Posiblemente, la frase
entrecomillada que da título a esta columna, sea la que más escuché estos días,
cada vez que lo que diré a continuación se lo mencionaba a quien quisiera
escucharme.
Mi reacción también fue
repetitiva. “No hay tal”, les respondí, dado que, con toda seguridad, los
planteamientos que comentaremos ya se les pasaron por la cabeza a los
involucrados, sólo que no los hicieron público. Se dice que una buena
estrategia debe considerar aquello que el oponente pudiera estar pensando (y.
potencialmente, actuando). En una partida de ajedrez, esto es más que evidente.
La cuestión surge a raíz
de la ratificación, por parte del TCP, de la inhabilitación de Evo Morales -y
de otros, por extensión- como candidato a la reelección, ya sea de manera
continua o discontinua, al cargo en el que ya fue reelegido -para el caso del
“Jefazo”, al de Presidente-.
Antes de continuar,
permítaseme poner en cuestión la pertinencia de tal ratificación. ¿Era
necesario que los autoprorrogados la hicieran? ¿Acaso no quedó claro el veto en
una anterior disposición del Tribunal cuando sus miembros estaban ejerciendo
sus funciones dentro del periodo que legalmente les correspondía? Y no sólo
eso. La prohibición de postular a la reelección cuando ya se ejerció dos
mandatos en el cargo, venía precedida de la decisión soberana de la ciudadanía
expresada en el referéndum del 21 de febrero de 2016 y en la opinión consultiva
-con fuerza vinculante- de la Corte IDH. La innecesaria “ratificación” ha dado
pie a que el principal afectado les recuerde a los autoprorrogados la
ilegitimidad en la que incurren. Pero la interpretación del artículo
correspondiente de la CPE con relación a la habilitación o no ya era un tema
zanjado. Así lo entendió el Órgano Electoral, que acatará la disposición.
Ahora bien. Acá viene la
complicación. El Auto Constitucional indica, sin especificar nombres, que
aquellas autoridades que ejercieron, reelección mediante, dos periodos en el
cargo, ya no podrán volver a postularse. Es evidente, sin embargo, que pueden
candidatear para otros cargos. Uno de los afectados, Juan del Granado, no puede
volver a postularse para alcalde de La Paz, pero podría hacerlo para Presidente,
para Vicepresidente, para Gobernador o, probablemente esté pensando en ello,
para Senador; caso similar al de Jhonny Fernández. Respecto a Morales Ayma
-aunque de boca para afuera insista en hacerlo para Presidente, pues bien sabe
que ya no puede- podría candidatear para alcalde de Villa Tunari, para
Vicepresidente, para Gobernador de Cochabamba, o para Senador.
De hecho, en la elección
anterior intentó postularse para Senador, pero fue inhabitado por otra causa.
La idea original era que, una vez instalado en el Senado, lograr la presidencia
del mismo y forzar las renuncias de las primeras autoridades del Ejecutivo, y
volver a su ansiado cargo. Para ello, excluyó a Andrónico (parecería que anda
en ello nuevamente) y colocó a Arce (supuestamente más dócil). Pero la
inhabilitación frustró su plan.
Esa es, nuevamente, una de
sus opciones. La otra es correr como candidato a Vicepresidente. En ambos casos
tendría que poner a un pelele -digamos al Mapache- como candidato a Presidente.
El problema es que, me
apoyo en encuestas, aún si fuera candidato a la Presidencia, Morales no ganaría
en primera vuelta y, con seguridad, perdería en la segunda. Con un candidato
títere ni siquiera está asegurado el pase a segunda vuelta.
Esos son algunos
escenarios posibles en el tablero electoral. Y ya lo pensaron otros (pero se lo
guardaron “tácticamente”). O sea que, estirando
la figura, el Jefazo podría ser Presidente sin que, técnicamente, se trate de
una reelección.