento del café con leche, etc.

Desde luego que hay muchas características más, pero hasta aquí llego. Queda para el ingenio de cada lector(a) sumar tantas como dé el estilo “Tilín”.